Jonas Kaufmann: el sueño de una noche de verano en Peralada
“Cielo” y “Chiù” fueron la primera y la última palabra que se escuchó ayer en la clausura de la 26ª edición del Festival de Peralada.
Casi tres horas de ópera que pasaron en un suspiro en una cálida
noche en los jardines del Castell de Peralada, y que afirmaron, por si alguien
a estas alturas aún tiene dudas, que Jonas Kaufmann es, en la actualidad, uno
de los mejores tenores.
Después de la cancelación en 2010 en el Liceu de Barcelona,
con su esperada “Die Schöne Müllerin”, había mucha expectación para escucharle,
y más después del parón forzado que le llevó a no pisar ningún escenario desde
el mes de abril hasta mediados de julio que se presentó de nuevo con un concierto
en Linz.
Si bien ha dejado patente su gran estado vocal con sus
recientes “Ariadne auf Naxos”, “La Bohème” y “Carmen” en el curso del presente
Festival de Salzburg, lo cierto es que tenía ganas de escucharle nuevamente en
vivo constatando que su regreso ha sido
realmente espectacular y en excelente estado vocal.
Por ello debemos agradecer a la organzación del Festival de
Peralada que hayan conseguido que ayer por la noche Jonas Kaufmann nos
brindara, con una inconmensurable entrega, un concierto que estará presente en
la retina y en los oídos de los afortunados que asistimos al mismo durante
mucho tiempo.
Tenor
y público compenetrados
La de ayer son de aquellas noches en las cuales, para sentir,
tienes que estar presente. No basta con que alguien lo cuente. Estas veladas tienen
que vivirse y respirarlas, sentirlas, emocionarte con el arte del cantante,
dejarte llevar y reponder a cada uno de los impulsos con los que tu cuerpo
reaccione.
Sí, Jonas Kaufmann es un tenor mediático, y solo con
pronunciar su nombre lleva aparejado el adjetivo de calidad en una época en la
que, las grandes voces de tenor, de tenor en mayúsculas, escasean.
En este caso, podemos decir que grácias a Dios tenemos la
suya, permitiéndonos disfrutar de toda una gama de estilos completamente
diferentes, porque el alemán no se encasilla en ninguno.
Kaufmann es un artista inquieto y versátil que hasta ahora ha
llevado su carrera sin tener prisa, y con mucha sensatez. Esperamos que en los
años venideros continue de la misma manera para que nosotros, los amantes de la
ópera podamos gozar muchos años de su voz.
Y decía que Kaufmann y el público estaban en plena comunión.
Nada más salir al escenario, se escucharon ya los primeros bravos (sin haber
cantado aún). Estas palabras se repitieron a lo largo de toda la noche. Sin
cesar. Aria tras aria.
Ayer por la noche, Peralada se convirtió en el epicentro de
la lírica.
Lo de ayer, fue una completa embriaguez musical de la cual
nadie se levanta una con resaca sino con una euforia post-operísitica.
La
versatilidad del artista: su gran regalo
De Ponchielli a De Curtis, pasando por Zandonai, Bizet,
Mascagni, Giordano, Wagner, Puccini... Kaufmann optó por la fórmula del
concierto: obertura-aria que siempre funciona.
Era la clausura del Festival, gran broche de oro para los
tiempos que corren y Kaufmann nos regaló un gran concierto, acompañado por la
Orquestra de Cadaqués dirigidos ambos por JOCHEN
RIEDER.
Ni la una ni el otro, estuvieron para mí, a la altura quizás
por falta de ensayos, pues en algún momento puntual hubieron algunos pequeños
desajustes entre músicos y cantante.
La Orquestra de Cadaqués sonaba fuerte, muy fuerte. Sobretodo
en la Obertura de la “Forza del destino” (qué no podía faltar, claro), pero
estos decibelios de más no impedieron disfrutar de la voz de Kaufmann que superaba
en cada intervención la barrera sonora.
La anécdota de la noche, nada más empezar los primeros
acordes de dicha Obertura: el maestro se detiene porque creo que a algún músico
se le había roto una cuerda de algún instrumento. Dio una pequeña explicación
pero no acabé de entender muy bien.
En esos momentos, cuando paró y se giró, me temía lo peor.
Pero no fue así y al cabo de un par de minutos salió de nuevo para ejecutar,
ahora sí, esta tan tocada pieza.
El clima iba creciendo a cada compás, a cada nota, esperando
la tan deseada entrada del tenor alemán.
Gran, gran ovación para Kaufmann por parte del público que
llenaba ayer los jardines del Auditori nada más salir escena.
Para la ocasión escogió un vestuario informal: con barba de cuatro
días, en la primera parte pantalón y camisa negra con un par de botones desabrochados
y una ligera pseudo-americana de color gris que ponía de manifiesto su esbelta
figura, más propia quizás de un artista de pop que de un cantante de ópera.
En la segunda parte, se quitó la americana y ataviado de
riguroso negro, con la camisa encima del pantalón, Kaufmann abordó el resto de
repertorio para adentrarse, después, ante la reacción del público en el
capítulo de las generosas, vale decirlo, propinas.
En el público se escuchó de todo, sobretodo y en la mayor
parte, del público –evidentemente- femenino: desde “eres el mejor del mundo”
hasta llegar al inevitable “guapo”. Primera fila era casi en su totalidad
dominado por rostros femeninos, por si alguien tenía la duda de ello.
Cierto que la voz debe estar, o debiera, por encima del
físico. Desgraciadamente, en la época de la tiranía de los directores de
escena, parece que prima la belleza por encima del arte.
Si en el caso de Jonas Kaufmann hay arte y musicalidad,
versatildad de estilos e inteligencia en su carrera, y además, todo ello
acompañado de un buen físico, ¿qué más se puede pedir, no?
Bienvenido sea, pues, no nos vamos a engañar a estas alturas.
Primera
parte: camino al escándalo
Empezó el concierto, después de la Obertura de “La Forza del
destino” con la difícil aria de “Cielo è mar” de “La Gioconda” de Ponchielli.
Su “Cielo” tenía ya de entrada un aire diferente al grabado en
su disco para la “DECCA” titulado “Verismo”.
Sus “pianisimos” y sus cambios de color en la voz, de los
oscuros centrales a los brillantes agudos, enloquecieron al público. Y la noche
no había hecho más que empezar.
En un primer momento pensé que era arriesgado empezar un
concierto con esta aria que nada tiene de fácil, pero Kaufmann es valiente y
dejó de un lado el tanteo y el calentamiento de la voz y se lanzó directamente
a una piscina sin agua. El resultado: un público entregado que le brindó un clamoroso
bravo cuando escuchó el apianado y luego forte “Ah vien”.
Siguió el bellísimo “Intermezzo” de la ópera “Manon Lescaut”,
pues en una noche así no podía faltar el rey del sentimiento musical, nuestro
querido Giacomo Puccini.
Esta pieza orquestal es una de mís preferidas y que pertenece
a una de mís óperas preferidas, valga la redundancia. Pero a mí gusto, en la
parte central del mismo, un pelín demasiado lento. Y es que no puedo olvidar la
genial ejecución que en su día dirigiera el maestro Bruno Bartoletti para la
EMI.
“Giulieta son io”, fue la segunda aria que nos regaló
Kaufmann y que pertenece a la ópera “Romeo et Julieta” de Riccardo Zandonai.
Pieza olvidada y que el tenor ha desenpolvado en su disco “Verismo”.
Gran interpretación la suya moviéndose en la zona central en
la que desplegó su bello timbre oscuro, poco frecuente en el registro tenoril,
pero que le identifica y caracteriza.
Kaufmann es un cantante que además sabe frasear y esto quedó
demostrado en piezas posteriores, como “La fleur que tu m´avvais jetté” o con
el “Improvviso” de la “Andrea Chenier” de Giordano.
Siguió un festín bizetiano con diversos fragmentos
operísticos de “Carmen”, los primeros compases de la obertura levantaron al
público y a la misma siguieron “Preludio del tercer acto” y la “Danza bohemia”,
todas ellas como aperitivo a la gran creación del tenor bávaro: “La fleur que
tu m´avvais jetté” uno de sus caballos de batalla, indiscutiblemente, y en
esto, creo que no puede haber punto de discusión.
Siempre he dicho que Kaufmann me gusta más en repertorio
francés que en el italiano, para el cual, en según que momento necesito un poco
más de dulzura ya que su oscura voz me esconde este adjetivo. Pero sea en
francés o en italiano, el tenor sabe comunicar y sabe frasear. Sabe el significado
de las palabras que canta y lo explota al máximo.
No corre cuando canta y su canto es generoso y potente. Y su
“flor” es un claro ejemplo de ello, optando siempre por el final en piano y
culminando con un magnífico “Carmen, je t´aime” de un personaje que, enamorado,
le dice estas palabras a la oreja de su amada.
Y con “Carmen” Kaufmann, si se me permite, rebentó el
Auditorio. Él lo sabía y era consicente de ello. Finalizó el aria y el público
enloquecido empezó con un recital de bravos obligando al tenor a salir a
saludar nuevamente para recibir aquellos estruendosos aplausos.
Poco a poco iba subiendo la temperatura en el Auditorio, y
después del “Intermezzo” de la “Cavalleria Rusticana” de Mascagni, llegó otro
de los platos principales y atractivos de la primera parte, ni más ni menos que
la comprometida “Mamma, quel vino è generoso” de la misma ópera y compositor.
Aquí demostró nuevamente su dominio del fraseo con una muy
buena versión de esta aria de despedida de Turiddu. Kaufmann tiene agudos, y
qué agudos. Su voz no tiembla en las alturas y se pasea por ella con facilidad
y sin titubear. Sin esfuerzo, y con toda naturalidad.
Será un gran Turiddu y no deberíamos – si podemos- perdernos
su interpretación en teatro.
Sin embargo en esta aria, quedó en su segundo “Si io non
tornassi” corto de fiato, algo que en un cantante de la categoría de Kaufmann
no le queda bien, pero fueron tantos sus momentos brillantes que evidentemente
se queda en una pura anécdota.
Un Kaufmann temperamental, poco usual en el carácter del
tenor germano, levantó al público que continuaba gritando bravos y más bravos
ante lo que acababa de escuchar.
Con este ambiente y subidón de temperatura, concluyó la
primera parte del concierto, augurando, una segunda a la misma altura, por lo
menos.
Segunda
parte: cóctel de Rossini, Giordano, Wagner, Puccini, opereta y napolitanas
Toda esta mezcla es la que disfrutamos en la segunda parte.
Tras la obertura del “Guillermo Tell”, Kaufmann nos hizo
retroceder a las épocas de la Revolución Francesa, presentándonos una aproximación
a lo que puede ser su Chénier.
No habrá que perderse la incursión del tenor en esta ópera
verista, pues puede ser, cuando llegue el día, un acontecimiento a nivel
mundial. Ayer descubrimos su versión del poeta que se encara con la nobleza
francesa. Temperamento y excelente en su zona aguda, me dio la sensación que
está preparando el personaje que podría llegar en breve.
Antes de que pronunciara “Un dì all´azurro spazio guardai
profondo”, una enfervecida señora le lanzó un sonoro bravo y se oyeron unos
tímidos aplausos seguidos de unos “shtsssssss” del público concentrado en la
pieza que no rompió para nada la magia del momento.
Y llegó el turno de Wagner, compositor frecuentado por el
tenor alemán y con el cual ha conseguido un gran éxito a nivel internacional.
Tras el preludio del acto tercero de “Lohengrin”, Kaufmann
interpretó el “Winterstürme” de “La Walkyria” con un alemán lógicamente
impoluto. Es un canto a la primavera, al amor que acaba de nacer entre los
hermanos welsungos, y al vigor de sus cuerpos y el canto quedó empañado por
una, a mi gusto, errónea ejecución de la orquesta que marcaba un ritmo
demasiado lento obligando al cantante a ralentizar su canto.
El preludio del primer acto de “Lohengrin” anunciaba ya que
el concierto estaba terminando, y sin dejar de tocar la orquesta apareció
Kaufmann para regalarnos su “In Fernem Land” de absoluto lujo que hizo que se
me pusiera la carne de gallina con sus agudos y su sensacional final.
Arde
Peralada
Ardía en aplausos, en delirio, en bravos, en incredulidad
ante lo que acababa de escuchar. Noches como éstas cuestan. Cuestan mucho. Pero
fuimos afortunados y la vivimos.
No se si el propio Kaufmann esperaba una reacción similar.
Nunca lo sabremos.
Después del dificilísimo programa ofrecido Kaufmann estaba
fresco como una rosa. Contento y agradecido. Si bien es un artista que apenas
se inmuta encima de un escenario, pudo sentir ayer la conexión tan difícil de
encontrar entre público y artista. Estábamos a sus pies dispuestos a escuchar,
aún, más regalos.
Y Kaufmann fue muy generoso en el capítulo de los bises.
Bastaron escuchar las primeras notas del “Adiós a la vida” de
“Tosca” para presagiar que lo que venía después del concierto, sería tanto o
más interesante que lo anterior.
Su Cavaradossi es diferente de otros grandes Marios de los
cuales, creo que sobraría nombrar en estos momentos ya que no viene al caso. Y
ello me gusta porque ya sea con la Tosca, o en cualquier otra obra que le
escuches, tiene la gran virtud e inteligencia de no copiar a nadie.
Su “E lucevan le stelle” es la de un hombre más enamorado que
rememora sus momentos más íntimos con Tosca, que la de un hombre desesperado. Sabe
y logra diferenciar los dos momentos de esta, indiscutiblemente bellísima aria:
al principio enamorado y al final, desesperado. Pero no desesperado a la forma latina,
sino a la germánica, más fría, si se quiere, pero absolutamente válida y bien
ejecutada.
Esta fue la última pieza operística que Kaufmann nos cantó.
Luego se paseó por el mundo de la opereta con un “Du bist di
Welt für mich” y con un relax total abordó el “Non ti scordar di me” para
seguir con “Ombra di nube” y finalizar con una –para mí- soprendente y sentida versión
de “Core´ngrato” con toda la fogosidad en su garganta y donde quedó en un
momento otra vez corto de fiato, pero a aquellas alturas de concierto ¿quién
recuerda esto?
Y con ello finalizó la Gala. Igual hubiera podido continuar
con un par de bises más, ¿quién sabe?, enferveciendo al público una vez más, un
público que rozaba completamente el delirio después de una gran noche de música.
¿Puede alguien resistirse al encanto de esta voz?
Sinceramente, yo, no puedo.
Comentarios
Me n´alegro que estiguis d´acord! Va ser realment un festival d´òpera a un grandíssim nivell. Tant de bo es visquessin més sovint aquestes nits, oi?
Te invito a visitarme de nuevo, pues he colgado unos videos que hice en esa maravillosa noche,y sé que sin duda te harán revivirla.
Petons
Florestán
Besos,