FELICIDADES, CARACALLA
“Anys i anys, per molts anys!”
Hoy soplamos 19 velas. Una por cada uno de los años transcurridos desde ese primer encuentro entre tres grandes de la lírica.
Una unión mágica, que en aquel ya lejano 7 de julio de 1990 parecía única e irrepetible. Sólo el tiempo y las operaciones comerciales consiguieron reunir a los intérpretes (por orden alfabético, aunque no de preferencias, José Carreras, Plácido Domingo y Luciano Pavarotti).
Pero aquella noche, bajo el estrellado cielo romano y en un marco incomparable como las Termas de Caracalla, algo cambió para siempre la historia de la ópera. La reacción, a nivel mundial, fue tan positiva que ni los tenores ni los propios organizadores del evento daban crédito a ello.
En un instante la vida de los “tres tenores” cambió por completo y sus nombres, por siempre más, sonarían asociados entre sí.
Ante los miles de asistentes al concierto y ante millones y millones de teleespectadores, los tres titanes de la ópera ponían casi punto y final a los Mundiales celebrados en Italia pero, a su vez, y quizás de forma totalmente inconsciente, iniciaban un sonado proceso de reforma en la música considerada culta.
Como todo cambio, o como toda iniciativa, fue criticada.
Y fueron criticados también ellos por rebajar la ópera a espacios abiertos y multitudinarios, pero la labor cultural que fruto de esa unión resultó de ese encuentro es aún, hoy en día admirable y sorprendente. En todos los teatros, en todos los foros de internet, en muchos otros sitios siempre encuentras a alguien que te marca ese concierto como inicio de su afición a la ópera.
Yo soy un producto (si se me permite el término) al igual que tantos como yo, de ese concierto. Grácias a él descubrí la ópera y nació mí amor por ella. Grácias a él, conocí al que hoy admiro y aún más respeto: a Plácido Domingo.
Plácido Domingo cambió mi vida para siempre. No sería como soy si no se me hubiera brindado la posibilidad de conocer su voz, su carisma en el escenario y sobretodo la entrega y la pasión que es sello característico de cada una de sus actuaciones.
Esa simpatía que transmite cuando canta. Notas que él es feliz, que lo está pasando bien, pero, yo que lo escucho, hace también que lo sea. Para muestra...
Hoy soplamos 19 velas. Una por cada uno de los años transcurridos desde ese primer encuentro entre tres grandes de la lírica.
Una unión mágica, que en aquel ya lejano 7 de julio de 1990 parecía única e irrepetible. Sólo el tiempo y las operaciones comerciales consiguieron reunir a los intérpretes (por orden alfabético, aunque no de preferencias, José Carreras, Plácido Domingo y Luciano Pavarotti).
Pero aquella noche, bajo el estrellado cielo romano y en un marco incomparable como las Termas de Caracalla, algo cambió para siempre la historia de la ópera. La reacción, a nivel mundial, fue tan positiva que ni los tenores ni los propios organizadores del evento daban crédito a ello.
En un instante la vida de los “tres tenores” cambió por completo y sus nombres, por siempre más, sonarían asociados entre sí.
Ante los miles de asistentes al concierto y ante millones y millones de teleespectadores, los tres titanes de la ópera ponían casi punto y final a los Mundiales celebrados en Italia pero, a su vez, y quizás de forma totalmente inconsciente, iniciaban un sonado proceso de reforma en la música considerada culta.
Como todo cambio, o como toda iniciativa, fue criticada.
Y fueron criticados también ellos por rebajar la ópera a espacios abiertos y multitudinarios, pero la labor cultural que fruto de esa unión resultó de ese encuentro es aún, hoy en día admirable y sorprendente. En todos los teatros, en todos los foros de internet, en muchos otros sitios siempre encuentras a alguien que te marca ese concierto como inicio de su afición a la ópera.
Yo soy un producto (si se me permite el término) al igual que tantos como yo, de ese concierto. Grácias a él descubrí la ópera y nació mí amor por ella. Grácias a él, conocí al que hoy admiro y aún más respeto: a Plácido Domingo.
Plácido Domingo cambió mi vida para siempre. No sería como soy si no se me hubiera brindado la posibilidad de conocer su voz, su carisma en el escenario y sobretodo la entrega y la pasión que es sello característico de cada una de sus actuaciones.
Esa simpatía que transmite cuando canta. Notas que él es feliz, que lo está pasando bien, pero, yo que lo escucho, hace también que lo sea. Para muestra...
19 años llenos de ópera y 19 (y muchas más) razones para seguir aún aquí.
19 años de ilusiones y de cartas que un día tuvieron su respuesta. 19 años de alguna que otra noche en vela esperando escuchar su voz por radio y teniendo más suerte, por televisión.
19 años de anécdotas, de recuerdos, de sueños, de días en los que me ha hecho llorar…
19 años, muchos más que la mitad de mi vida. 19 años conociendo y amando la ópera.
19 años de nervios y sobresaltos inesperados cuando sin pensarlo nombran su nombre o aparece en la pequeña pantalla.
En definitiva, 19 años que son míos y que nadie ni nada me puede quitar.
Toda una vida dedicada a lo que más me gusta, la ópera y a quien más admiro.
Grácias por esos años, Maestro.
Y me gustaría recordar la pieza que me catapultó a la ópera: esta especialísima "No puede ser" de "La Tabernera del puerto". Disfrutadla tanto como yo en su día lo hice. Y lo sigo haciendo aún.
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