Y de Chiclana…al cielo

 



 

No se me ocurre mejor forma de culminar una noche de verano que yendo a un concierto de aquel mayúsculo artista que es el gran PLÁCIDO DOMINGO, la voz que me ha acompañado toda la vida, quizás incluso ya desde muchos años antes de ser consciente de que acabaría amando la ópera hasta límites completamente insospechables.

Este concierto del pasado domingo día 3 de agosto era el segundo de dos que ha ofrecido en España en el margen vertiginoso de tan solo 4 días: el primero, el día 30 de julio en el Muelle Live de Alicante y, el segundo, en el marco del Concert Music Festival de la localidad gaditana de Chiclana de la Frontera.

 



Responsabilidad marquetiniana

Anunciado el primero a bombo y platillo y con una antelación de unas tes semanas, el contraste con la escasa publicidad hecha desde la organización del Concert Music Festival sorprende y brilla casi por su ausencia. El por qué, no lo sé, pero con decir que en los autobuses urbanos de Chiclana salían anunciados muchos de los artistas que desfilaran por el festival y que alguien de la categoría y carrera de Plácido Domingo no tuviera ni tan si quiera un póster para él, es muy decepcionante. Pero lo que más me impactó y me parece francamente vergonzoso, es que en la entrada al concierto, el día de su concierto, no hubiera ni tan solo una imagen suya como parte integrante de uno de los artistas invitados al festival. El gran Plácido Domingo no se merece esto en absoluto.

Si comparo con otros festivales de verano a los que he tenido la suerte de asistir, el Concert Music Festival pierde por goleada escandalosa ya a los cinco minutos de la primera parte de un partido que se tilda ya de aburrido y de segunda división regional, vamos.

No es un enclave de ensueño ni mágico que te hace vibrar y sentir que vas a formar parte de un espectáculo único y especial como sí que pasa cuando pisas el Starlite de Marbella. Eso es otro nivel. Hihg-level, por supuesto.

Comparar es odioso, pero, la vida es así. Es un sitio más al aire libre. Alfombrado de hierba artificial que cubre un suelo de arena en un lugar apartado de Chiclana centro que se hace llamar Sancti Petri y que por la noche se transforma en un nido de diversión y música. Aunque sí que tengo que decir en su favor que se agradecieron las sillas con respaldo para reposar la espalda, y a las que no habría venido pero nada mal haberles limpiado un poco el polvo, y haberles puesto un cojín.

 

Noche de zarzuela

El concierto, con una duración de dos horas, transcurrió sin solución de continuidad, puesto que a las 23.30h había otra actuación en el escenario Lenovo.

Para la ocasión el elenco invitado fue casi el mismo que el que había actuado 4 días antes en el Muelle Live de Alicante. Así pues, Plácido Domingo estuvo acompañado por el tenor alicantino ANTONIO GANDÍA y la soprano mexicana EUGENIA GARZA, (que sustituía a la uruguaya María José Siri que es quien actuó en Alicante) y todos ellos dirigidos por el maestro BORJA QUINTAS al frente de la ORQUESTA SINFÓNICA DE MÁLAGA.

Esperaba mucho más de la Orquesta Sinfónica de Málaga que no brilló especialmente a las órdenes del director Borja Quintas en ningún momento de la noche amén de un repertorio que por si solo brilla ya a las primeras notas.




Después de ejecutar el preludio de “La Revoltosa” se dio la primera de las incursiones del gran PLÁCIDO DOMINGO con una generosa “Mi aldea” de “Los Gavilanes” de Jacinto Guerrero pieza que ha convertido en uno de sus principales caballos de batalla en los conciertos en los que pasea la zarzuela por todos los escenarios del mundo.

Voz generosa, que aún impresiona al escucharla, y sorprende como a sus 84 y medio, su timbre y color continúan intactos, como intacta sigue su ilusión, su entrega y pasión en cada una de sus intervenciones. Algo realmente admirable y envidiable tanto para los jóvenes como a los de su propia quinta.

El primer pensamiento que me vino a la cabeza cuando entonó ese “pensando en ti noche y día, aldea de mis amores, mi esperanza renacía, se aliviaba mis dolores” fue qué poderío aún, aquí está quien aún sigue mandando en los escenarios. Y me puse muy contenta porque auguré una muy buena noche de música y una buena noche de Plácido. Aprovechar esos momentos es por los cuales una se siente afortunada de amar tanto la ópera como lo hago yo.

 

Llegó el turno de la mexicana EUGENIA GARZA que interpretó “Tres horas antes del día” de “La marchenera” de Moreno Torroba. Una voz que no es especialmente bella ni espectacular, que cumple, si, pero que no sorprende ni por expresión ni por interpretación, en un estilo, quizás un poco forzado.

Elegante y esbelta figura, escogió para la ocasión un vestido de lunares blancos con fondo oscuro y un hombro descubierto que le daba un aire muy andaluz.

 

“Luche la fe por el triunfo” de la “Luisa Fernanda” de Moreno Torroba fue quizás la pieza con la que quizás PLÁCIDO DOMINGO estuvo menos cómodo. Y es que los años no pasan en balde para nadie. Y para el Maestro, aunque a veces parece que haya hecho un pacto con el diablo, tampoco. Sorteó y salvó bien la difícil y exigente romanza, que lejos de buscar algo facilón para su reposo vocal, apuesta siempre fuerte sin reparo dando lo que tiene, lo que puede ofrecer y aún más.

 



Qué grata sorpresa fue encontrarme con la voz del tenor alicantino ANTONIO GANDIA, una voz típicamente de tenor mediterráneo, con un timbre y color muy bonito, y con una línea de canto bella, impoluta y agudo seguro y brillante. De esas voces de tenor que, a la que emiten dos notas, la sensación es de que te puedes relajar en la silla porque sabes que no tendrás que sufrir en la ascensión a los agudos durante toda la noche.

Me gustó especialmente este “Bella enamorada” de “El último romántico de Soutullo y Vert”, dicho sea de paso, mi romanza de zarzuela preferida, porque tiene una de las más bellas melodías jamás compuestas en el mundo de la zarzuela que envuelve ya desde las primeras notas. La voz de Antonio Gandía corría fácilmente por el auditorio del Concert Music Festival y su actuación fue muy bienvenida y aplaudida.

 

Siguió el preludio de “La leyenda del beso” de Soutullo y Vert, archiconocida por todos los amantes de la zarzuela y por el resto desde que el grupo Mocedades la escogiera como telón de fondo de su “Amor de hombre”. Y allí se produjo lo que uno como público no quiere nunca escuchar, una desafinada garrafal en el solo de violín que me puso del revés. Que todos somos humanos, si, pero fue una triste nota en una noche que llevaba soñando desde hacía días.

 

Los dúos

El primero de los duetos de la noche vino de la mano del Maestro DOMINGO y de la soprano EUGENIA GARZA en otro homenaje Federico Moreno Torroba y a su “Luisa Fernanda”. En esta ocasión fue el dueto “En mi tierra extremeña” un dúo en el que Plácido Domingo se siente especialmente cómodo y en el que puede lucir y exhibir aún su exuberante belleza vocal.

Y siguiendo con la “Luisa Fernanda” el tenor ANTONIO GANDÍA nos brindó un “De este apacible rincón de Madrid” de absoluto manual, con un buen estilo y línea de canto impecable para dar paso a la manida “Las carceleras” de la zarzuela “Las hijas de Zebedeo” de Ruperto Chapí en la voz de EUGENIA GARZA para mí, fuera de estilo completamente. Vocalmente correcta, pero sin la gracia que requiere esta pieza que tantas y tantas veces hemos escuchado en los conciertos hasta la saciedad.

 

Y en este punto quiero hacer un pequeño paréntesis y dedicar un momento a la reflexión.

Yo me pregunto, habiendo tantas y tantas romanzas tan bellas y bonitas escritas para voz de tenor, soprano y barítono, ¿por qué siempre recurrir a lo mismo?

Puedo entender que el público quiera escuchar determinadas piezas talismán en los conciertos y recitales, pero ¿por qué este arrinconamiento de grandes zarzuelas como Maruxa, El cantar del Arriero, La calesera, El cantante enmascarado, La dogaresa, La Alsaciana, Los diamantes de la corona, Las golondrinas…etc, etc, etc… y una muy largo lista de etcéteras para títulos y romanzas que, albergo la esperanza de que algún día, en algún concierto dedicado a la zarzuela que no se canta nunca, las pueda escuchar. Tengo una bonita lista que algún día, si Dios me lo permite, se la voy a hacer llegar al Maestro Domingo para que me cante todo esto que tantas veces he imaginado como sonaría en su voz.

 

Finalizado este momento de pensamiento interno expresado en voz alta, volvemos al concierto.

EUGENIA GARZA y ANTONIO GANDÍA unieron sus voces para cantar el dúo alternativo al de “Mi tierra extremeña” el “Cállate corazón”, de la también “Luisa Fernanda” y cerrar el capítulo dedicado a Moreno Torroba y dar un golpe de pedal hasta el maestro Sorozábal, otro de los compositores a los que Plácido Domingo siempre ha tenido una especial estima.

 

A por el clímax

Habíamos llegado casi a los tres cuartos de concierto, y esto significaba que poco a poco, la noche soñada se iba desvaneciendo ya, y lo vivido minutos antes se encaminaba ya por el sendero de lo que empezaba ya a tener reminiscencias de recuerdo.

Pero aún quedaba noche. Aún quedaban minutos que tenían que ser aprovechados al máximo. Quien asiste a un concierto del gran PLÁCIDO DOMINGO tiene que tener una cosa clara: cuando piensas que ya lo has visto todo, Plácido ducho en el arte de la magia, aún se saca un conejo de la chistera y te vuelve a sorprender una vez más.

El primero, dentro del programa oficial aún, el dueto de la “Marina” de Arrieta “Se fue, se fue la ingrata” junto con el tenor ANTONIO GANDÍA. Y en ese momento, ya supe que lo escucharía a continuación sería especial.

Qué voy decir a estas alturas de Plácido Domingo que no haya dicho antes, podría entrar en bucle y no salir de él en el intervalo de unas cuantas horas, pero, quiero destacar enormemente la interpretación del tenor. Qué voz tan bonita y ascendió sin titubeo a la zona aguda sin pestañear y haciendo alarde de un timbre muy bonito y que contrastó a la perfección con el tono baritonal de Plácido. Y qué compenetración de ambos en el final del dúo, con un Plácido atento a la ejecución de Gandía esperando que ambas voces se fundieran en un silencio que despertó unos delirantes bravos de los asistentes. Bravi!!!

 

No exagero si digo que lo que se escuchó a continuación fue, para mí, la gran perla del concierto. Debo confesar que tengo también debilidad por esta romanza de “La del manojo de rosas” de Pablo Sorozábal y que canta el barítono, la preciosísima “Madrileña bonita”. Y me apasiona por su música inspirada que huele al Madrid de los años 30 y a verbena, a flores y como no, a rosas. Esta “Madrileña bonita” que tantas veces ha paseado Plácido Domingo por los escenarios y que había casi desaparecido en los últimos tiempos de sus programas, fue rescatada y recuperada con la inteligencia que le caracteriza. Porque es una pieza que la ha podido adaptar perfectamente a su estado vocal actual, porque es una romanza que le da mucho juego, porque es bonita y acaricia muy bien el oído, pero sobre todo porque es una romanza que exige saber cantar, y de esto, señoras y señores, Plácido Domingo sabe muchísimo.

Qué fraseo, qué saber cantar y que sentido cobraba cada palabra y cada nota que salía de su boca. No por nada, creo, ha sido la pieza más compartida y escuchada en redes sociales de concierto del domingo.

Bravo Maestro Domingo!!!

 



Y para rematar el capítulo madrileño, junto con EUGENIA GARZA interpretaron otro de los duetos por los que, disculpad, también siento especial predilección. Quien lea esto dirá que ya llevo unas cuantas diciendo esto. Quizás sea repetitiva, pero es lo que siento porque amo este género tan nuestro tanto como quiero a la ópera (parece que esté parafraseando el “Te quiero morena”). “Hace tiempo que vengo al taller” de “La del manojo de rosas” de nuevo, uno de los pasodobles más famosos de nuestro género junto con el de “El gato montés”.

Y es que lo tiene todo el dueto, parte hablada que tiene su qué y su gracia el decirlo y decirlo bien, al más puro estilo de Madrid, una música que engancha desde la primera nota y… una carga emocional muy importante para mi que me viene de alguien que, ahora desde el cielo, también disfruta conmigo de esta música que me enseñó a querer.

Fue uno de los momentos más aplaudidos por el publico que llenaba el auditorio del Concert Music Festival.

 

Recta final

Pero que sería un concierto de Plácido Domingo sin su querida “No puede ser” de “La tabernera del puerto” de Pablo Sorozábal.

Y cuando la escuché supe que el concierto estaba ya apurando sus últimos momentos cual cigarrillo que se apaga en un cenicero. Y Plácido Domingo que es generoso aún nos ofrecería algún regalo a su público, aunque para mi era la señal que pretendía evitar durante toda un noche que, hubiera deseado, fuera eterna.

La poderosa voz del Maestro con su “No puede ser” dio paso al dueto cantado a tres voces de “El gato montés” del maestro Penella para comenzar el capítulo con toque más andaluz del programa. Este fue el primer bis. Gracias a la generosidad del tenor Antonio Gandía por dejarle esa frase que me levanta de la silla “Qué graciosa es mi gitana, qué preciosa, qué bonita”, como bonita y preciosa continúa sonando la voz del Maestro.

Y lógicamente el público reaccionó como era de esperar pidiendo más y más, al grito pelao de “otra, otra, otra…”.

Y otra vino por supuesto, con un nuevo guiño de Plácido Domingo para con el público andaluz con una deliciosa “La morena de mi copla” que acabó siendo coreada, como podía esperarse, por las gentes del lugar.

Este fue otro de los grandes momentos de la noche y una pieza en la que se puede disfrutar el Maestro con todos los sentidos: su bonita voz paseándose por una melodía simple y pegadiza a la par que preciosa donde las haya. Disfrutar cuando entona su “morena, la de los rojos claveles” es algo que te llena de alegría porque lo canta con tantas ganas, con tanta pasión que te hace rebosar de placer, pero es que la entrada de este “morena…” está tan bien escrito que, en la voz del Maestro te deslumbra. Y ver como lo disfruta al cantarlo, no tiene precio. Lo que transmite en ese momento es indescriptible.

 

Y de Andalucía a Cuba con la entrada de Cecilia de la zarzuela cubana del maestro Roig, “Cecilia Valdés”, otra de las piezas que desde que rescatara la soprano Ana María Martínez se ha convertido en otro de los bises preferidos en los cierres de estos conciertos de zarzuela. Me gustó aquí especialmente EUGENIA GARZA con una interpretación muy acurada y afinada sin caer en la trampa de bailarse lo que no toca y exhibirse cuando no es menester. Sus movimientos no cayeron en la banalidad de otras intérpretes lo cuál merece mi aprobación y admiración.

 

La última de las propinas que nos ofreció el tenor no fue para mí una sorpresa, dado que tres horas antes, cuando había llegado al recinto del Concert Music Festival escuché a lo lejos que la estaba ensayando. La jota de “El trust de los tenorios” y un  “Te quiero morena” muy bien interpretado fue, ahora sí, la antesala del final.

 

Y cuando se escucharon las primeras notas de la “Granada” de Agustín Lara, otra de las piezas preferidas de Plácido Domingo y que se iba a interpretar de nuevo a trío, el público de Chiclana rugió. Tercer guiño andaluz con el que Plácido Domingo, junto con sus compañeros, se metió un público en el bolsillo que, ya hacía horas que estaba predispuesto a esto.

Me gustaría destacar un momento que me pareció muy especial de esta “Granada” y es que las primeras notas de esta popular canción en la voz de Plácido despertaron no solo la admiración del público sino de sus compañeros que estaban encima del escenario. Ver las miradas de cariño y admiración de EUGENIA GARZA y ANTONIO GANDÍA escuchando la voz del Maestro es algo que solo consigue alguien con el talante de Plácido Domingo. Me llevo esa preciosa imagen como broche final.

 



Hasta la próxima

En el cielo es donde acabé al final de esta especial noche en tierra gaditana, como no podía ser de otra manera. Porque escuchar a PLÁCIDO DOMINGO me hace ilusión y feliz, y que una voz con 84 años tenga aún ese poder de seducción para arrastrarme allí donde canta creo, dice mucho de un gran artista.

Qué poderosos son los artistas que emitiendo notas ponen todo tu cuerpo del revés con un inmenso volcán de sensaciones y que, con Plácido Domingo, aún podemos disfrutar. Y por ello me siento inmensamente afortunada y agradezco al Maestro esa entrega, ilusión y pasión, las mismas con las que yo disfruto y he disfrutado en esta que espero que sea la repenúltima de las veces que aún le pueda ver en directo.

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