Descubriendo la voz de Jonathan Tetelman

 



 

A colación de un interesante artículo publicado por el diario nacional argentino “La nación” firmado por Cecilia Scalisi con motivo del paso por el Teatro Colón del tenor de origen chileno criado en Nueva Jersey, JONATHAN TETELMAN que Mónica Menconi tuvo la gentileza de compartirme, quiero antes de empezar a escribir sobre lo que verdaderamente me apasiona, la ópera, hacer una reflexión acerca de la moral de Tartufo, la moral del impostor.

La moral del impostor - LA NACION

De este interesante artículo, que enlazo  a continuación, quiero sacar a la luz estas palabras que, a la que suscribe, la hacen reflexionar:

“Y dado que también el domingo se celebró en el Colón el debut de un cantante extranjero que triunfa en el mundo —el tenor norteamericano de origen chileno Jonathan Tetelman—, y que su arrolladora presencia suscitó un debate virtual despiadado, me siento tentada de darle una vuelta a esa tuerca infinita que es la literatura de Molière y prestarle atención a la moral del Tartufo, la moral del impostor.

Porque en este tiempo de realidades paralelas y redes sociales, de fraudes y charlatanes erigidos en críticos de medios de morondanga (medios que son sus propias páginas de Facebook o Instagram), nuestra sociedad está como ese elenco incauto de Moliendo a Molière, a expensas de Tartufos que falsifican identidades y profesiones, y que se sienten con la superioridad intelectual de explicarle al público, de revelarles a esas miles de almas que el domingo vibraron de emoción ante una voz despampanantemente hermosa, luminosa, apasionada, íntegra, joven, sincera, viva y real, que todo eso es mentira. Que están equivocados. Que la emoción es un sentimiento amateur.

¡Una farsa! porque debe ser el primero y último deseo de todo aquel que pisa un escenario: erizarle la piel a quien lo escucha. Se tiene o no se tiene el don. Y la mayoría no lo tiene, pero el tenor del domingo, sí. Y de sobra.”

 

Voy a comentar en dos partes este párrafo que me parece de lo más genial que he leído en años.

En primer lugar me voy a centrar en lo que la autora llama “la moral del impostor” y en cómo lo liga de una forma realmente asombrosa con el uso y abuso de las redes sociales y de los intrusismos en el terreno profesional del mundo de la ópera.

No soy una crítica de ópera, ni una erudita ni nada por el estilo. Nunca me he considerado como tal ni nunca lo haré porque para ser crítico y dedicarse a esto se precisa de un conocimiento teórico-técnico musical que no poseo. Por esto, este lugar que publico es un lugar personal de opinión en dónde afloran los sentimientos que a mi me provocan los cantantes cuando los escucho, un lugar para compartir sensaciones y para dejar testimonio de lo vivido a todos aquellos que, como yo, hubieran querido estar en ese momento concreto en aquel lugar en el que yo estuve disfrutando de una noche de ópera.

Quizás por esto jamás me he sentido como una impostora en el mundo de la ópera porque tengo muy claro cuál es mi posición, mi conocimiento y lo que puedo aportar.

Aún así, creo que son necesarios artículos como el que firma la señora Cecilia Scalisi para que, aquellos “Tartufi” de turno que sienten que tienen absolutamente la verdad en sus manos (cuando tan solo tienen, como yo, una opinión basada en gustos personales careciendo de título oficial que acrediten sus tajantes y severas afirmaciones) se paren  leer esto reflexionen, y con humildad e la inteligencia humana que caracteriza al que sabe rectificar, rectifiquen, piensen y pongan los pies en la tierra.

Yo soy una aficionada a la ópera y este género es el motor y la gran pasión de mi vida, pero no dejo de ser una humana con opinión, con mis propios gustos y preferencias, y con un bagaje en mis espaldas de más de 35 años que me permite volcar mi más sincera opinión de una forma extensa y ahondando en cada detalle en un espacio donde no hay límite de palabras ni en el cual tengo que quedar bien con nadie ni escribir de una forma políticamente correcta para contentar lectores, afianzar suscriptores ni para obtener mentores que puedan financiar proyectos que aviven la hechida vanidad del que escribe, no por placer, sino por retribución.

Aquí no, aquí se vierte la opinión que emana directamente del corazón, la que para mi puede ser más útil al profano que, como yo, disfruta de las voces, se emociona y con el poder de la voz y la música se traslada lejos de la cotidiana realidad que todos tenemos en nuestras respectivas vidas y trabajos. Sí que me permito usar tecnicismos si los conozco sin ánimo alguno de rozar la pedantería, es algo connatural en el que opina y expresa cuando sabe o tiene idea de lo que habla, pero, tal como reza el artículo que cito en su párrafo final, al final lo que verdaderamente importa es que el cantante que esté encima del escenario nos emocione, nos llegue, nos haga erizar la piel cuando lo escuchamos.

Si esto se produce, y no es fácil de que se de esa comunión artista-público, entonces, es que quien está pisando las tablas sirve, amén que el que escucha le pueda gustar más o menos, y que produzca el mismo efecto o reacción a todos, porque señoras y señores, para gustos, los colores, y no todo el mundo llega al cielo de la misma manera ni con las mismas sensaciones. Esto, precisamente esto es la riqueza del arte y de la música en su máxima expresión.

 

Jonathan Tetelman

A todos nos cuestan las cosas nuevas. Unos sobrellevan mejor los cambios porque tienen mentes abiertas y caracteres afables, curiosos e ideas más progresistas. Otros, como la que suscribe, se considera el antítesis de esa postura. Necesito analizar el cambio, verles sus pros y sus contras, tengo curiosidad si, pero la puedo medir, y musicalmente hablando, mis pensamientos son muy conservadores. Hay quien se atrevería a decir que, anclados en el pasado, y a veces, no les faltaría razón, pero, es el pasado lo que aún continúa erizándome la piel. Y esto quiere decir algo.

Exigente, sí. Mucho. Sé lo que quiero y cómo lo quiero. Por esto me es tan difícil encontrar voces que realmente me entusiasmen, que sean lo suficientemente interesante como para dedicarle horas y horas para emocionarme porque precisamente, horas no me sobran.

Creo que la música y las sensaciones que por ella misma provocan no se pueden forzar. O se dan o no se dan, tan claro como que dos más dos son cuatro. Matemático, no falla. No se puede desear que alguien te emocione a base de escucharlo una y otra vez, si en una primera impresión ya no lo consigue como alguien que está enamorado puede forzar que el otro se enamore si no le provoca ninguna clase de sentimiento.

En eso consiste y reside el poder del artista, del cantante de ópera, en el emocionar con cuatro notas a aquél que está al otro lado del escenario – en el mejor de los casos- o con los auriculares en los oídos desde el cómodo sofá de casa dispuesto a que entre un soplo de aire fresco por la ventana. Y emociona porque sabe como comunicar. Y comunicar es uno de los pilares básicos y requisito sine qua non del cantante de ópera. Si no hay comunicación no llegas al público. Si no llegas al público, no hay emoción. Nuevamente matemática pura y dura.

Y el cantante de ópera esto o lo tiene o no. Pero al igual que el oyente, tampoco lo puede forzar.

Por esto para mí hoy me es muy grato venir a mi espacio para hablar de alguien que ha conseguido levantarme de la silla y haciéndome emocionar en una primera escucha de su voz. Realmente, JONATHAN TETELMAN ha conseguido un casi imposible, algo que muy pocas voces han conseguido en todos estos años que llevo enteramente entregada al mundo de la ópera.

 

Hace unos días su paso por el Colón ha suscitado un gran número de reacciones y opiniones como no podía ser de otra manera. Pero, ante el interesante artículo que cito a principio de este escrito y por el reiterado intento de Mónica de querer hacerme conocer esta voz, me dije, “¿por qué no? Vamos a ello” y mi mesurada y prudente curiosidad me llevó hasta un trabajo de este tenor llamado “The great Puccini” grabado en 2023 para Deustche Grammophon.

https://open.spotify.com/intl-es/album/3jXBDXu9NiK2Jsr6gi8aUs?si=maU4Q9wtRG2i24dTbj-ZNg

Debo confesar, pero, que he sido un pelín tramposa. Puccini para mi es una debilidad, pero también es una música que, bien interpretada, y releed el matiz – digo bien interpretada, que no cantada, que es un requisito que ya presupongo existe o debiera existir de bajada de bandera- me emociona hasta lo más profundo de mi alma.

Pero la trampa no residía en la música de Puccini, sino en examinar primero a Tetelman. No le di oportunidad de ganar por puntos y luego valorar, lo sometí a una muerte súbita, o todo o nada. Si superas este único asalto, quizás luego tenga interés y te escuche en el resto del trabajo si, con mi maquiavélica elección, eres capaz de emocionarme y hacerme sentir algo.

“E lucevan le stelle” fue la pieza escogida, porque hay parte de recitado al principio, es una pieza en donde se puede ver fácilmente si la unión de la voz y la orquesta van a compás, también se puede observar la capacidad de fiato que tiene esa voz y la combinación del lirismo con el dramatismo y como lo diferencia. Sí, lo confieso que tuve mucha malicia, pero, sorprendentemente a lo que pensaba, la voz de JONATHAN TETELMAN no me dejó indiferente. Y eso ya es mucho para mí. Se había ganado al menos la gracia de darle la oportunidad de intentar emocionarme.

Y a sabiendas de ese “E lucevan le stelle” vislumbraba ya en el horizonte que así sería.

 

Primera impresión

Lo primero que me llamó la atención de la voz de Tetelman cuando el viernes por la tarde le escuché “E lucevan le stelle” es, sin duda alguna, lo primero que todo oído humano percibe y es el timbre de voz.

Poseedor de un timbre de tenor muy bello, JONATHAN TETELMAN ha heredado de los más grandes un gusto exquisito por el fraseo – amén de que se le entiende todo palabra por palabra – y posee la rara y muy codiciada cualidad de dar sentido a las palabras que canta, sabiéndole dar la incisión de la que precisan en cada momento. Esta “vis rara” de la que tantos y tantos coetáneos y – no tan coetáneos suyos- no poseen, la hace jugar como una de sus mejores bazas junto con un “squillo” de absoluto lujo que le permiten pasear su voz por la zona alta con mucha tranquilidad en un repertorio, al menos en este disco, muy amado por el público verista.

Destaco también de su voz, como he dicho antes su capacidad de fiato asombrosa, así como el uso sin abuso del legato y ataque directo del agudo sin recurrir al portamento que, ayuda al ascenso a la parte alta, pero que a veces afea la elegancia del canto.

Todo esto, que no es poco, es lo que puedo destacar después de haber escuchado entero este trabajo de 2023 bajo la impecable dirección del maestro CARLO RICCI al frente de la ORQUESTA FILARMÓNICA DE PRAGA.

Pero, a parte de toda esta check list de indispensables de un cantante de ópera, hay algo que me gustaría destacar por encima de todo y que, en mi particular lista de requisitos siempre está la primera, y es que me haga emocionar, que me haga vibrar, que cuando escuche la voz me haga poner la carne de gallina. Y TETELMAN lo hizo ya con “E lucevan le stelle” y se ganó la oportunidad de volver a intentarlo con el trabajo entero. Y el resultado fue apabullante. Demoledor. Chico, lo conseguiste, si se me permite la coloquialidad del término.

 



Diseccionando “The Great Puccini”

El disco se compone de 15 piezas del repertorio pucciniano, 13  de ellas en solitario y dos dúos. Arias que pueden ser más del agrado que otras, y, en las que también eché en falta algunas que no están que hubieran sido aún mejor complemento para poder apreciar a TETELMAN en momentos puccinianos más comprometidos, pero, básicamente, el amante de Puccini quedará satisfecho aunque no saciado. Se quedará como me he quedado yo con ganas de más.

“Donna non vidi mai” de mi querida “Manon Lescaut” es la pieza que abre este recital y que muy alejado está del estilo del que hace gala en el “E lucevan le stelle” que tenía como referencia. Lo primero que me llama la atención es el estilo de vocalización que, con timbre claramente diferente, me recuerda a la forma de vocalizar de otro de los grandes grandísimos como fue el tenor italiano  FRANCO CORELLI, no en vano, Tetelman se confiesa admirador del de Ancona, y de PLÁCIDO DOMINGO. Casi nada. Pesos pesados de la ópera.

En este pieza en la que encarna a Des Grieux, joven estudiante enamorado perdidamente de Manon Lescaut hace alarde de ese “squillo” que tan bien le viene a la juventud del personaje que se abre al amor por primera vez lo mismo que lo hace una flor en plena primavera.

 

Sigue la música con el manido y archiconocido “Nessun dorma” de la “Turandot” una pieza en la que la popularización hecha por el recordadísimo LUCIANO PAVAROTTI, que hizo de ella su gran caballo de batalla, hace ineludible la comparación, que siempre es odiosa. Pero, intentemos aislarnos – si podemos- de los grandes y disfrutar de la lectura que hace Tetelman. Valiente, sin titubeos y de ascensión fácil al agudo que no prolonga tanto como el de Módena, claro está, pero su versión es muy buena.

 

Con “Parigi è la città dei desideri” de “La Rondine”, Tetelman se pone en la piel de Ruggiero, enamorado de Magda, una mujer de moral más que discutible. Quizás no sea esta aria una de mis preferidas, por tanto, no la hubiera incluido en el disco, pero de nuevo aquí se puede observar su fraseo elegante, el timbre precioso y ese squillo que tan bien aúna cuando lanza al aire la palabra “luce” en la frase “ch´è luce della vita”. Hay un verdadero estallido de luz en este momento en concreto.

 

Y entramos en el Puccini profundo, pero popular. En la ópera que todo tenor quiere cantar y a la que muy pocas voces le han hecho justicia. Una ópera preciosa, conocida, amada y a la par, dificilísima que hace las delicias del que se aproxima por primera vez a ella, pero también de los que llevamos mucho tiempo escuchándola. Por su frescura, por su argumento, por su sensibilidad y por la belleza de la música que emana de la pluma de Puccini, un disco de Puccini sin “La bohème” sería como un día de playa sin sol.

Se encadena con solución de continuidad el “Che gelida manina” y el dueto con Mimì “O soave fanciulla” en el que Tetelman está acompañado por la soprano FEDERICA LOMBARDI.

Y de nuevo te hace emocionar abriendo ya solamente la boca y, sabe diferenciar muy bien la parte “más recitada” por decirlo de alguna manera, de la parte más lírica y comprometida (“Tallor, dal mio forziere”), donde todos las emociones afloran en un estallido musical hasta culminar en el clímax final del aria. Fraseo absolutamente genial junto a una belleza extraordinaria te hacen captar completamente la atención a un canto cuidado, estudiado y matizado al milímetro hasta el punto de hacer variaciones en la voz cuando entona “In povertà mia lieta, scialo da gran signore” que imita a una voz gruesa de hombre en claro contraste con su joven voz de poeta.

Impresionante su demostración de fiato y de legato en “Chi son, chi son, son un poeta che cosa faccio, scrivo, è come vivo… Vivo…”  que enlaza de forma magistral con la parte de volada más lirica culminando con una “Speranza” firme, segura y redonda que sabes ya desde que empieza el aria que no puede acabar de otra manera que con una irrupción emocional de quien lo está escuchando.

Seguidamente, y se agracede se inicia el “O soave fanciulla” y, quiero destacar algo que me gustó especialmente y es la carencia del portamento al que muchos tenores recurren para pasar del “il sogno ch´io vorrei sempre sognar…. Fremon già nell´anima” atacado después de un breve silencio que, a mi personal gusto, da un toque más elegante y omite el efecto de la extenuación del tenor para pasar sin tomar fiato al “Fremon”. Bravo, lo aplaudo, y me gusta.

Expresiva me ha parecido la voz de FEDERICA LOMBARDI aunque en alguna nota me ha dado la sensación de que la voz quedaba un poco en la nuca, pero, han culminado un finale en forte, tal como la tradición requiere, quizás un poco corto a mi gusto.

 

Y cerramos el capítulo dedicado a “La bohème” con el cuarteto del tercer acto “Dunque è proprio finita, te ne vai, te ne vai la mia piccina” en la que un avivado y apasionado Tetelman-poeta, rima a la perfección verso con música con un volumen justo y adecuado sin buscar el efectista forte que a veces en escenas que no precisan de arrojo y gallardía, y se agradece. Destacar de nuevo el fraseo y el timbre impoluto y bello de este tenor que consigue de nuevo emocionarte y hacer que tengas escalofríos en pleno verano con un maravilloso efecto que va del piano a un forte moderado en su “Ci lascierem alla stagion dei fior”.  Mimì deseaba que invierno fuera eterno para que Rodolfo no la deje. Yo deseaba que eterno fuera ese momento de comunión experimentado entre tenor y oyente.

 

Y llega el turno de la “Tosca” quizás la obra maestra del gran Puccini y sus dos arias claramente para voces y estilos completamente diferenciados, el “Recondita amornia” que da luz y llena de belleza la iglesia de Sant´Andrea della Valle y la desesperada “E lucevan le estelle”, el adiós a la vida más bello que jamás nadie haya compuesto ya que, solo al escuchar la flauta que precede el aria dices, “aquí voy a escuchar algo realmente grande”.

Un “Recondita” bien cantado y ejecutado que contrasta a la perfección con un adiós a la vida valiente, en la que volví a constatar todo lo que el día anterior había ya escuchado: fraseo elegante y dominio del fiato que emocionan. Quizás aquí lo único que puedo comentar que no me convenció – en la segunda escucha- y es que me pareció que ciertas vocales estaban distorsionadas en el sonido, como cerrando notas de pasaje. Cuando entona “è non ho amato mai tanto la vita, tanto, la vita”, esas “aes” de “vita” suenan más como “oes” que como “aes”.

 

Quizás “Ah, Manon, mi tradisce il tuo folle pensiero” sea de “Manon Lescaut” mi aria de tenor preferida, por el momento dramático que la envuelve, por el juego actoral del personaje, por el conjunto de sentimientos y de pasiones y vencimiento del protagonista, pero también porque es la primera aria veramente verista de Des Grieux.

Creo que a Tetelman aún le falta este punto de dramatismo en la voz. Lo canta muy bien y de forma elegante, pero creo que no es un momento de hacer alarde de elegancia, sino de desesperación. Quizás porque esté influenciada por la interpretación que de esta pieza hace PLÁCIDO DOMINGO, y no puedo evitar el compararle con él en una ópera que está dentro de mis cinco favoritas.

Puedo e intento entender la filosofía de Teteleman en la ejecución, Des Grieux es casi un niño, tiene 18 o 20 años. Llora y suplica, implora como un niño, no con la exuberancia de un hombre maduro y de mundo al que se le agota la paciencia a la de tres. Quizás esta sea su lectura. Sí que quiero destacar de nuevo que evita el uso del portamento en “io tu schiavo e tua vittima descendo, la scala dell´infamia”.

 

El squillo nato de su voz brilla de nuevo en “Madama Butterfly” en el tercerto “Che giova? Io so che alle sue pene” que te deja con la miel en los labios al visualizar el gran Pinkerton que espero que sea, pero, te quedas con las ganas de que la siguiente pieza sea, como no, el “Addio, fiorito asil” y no es así, quedándote ansiosa por ver como ese squillo y bello timbre culminan ese “non reggo al tuo squalllor, ah son vil, ah, son vil…”. Suerte que hoy en día internet es una ventana abierta a la ópera.

 

Aunque el inicio de la carrera de Tetelman fue baritonal, para mí donde menos brilla en el bloque dedicado a “La fanciulla del west”. En mi opinión, la primera pieza está mal escogida.

Hasta aquí en este punto del recital TETELMAN  ya ha puesto encima de la mesa todo sus recursos: potente fraseo y habilidad comunicadora, capacidad de conexión con el oyente, squillo, timbre bello, dominio del fiato y control sin abuso del legato. Entonces, por qué escoger otra pieza para demostrar su capacidad de ascendencia fácil al agudo como es ese vals “Quello que tacete, me lo ha detto il cor…” que dicho sea de paso está bien ejecutada, obvio, amén de unos graves un tanto justos.

Pero,  ¿por qué no la extraordinaria aria del segundo acto “Una parola sola, non mi difenderó…sono un dannato, lo so, lo so” donde hubiera tenido la posibilidad, al igual que en el “E lucevan le estelle” de hacer alarde de un fraseo en la parte más recitada (Ma non vi avrei rubato…), de conciliarse ya ahondar en la parte más dramática (Or son sei mesi…) para culiminar en el lirismo más puro pasión de (È il labro mio, mormorò un´ardente preghiera…) y ascender con insultante facilidad al agudo?

No lo entiendo. Creo que tiene valentía y arrojo para hacerlo. La espero con ganas.

Y quizás fue en “Ch´ella mi creda” la pieza en la que menos brilla la voz de Tetelman, y es donde me dio la sensación de unos agudos no tan bien apoyados en comparación con el resto de todo el recital. Quizás la voz no esté aún en el punto de cantar Fanciulla.

 

Si lo que un amante verista busca es la pasión desbordada que supure a tutiplén por todos los poros del cuerpo, entonces, este fragmento de “Il tabarro” es su pieza de cabecera. “Oh Luigi, Luigi…” con el acierto de ofrecer todo el dueto entre Giorgetta (Vida Mikneviciute) y Luigi – con una breve intervención del barítono-. Es un dueto explosivo, bellísimo en el que el oyente sabe lo que quiere y cómo lo quiere.

Creo que aquí TETELMAN hace baza de su inteligencia y no cae en el recurso de copiar antecesores suyos, grandes Luigis que todos tenemos como referencia.

Si bien para mí no supera su primer arrebato pasional con ese “Preferisco morir alla sorte” en la que esperaba mucho más volumen, el de Nueva Jersey opta por un ataque comedido, y vuelven a desfilar de nuevo por el escenario su bonito timbre y elegante fraseo, y, con ellos da la estocada final al que lo escucha. Quiero hacer especial mención a la primera frase “baci senza fine” en como pronuncia ese “baci” absolutamente arrebatador y con toda la intención de clavar la banderilla, y al contrario de lo que se puede imaginar, aquí si opta por el portamento en su segundo “e baci senza fine” para finalizar con un pasional “e con gocce di sangue fabbricarti un gioiello” al lado de una no muy interesante, vocalmente hablando, Giorgetta

Es imposible no fijarse en estos detalles expresivos y vocales y más cuando eres conocedor de la obra, ahora bien, en este punto quiero hacer una reflexión.

Estoy hablando todo el rato de recursos expresivos y de fraseo, pero me pregunto si, todo esto que estoy destacado y que a mi me emociona y me hace erizar la piel, es fruto del recurso estilístico llevado al extremo con una inteligencia absolutamente pasmosa, o, si en algún momento, hay lugar a la improvisación y espontaneidad fruto de la introspección del cantante en el personaje en cuestión y de los propios sentimientos que en él provocan cuando canta.

Imagino que debe haber de ambas cosas, por esto, me gustaría escuchar un directo suyo. Al fin y al cabo, el disco, puede conseguir el efecto perfecto, perseguir lo que se desea ofrecer a base de la repetición y del corta/pega.

Indiscutiblemente me gustaría vivir emociones como las vividas en este disco, pero en directo, cuando el cantante recibiendo las enfurecidas muestras de delirio del público, se permite “soltarse un poco la melena” y antepone pasión al tecnicismo.

Después de este dueto del Tabarro, claro está que me quedo con las ganas de escuchar su “Hai ben raggione” pieza que a mi personal gusto hubiera sustituido a la de “Parigi è la città dei desideri” sin lugar a dudas.

 

Las dos últimas piezas del recital son “Non piangere Liù” de la “Turandot” muy bien interpretada y sin portamento en el ataque al agudo final y el aria de “Le villi”, “Torna ai felici di” en la cual escatima la infernal salida “Ecco la casa, dio che orrenda notte” que hubiera sido también otra muy buena oportunidad de disfrutar de su fraseo y ataque valiente de agudos lacerantes. Aún así, la parte más lírica del aria que nos ofrece, imprime una interpretación de absoluta calidad.

 

Post-análisis

Creo que después de este exhaustivo comentario de opinión, supongo quien lea esto no puede caer en la indiferencia y, si es que tiene una mínima curiosidad, acudirá a escuchar a este tenor, para mi hasta el viernes, conocido solo por nombre, pero ahora, feliz y contenta de haberlo descubierto. Gracias Mónica por tu siempre valiosa aportación.

Es joven, y parece que, de momento, con la cabeza bien amueblada. Que Dios le de mucha salud y sensatez para llevar y mantener una exitosa carrera. Ha conseguido cosas difíciles ya, desde mi más humilde opinión, y es emocionar y convencer. Con esto tiene mucho de ganado. Ahora paso, a paso, “chi va piano, va lontano” así dice el buen refrán del italiano…

 

 

 

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