Combate final: Kaufmann vs. Alagna, Alagna vs. Kaufmann

 




 

Con pocos días de diferencia, han salido publicados los dos últimos álbumes de los tenores JONAS KAUFMANN y ROBERTO ALAGNA. El orden de nombres no responde a la calidad de los intérpretes, ni por supuesto, a las preferencias personales de la que suscribe, sino al simple orden de salida de sendos trabajos al mercado.

No podía faltar en el año en que se conmemora el centenario de la muerte de Puccini un homenaje dedicado al compositor de Luca. Esta es la fuerte apuesta del alemán Jonas Kaufmann; mientras que, alguien que llega a la madurez vocal y vital, como el caso de Roberto Alagna, tampoco puede dejar de congratular sus 60 años personales y los 40 de profesión. Por tanto, ambos cantantes pugnan una vez más en su carrera por la lucha de una hegemonía en los teatros y en los mercados que hace años empezaron en una época – y ya dura demasiado- en que las buenas voces de tenor, la de los grandes artistas que emocionan con su canto, escasean, y de qué manera.

Va de pulsos, pues. De dos “rounds”. Combate a muerte, si se me permite.

 

Primer puñetazo

JONAS KAUFMANN, cuyo disco salió antes, apuesta por un título muy sugerente y con una portada atractiva bañada de colores azulones y púrpura que sugieren poderío cesariano, y en el centro, junto al tenor, la cara de Giacomo Puccini. El pasado, tan presente en nuestros días, en azul, y el presente que añora el pasado, a todo color.




En cuanto al título “Puccini Love affaires” (“Puccini asuntos de amor”) nos da una pista de por dónde irá el disco. Sin duda, nadie, absolutamente nadie como Puccini ha tratado el amor como él. Desde la inocencia más sutil de una Butterfly pasando por el lirismo poético de Rodolfo hasta la más absoluta desbordada pasión de un Luiggi o un Des Grieux. El gran mago del amor y del sentimiento, Giacomo Puccini, es suficiente atractivo como para no dejar pasar la oportunidad de escuchar esta propuesta que nos brinda el tenor alemán.

Hasta aquí hay elementos suficientes que invitan al oyente apasionado de Puccini a emocionarse con este álbum, y el repertorio, valga la redundancia, invita a su vez a que así sea.

Otra cosa es el efecto y resultado que produce.

Acompañado por varias sopranos actuales, Jonas Kaufmann apuesta por papeles que nunca ha cantado en vivo y otros que forman parte de su repertorio habitual cuando no cancela, valga a decir.

Personajes que 10 años antes eran abordados y aprobados con nota ahora se convierten en molinos de viento cual Quijote luchando para que no se vuelvan en su contra. Pero vamos por partes porque en este disco, y muy a mi pesar, no funciona absolutamente nada.

Empezando por un sonido deficiente, una Orquesta, la del Teatro Comunale de Bologna bajo la batuta de ASHER FISCH imprimen un Puccini soporífero vacío de matices al que no sabe en ningún momento sacarle el cariz necesario para que el oyente se emocione con la magistral orquestación del compositor italiano. No hay crescendos, no hay pasión, no hay una lectura profunda de lo que es interpretar Puccini. Cuán de menos se echa en falta a las dos grandes batutas que, hoy en día, hacen brillar este tipo de repertorio. Y me estoy refiriendo al grandísimo Antonio Pappano y a Marco Armiliato. Invito a todo aquél a que no conozca sus obras que hagan incursión en sus lecturas de las partituras puccinianas, absolutamente magistrales.

Y no funciona tampoco Jonas Kaufmann, que en su primera incursión en el dueto de “O soave fanciulla” de “La bohème” suena como afónico, velado y raro al lado de la bella voz de PRETTY YENDE que firma una muy buena Mimí y que concluye con un neto agudo secundado por un “Amor, amor” de Kaufmann a caballo entre un pianissimo y un falsetone, que no acabo de adivinar el por qué se saca eso de la manga cuando el instrumento sube – o debería subir – con facilidad al agudo, no escrito, pero por tradición siempre cantado y esperado.

 

Y la cosa se desinfla en el dueto que sigue, uno de mis preferidos, el “Tu, tu, amore tu” de la “Manon Lescaut”. Una pareja, aparentemente de lujo, junto a Kaufmann la que dicen, la gran diva del momento, la rusa ANNA NETREBKO. Pero lo cierto es que, de todas las incursiones de este disco, esta es y con diferencia abismal, una de las menos acertadas, para no decir la peor, que es una palabra muy grande.

Las voces no pegan, ni con pegamento como popularmente se dice, y el dúo construido sobre una embriaguez total musical en la que Puccini despliega todas su mejores armas como el sentimiento al límite de sus fuerzas, el desprecio, la rendición, el éxtasis total y la desenfrenada pasión de los amantes, no funciona. Ni por una parte ni por la otra, con algún lapsus de dicción por parte de Netrebko y algún desajuste vocal de ambos.

Da la sensación de haber sido grabado con prisas, sin haber sido repasado, sin la meticulosidad del que busca emocionar a través de la espontaneidad que parece fácil, pero tras la que hay un cuidado trabajo y una depurada técnica y conocimiento del repertorio.

 

La irrupción de la “Tosca” en este disco abre un paréntesis a las dos anteriores piezas. En principio, Cavaradossi es un personaje que frente a Rodolfo y Des Grieux, sobre el papel, es más adecuado para la vocalidad de Kaufmann. Lejos está de firmar un gran Cavaradossi como los que proponía hace 10 años, y afea su línea de canto y dicción con estas constantes uves aspiradas como efes tan alemanas que te llevan al hastío en todo el disco. Nada aporta tampoco la Tosca de SONYA YONCHEVA que roza un tanto el grito y, ambos consiguen no expresar nada, en un dueto que dice mucho. La volada melódica de “Qual occhio al mondo, può star di paro, all´ardente occhio, tu nero” extrañamente ralentizada respecto del resto del dueto,  no consigue emocionarme. Está simplemente cantado, pero no interpretado. Magna diferencia entre ambos verbos en participio masculino singular.

 

Con “La fanciulla del west” llega la primera gran incursión del disco por parte de Jonas Kaufmann que, a diferencia de otras grabaciones, propone el casi nunca cantando dueto del final del primer acto “Mister Jonhson siete rimastro indietro”. Este es un dueto largo, precioso, con altos momentos de tensión, de pasión y de lirismo. Junto a él, una para mi desconocida MALY BYSTRÖM, poseedora de una voz extraña, no especialmente bella, pero más que adecuada para solventar con descarada solvencia y facilidad una agudísima partitura que Puccini escribió para el personaje central de esta ópera, Minnie, la chica del oeste que regenta La Polca. Aquí las voces se funden bien, y consiguen sacar su máximo momento expresivo, aunque a Kaufmann se le echa de menos la pasión de coetáneos suyos cuando ataca ese “Ah non temere, nessuno ardirà…. Come mi piace sentirvi parlare così….”, así como una voz un tanto más dulce en su “Quello que tacete, me lo ha detto il cor, quando il braccio v´offersi allá danza con me…”, pero aún así su timbre oscuro y de cuerpo pesado, lo hacen ideal para encarnar este gran role pucciniano, el bandido que acaba redimiéndose ante la inocencia de una Minnie por primera vez enamorada.

 

Y Jonas coge empuje y se centra a partir de este dueto, porque lo que viene a continuación, es, para mi sin lugar a dudas lo mejorcito del disco, el gran dueto de “Il Tabarro”, por otra parte, muy olvidado y poco prodigado a pesar de que tiene una melodía, tensión, y pulso dramático sin precedentes.

Si alguien no conoce a estas alturas a ASMIK GRIGORIAN les invito personalmente a que escuchen esta voz, bonita, bien timbrada y de una expresividad de absoluto descaro que hacen que el verismo cobre vida, que creas que realmente no están cantando sino hablando. Su fraseo es de absoluta matrícula de honor, y el recurso expresivo del cual hace gala a cada una de sus respiraciones, hace que sientas realmente viva al personaje de Giorgetta, un personaje lleno de vida y luz, apagado sin embargo por una vida errante al lado de un hombre mayor a quién no ama y con quién no conoce la pasión.

A pesar de que a Kaufmann le falta ese sello latino que tanto ayuda en estos personajes de calado dramático,  consigue firmar un buen Luiggi, aunque echo en falta la pasión desbordada del amante en su “E bacci senza fine” on en el tramo final “Io te lo giuro, lo giuro non tremo, a vibrare il coltello, e con gocce di sangue frabicarti un gioiello”.

 

Cierra el recital de dúos, y como no podría ser de otra manera el “Viene la será” de la “Madama Butterfly” junto a la soprano MARIA AGRESTA que nos brinda unos detalles expresivos al principio de auténtico manual. Para muestra, fíjense en como dice “Si, si noi tutti soli” este “tutti” está tan bien fraseado que una dice o piensa que lo que va a venir a continuación solo puede acabar pañuelo en mano, porque, si una Butterfly no te enternece hasta el llanto, entonces es que no sirve para cantar Butterfly. Y acaba por no llegar a este punto.

Lejos está el Pinkerton que años ha grabó Kaufmann al lado de la Gheorghiu bajo la batuta de Pappano. Pero en su actual personaje no hay la prisa del amante que compra una noche de pasión, no hay la sutilidad previa a la consumación del acto, ni la envolvente seducción del que es ducho en el arte del amor.

En este dueto, y a diferencia del de “O soave fanciulla” Kaufmann apuesta por el finale en forte, que me gusta y el efecto de su “Sei mia” por encima de Butterfly una vez a acabado su dueto.

 

Sigue, para culminar el disco, una “Che gelida manina” de “La bohème” que no aporta nada nuevo y un “E lucevan le stelle” para mi, muy bien ejecutado con una demostración de su exhuberante legato que recuerda el porque Jonas está ahí en primera fila, pero, qué lejos queda su voz, su línea y sus recursos vocales de aquél Jonas que nos sorprendió con su gran Werther en la Bastilla de París.

Siempre nos quedará ese Jonas, el de París.

Y, como colofón a estas líneas, quizás acabo con algo con lo que hubiera tenido que empezar estas palabras, y es que… cuando Puccini no consigue emocionarte y no aparece la carne de gallina que recorre el cuerpo con escalofrío, es que algo no funciona. O, alguien no funciona.

El estado vocal de Kaufmann es más que discutible, y su canto vacío de emoción. Siempre lo he dicho, para cantar Puccini se necesita otra cosa, pasión, belleza vocal, sentimiento, éxtasis… algo de lo que Jonas Kaufmann va muy escaso.

 

El duro revés de Alagna

Llegado a la madurez vocal, el tenor francés ROBERTO ALAGNA al igual que han hecho muchos de sus antecesores al llegar a su edad, saca nuevo trabajo sin caer en el error de, a sus 61 años, cumplidos el pasado junio, republicar viejas grabaciones de hace 30 años, que le hacen favor a quién escucha, pero que absolutamente nada aportaría al artista en cuestión.

Por tanto, creo aquí Alagna juega con la inteligencia del que sabe que ha envejecido y de quién conoce perfectamente su estado vocal, sacando el máximo provecho de ello, con más o menos acierto, pero, arriesgando. Y eso, dice mucho de un intérprete. Matizo, intérprete.




Para seguir con la misma línea del disco anterior, la portada que Alagna escoge para su nuevo álbum, sin embargo, no me parece para nada inteligente, teniendo en cuenta lo que decía en el párrafo anterior. Un Alagna retocado por Photoshop o por IA no favorece para nada a un artista que, a pesar de su edad, conserva la fotogenia intacta aunada por una madurez serena que hacen aún atractivo al hombre.

En cuanto al título, si “Puccini Love Affairs” es muy sugerente y curioso, el “Roberto Alagana:60” no tiene ningún tipo de atractivo o gancho marquetiniano. Y si a eso le sumas la portada en la que Alagna parece salido de la película de “Los intocables”, aparentemente, son elementos más que suficientes como para no despertar la curiosidad.

Pero, siempre hay un pero, y dos lanzamientos en una distancia de tiempo tan breve, y, de las dos voces que actualmente, cortan algo más que el bacalao en los teatros de ópera, es motivo más que suficiente para la que suscribe como para darle una primera oportunidad.

Y valga a decir, también una segunda, pues el estado vocal actual de Alagna es también igualmente discutible.

La voz está más velada, y ha perdido brillo y esmalte, al igual que sucede con las uñas que ya llevan tiempo pintadas. La voz es menos redonda e inclusive hay momentos en que puede sonar un tanto astillosa. Los años, no pasan en balde, pasan para todos, como él mismo dirá en su propuesta final “Sognare”, que compuso al principio de su carrera.

Pero si hay algo que por lo que Alagna sigue enamorándome es por su apabullante belleza vocal, un timbre mediterráneo hermosísimo que hace las delicias de quienes le escuchan, manteniendo además aquél gusto innato para el canto y la expresión, y la sonrisa en la voz de aquél que disfruta cantante y así lo transmite y llega.

 

La inteligencia de Alagna en este disco salta a la vista a medida que una va escuchando su propuesta. No cae en la tentación de cantarse roles con los que fascinó al mundo entero, al menos, no cae totalmente en esta tentación, solo hay un pequeño desliz en su incursión al “Faust” con un “Salut, demère chaste e pure” con una ascensión al agudo discutible y a caballo entre el forte y el falsete que queda tirante en la que se aprecia un pequeño trémulo, que, de otro lado, y siendo disco, se hubiera podido corregir.

Alagna hace un viaje operístico tocando todos los estilos, ópera italiana, francesa, polaca, rusa, barroca e incluso guiña el ojo a Wagner con dos arias de “Lohengrin” que se le hacen un tanto pesadas para su vocalidad. Pero aporta algo con este trabajo, y es el frescor de piezas totalmente para mi desconocidas que hacen brillar aún a una voz que de por si es poseedora de una belleza que, gracias a Dios, conserva intacta.

No hace falta decir que continúa siendo un auténtico lujo y placer escucharle en francés, una lección de canto cada vez que incursiona en este tipo de repertorio, y consigue emocionar con piezas tan poco frecuentes como la “Sadko” de Nikolai Rimski Korsakov o el lamento barroco de Pergolesi, “Ogni pena cchiu spietata” de la ópera “Lo frate ‘nnamorato”.

El equilibrio del disco es magistral a pesar de que la pieza escogida para abrir un generoso recital de 1 hora y media de duración es la que menos en estilo le va a Alagna. Ese “Sento avvampar nell´anima… Cielo,pietoso rendila” del “Simon Boccanegra” de Verdi, para mi demasiado acelerada en la que echo en falta una voz más spinto que la que posee el francés para cantar este ròle.

Difícil y comprometida en agudos “Le Postillon de Lonjumeau” en la que hace alarde de una zona aguda aún bien conservada, un tanto más tirante que años ha, pero que llega a los tremendísimos agudos que dejó impresos el compositor Adolphe Adam. Es disco. No puedo saber si hay o no trampa y si hubo o no repeticiones, pero la valentía de Alagna en abordar este tipo de piezas merece sin duda una ronda de aplausos.

 

Su flirteo con el idioma polaco, claro homenaje a su esposa, la también soprano Aleksandra Kurzak, hacen patentes una vez más la capacidad camaleónica de un Roberto Alagna que parece no tener límites.

Y en la parte final del disco, serenatas, músicas más populares, compás de vals, y crossover culminan una excelente propuesta de la que destaco, sin lugar a dudas ese “Le millions d´Arlequin” de Riccardo Drigo, que nos recuerda una vez más, con un nuevo puñetazo, el por qué sigue -me sigue- gustando tanto Roberto Alagna: por su belleza tímbrica, por su gusto, por su fraseo, por su sonrisa en la voz, porque expresa… porque simplemente, me emociona. Me llega.

Muy recomendable su versión de “La Spagnola” y “Be my love”, y ese “Sognare” final que él mismo compuso, es una declaración de principios e intenciones, de un hombre inteligente y comprometido (la letra no tiene desperdicio).

Soñar, esto es lo que he vuelto a hacer con Roberto. Con Robertíssimo…

 

Final round

Y creo que a estas alturas del combate, Alagna le está ganando nuevamente el pulso a Jonas sin lugar a dudas. Quedan los últimos segundos antes de que suene la campana, pero creo que el resultante es aplastante: Jonas no puede competir con Alagna ni en belleza de voz, ni en estilo, ni en salud vocal. Aquél que emociona, aquél que hace que tu cuerpo se estremezca con un escalofrío cuando emite notas, es quien gana.

Suena la campana, ahora sí.

Se acabó el asalto, el árbitro -o sea yo- que a estas alturas lleva a sus espaldas los dos discos y vario rato de crónica levanta por fin victoriosa la mano de Alagna. Roberto, campeón.

 

 

 

 

 

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