Simon Boccanegra en el Liceu: El poder de los poderosos
La de ayer noche fue la tercera y última de las representaciones de “Simon
Boccanegra” que el Maestro Domingo interpretaba estos días en el Liceu de
Barcelona.
La de ayer, fue la segunda vez que le escuchaba en una ópera verdiana en el
Teatro de las Ramblas con el añadido de estar escenificada, pues siempre le
había visto allí en versión concierto.
La de ayer por otro lado, concluía unos especiales fastos para el artista: nada
más y nada menos que sus cincuenta años de debut en este teatro y de relación
con el público liceísta.
La de ayer sin duda, será otra de las noches a guardar en la retina y en la
memoria que se irán sumando en mi especial haber con el cantante.
Pero de lo que estoy casi segura de poder afirmar es que la de ayer no será
ni mucho menos la última de sus funciones en el coliseo barcelonés, siempre que
la salud le respete mínimamente, porque sus notables ganas de continuar se
mantienen intactas a sus 75 años.
Carga emocional
Al cabo de tres horas desde que empezaran a sonar los primeros compases, el
público del Gran Teatre del Liceu -lleno hasta la bandera y sin ninguna
localidad libre- rendía su especial tributo a todo el elenco artístico, pero, de
forma especial y estruendosa, al gran Plácido Domingo.
El teatro en pleno de pie, desde la primera fila de platea hasta la última
fila del quinto piso aplaudiendo sin parar. Gran emoción. Ello, obligó al
artista a adelantarse por dos veces. Los bravos y el entusiasmo brotaban y paseaban
con descaro por el teatro, intentando poner punto y final a una noche llena de
estallido sentimental.
Buenas vibraciones y atmósfera festiva para los cantantes que llenaban el
escenario.
Emotividad más que justificada para quien fue el alma de este Simon.
Pero también sentimientos a flor de piel para aquellos que fuimos a
disfrutar y a sentir, dejando de lado prejuicios, aspectos técnicos, adecuación
de voz, y de todas estas cosas de las que tanto se ha hablado desde que Domingo
aterrizó el pasado lunes en Barcelona.
En definitiva, aquellos que somos aficionados vamos al teatro a sentir. A
disfrutar. A dejar que la música nos subyugue. A dejarnos embrujar y seducir por
el arte del cantante. A recibir generosamente los sentimientos que estos
transmiten y proyectan e inundan nuestros cuerpos y anidan en nuestros corazones.
Vamos, en definitiva, a gozar de un terremoto de sensaciones que se traslucen de
la interpretación emotiva del artista. Vamos pues, y repito de nuevo, a sentir.
Con el corazón. Con el alma. Con todos los sentidos.
Los aplausos a un inconmensurable artista como es Domingo no dejaron
indiferente a nadie, se mire desde la perspectiva que se mire. Vivir las tres
horas de ayer noche no tiene precio… Como tampoco lo tiene vivirlo al lado de
alguien a quien quieres mucho y que es cómplice por voluntad propia de la
ilusión de otra persona. Eso, este pequeño gran detalle, esta pequeña gran
armonía solo se encuentra en la figura de una madre. Y por ello, le doy las
gracias de corazón, aunque como consecuencia de la emoción por mi vivida, se
levante hoy con el brazo lleno de moratones.
Cuadros, cubos y espejos
Y como ya viene siendo una pesada losa, este “Simon Boccanegra” liceísta se
apuntó al carro de las escenografías modernas que a pesar de no ser de mi
gusto, tenía la decencia – gracias a Dios- de que no molestaba ni distraía en
exceso al espectador.
La distracción mayoritaria fue, como siempre, la tos incontenida y sin
sofocar de algunos de los asistentes a la representación. Una lástima tener que
decir que la de ayer, fue una de las funciones más ruidosas de muchas a las que
he asistido en el Liceu.
La escena que firma JOSÉ LUÍS GÓMEZ
nos presenta un espacio completamente atemporal, y a ello también contribuyen
las vestiduras que ALEJANDRO ANDÚJAR propone
para el vestuario, prendas bastante más que actuales, entre las cuales se
erige, siempre elegante, el frac que el Dux luce en la escena del consejo, el
cual, no tenía que haberse quitado.
El decorado, a base de composiciones cúbicas con voluntad de espejo, asimilaba
claramente la idea de un rompecabezas dando un buen juego para separar y crear
espacios. La única cosa positiva era que cuando los intérpretes daban la
espalda al público, sus caras, se reflejaban, ayudando a no perder ni un ápice
de expresión.
Poca química artística es la que hubo con los protagonistas principales,
sobretodo en la pareja protagonista Amelia-Adorno. Un poco más con el Dux, sin
embargo, que estuvo puesto en su papel durante toda la obra.
Entrallado musical
El maestro MASSIMO ZANETTI al
frente de la ORQUESTRA SIMFÒNICA DEL
LICEU mantuvo un buen pulso a lo largo de toda la obra, acompañando y
secundando discreta, pero de forma efectiva, a los cantantes. Tan solo en los
primeros minutos de la obra me pareció que sonaba quizás con un exceso puntual
de volumen que no se repitió a lo largo de la representación.
Es de justicia nombrar y resaltar la intervención del COR DEL GRAN TEATRE DEL LICEU, que en las óperas de Verdi toma gran
protagonismo y del cual se hizo eco desde la primera aparición consiguiendo el
gran clímax en el momento final de la escena del consejo.
La soprano nata en Gran Canaria, DAVINIA
RODRÍGUEZ debutaba en el Gran Teatro del Liceu, con una baza más que
ilusionante. Hacer el debut en un coliseo como el barcelonés y al lado del más
grande, era para ella, sin duda algo muy especial.
Lució una voz firme, interesante me pareció al principio y con un tanto de timbre
oscuro que hace que la voz no sea homogénea cuando pasa del centro a la zona
más alta. Su discurso fue bueno pero faltó algún matiz, algún piano, alguna
sutileza más, adjetivo que se le olvidó un poco en más de un momento.
Escuchando su voz me daba la sensación de que la voz se le quedaba pegada a la
garganta, y ello le hacía entumecer su instrumento.
Su aria “Come in quest´ora bruna” no fue premiada con ningún bravo. Los
primeros que escuchó fueron siempre en escenas conjuntas, aunque en la ronda
final de aplausos fue muy bien recibida.
Llovieron bravos al finalizar su aria “Cielo pietoso rendila” a la que ayer
puso voz el tenor mexicano RAMON VARGAS.
Hizo una buena creación de Adorno con voz solvente, que llegaba, sin
embargo ha perdido aquel brillante esmalte que antaño tenía, aunque se mostró
regular a lo largo de toda la representación.
El Fiesco de FERRUCIO FURLANETTO
también fue uno de los más aplaudidos y le encontré en bastante buena forma, si
bien a nivel escénico la caracterización de su personaje brillaba por su
ausencia.
Sin embargo la imponente voz de ELIA
FABBIAN se erigió ya desde su primera intervención en una de las más
interesantes. Buena voz, buen timbre. Amplitud y volumen abalaron los bravos
más que merecidos a lo largo de los aplausos.
Porque es un Maestro
Sólo hay una palabra para describir lo que Domingo hizo ayer por la noche
en el Liceu, y con la que estoy completamente de acuerdo.
Sólo se puede calificar así y es de justicia que cite al artífice del
comentario. Éste, no es otro que mi hermano, que desafortunadamente no vivió la
función, pero la ha revivido conmigo desde ayer noche. Y al relatar – aún incrédula-
de cómo alguien es capaz de emocionar de la manera que ayer lo hizo Domingo,
simplemente concluyó con esta afirmación: “Porque es un Maestro”.
Sabio, mi hermano.
No voy a entrar a hablar del estado de la voz PLÁCIDO DOMINGO porque cada uno lo ve con diferentes ojos y lo
escucha con diferente oído.
Tampoco quiero hacer apología del intérprete, pues sería entrar en un bucle
y dar de comer a aquellos que disfrutan de un manjar que no son capaces de disfrutar
de otra manera que no sea con pena y mala gana, recordando al artista que
Domingo ha sido. Y que es aún. No olvidemos el matiz.
Particularmente le escuché muy bien de voz y muy regular a lo largo de toda
la función de ayer, sorprendiéndome gratamente.
Pero, no, no voy ahora tampoco a hablar de ello. Cada uno que juzgue lo que
crea.
Simplemente me limitaré a decir lo siguiente: que cada uno escoja a quién
quiere ir a escuchar. Que elija a quién quiere ir a disfrutar, con quién quiere
gastarse el dinero de unas entradas – por cierto nada baratas. La oferta es
variada y amplia.
Pero sí que quiero concluir con la siguiente reflexión: que un cantante;
que un intérprete; que un ARTISTA como
es este señor que responde al nombre de Plácido Domingo consiga con 75 años a
sus espaldas que a cada frase se me ponga la carne de gallina, es cómo para
pensárselo, porque hay muchos de 40 y pico que no me provocan ninguna clase de
sentimiento ni sensación.
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