Las nieves del tiempo platearon su sien






Si, las platearon. Pero su arte sigue allí. Al pie del cañón.

Cuando PLÁCIDO DOMINGO publica un nuevo trabajo, lo primero que debe preguntarse cualquier aficionado a la música que no sea un ferviente seguidor de este gran artista es si aún aporta algo, dada su dilatada carrera y habiendo cantado de todo y más, y, caso afirmativo, si lo que aporta a estas alturas, vale o no la pena.

Dejemos que divaguen. Que se lo piensen. Volveremos a ellos.

Una pregunta similar a la anterior, también nos la podemos hacer aquellos que la voz de Domingo nos acompaña desde hace muchos años. Pero en este caso, la pregunta es de muy fácil respuesta. De hecho, no necesitaría de respuesta y podría concluir ahora mismo este escrito. Pero, la haré.

¿Plácido Domingo aporta?

Lo primero que debo contestar es que si, que realmente aporta. Esto, a su edad, ya de por sí, es casi un milagro.

¿Y qué aporta?

Pues algo que no está al alcance de todos. Algo que es muy difícil de conseguir, pero sobretodo, mucho más de mantener, y es la capacidad de no dejar de sorprendernos nunca. Cante lo que cante. Haga lo que haga. Con más o menos acierto, pero está claro es que Plácido Domingo y Plácido Domingo, por una razón u otra a nadie deja indiferente.

Y que todo esto sea así después de más de cincuenta años desde que iniciara su laureada carrera, es como para quitarse el sombrero y agradecérselo. Como poco.



Cuestión de imagen

Pocas veces había visto un trabajo tan poco elaborado en su presentación. Una fotografía de Plácido Domingo con el guitarrista PABLO SAINZ-VILLEGAS sirve de portada a un disco en el que predominan los colores naranja y verde. Rompiendo el ambiente bucólico, el color gris de la americana de Sainz-Villegas y el beig-blanco de Plácido.

El libreto que acompaña, pobre donde los haya. Vale la pena por una muy buena toma de una foto de ambos artistas casi de perfil. Y nada más. El título de las canciones, una explicación que firma Sainz-Villegas, y ya está. Ni si quiera se han molestado a incluir las letras de unas canciones – sí, de sobra conocidas – pero que nunca están de más.

Me extraña de un sello tan importante como lo es SONY Classical y con el que Plácido ha grabado mucho. Quizás sea un trabajo hecho como vulgarmente se dice “aquí te pillo, aquí te mato”, que de entrada musicalmente no lo parece, pero quizás si un poco en cuanto a diseño. Y hoy en día, todo cuenta y vale para hacer algo atractivo a los ojos del consumidor.

Pero, la cosa no queda aquí, dado que sí que es cierto que el envoltorio no es quizás el mejor conseguido, pero, en lo que se refiere a la grabación, tampoco. Y con ello me estoy refiriendo a que una puede controlar perfectamente, contar y escuchar casa una de las respiradas que Pablo Sainz-Villegas nos regala cada vez que acaricia su guitarra con todo sentimiento.

Y acaba siendo molesto al oído. Pesado. Llena de hastío.

Y la decepción llega cuando en un disco de 45 minutos de duración, que ronda los 14 Euros y en el que piensas que van a estar todas las piezas cantadas… resulta que tres de ellas son simplemente solos de guitarra.

Que Pablo Sainz-Villegas es un gran guitarrista, nadie lo pone en duda, pero ni tan siquiera en la contraportada del disco se hace ninguna mención al respecto. Y tampoco en el librito. Y es el co-protagonista.





“Volver”

Con este disco que lleva por título “Volver” – muy acertado, por cierto – Plácido regresa al mundo de los boleros y tangos, de la “bossa nova” y de la copla. Y lo hace en la mayoría de este trabajo con una tesitura – para mí – extremadamente baja, demasiado baritonal que afea unos bajos opacos que bien podrían haber sido centros si la tonalidad con la que las encara fuera un poco más alta.

Esto puede apreciarse en casi todas las canciones del disco, a excepción de las dos últimas “Gracias a la vida” y “Volver” en la que el tenor, quizás con la voz ya más rodada, las afronta con un tono más brillante y pasional en la que reconoces una vez más los aún intactos ecos de tenor que su voz aún conserva sanos y bellos.

Sin duda, la perla del disco, en una primera escucha, ha sido para mí precisamente este “Volver”, pero hay otras dos piezas, inéditas para mí en su voz, que merecen la pena ser escuchadas con detenimiento y cariño. Me estoy refiriendo claro está a “Dos cruces” y a “Historia de un amor”.

Y es aquí, en ellas donde Plácido Domingo, secundado por Sainz-Villegas, despliega una vez más todos sus encantos. Su dominio excepcional de la palabra, en un disco en que parece estar más recitado que cantado es demoledor en todos los sentidos. Ya me gustaría a mí que todos aquellos que recitan cuando cantan lo hicieran con la misma elegancia que como Plácido en este disco.






El significado de la palabra escrita en la voz cantada

No hay duda de que Plácido Domingo es un artista con mucha inteligencia y suple ahora sus carencias y flexibilidad con un vertiginoso uso de la palabra cantada. Con ésta, es capaz de que escuchándolo te haga entender lo que significa, por ejemplo, apagar una vida, sin necesidad de que tengas que acudir a un diccionario. El mejor diccionario es su voz y sus matices.

Simplemente hace sencillo algo tan difícil como trasladar el significado de la palabra con el efecto de la media voz. Del casi susurro y con una amalgama de recursos que, solo un grande como él, sabe emplear y sacarles provecho.

Un apabullante dominio de su instrumento que consigue el efecto de parecer cansado, de que realmente la historia la está explicando un hombre de 77 años que lleva un importante bagaje a sus espaldas. Y ahí se crea la magia y hace creíble su personaje maduro, pero, en realidad – todos sabemos- que Plácido está más fresco que una rosa, y sabe llevarse el gato al agua. Se personifica, y muy bien y encaja a la perfección el discurso.

Comprobadlo. Escuchad “Historia de un amor” y poner atención cuando expresa “apagándola después”. Imaginad la escena, un hombre maduro, con sienes plateadas como reza el tango que da título al disco. Está recordando una historia de amor pasada. Un hombre de 77 años lleva mucho más cansancio en la vida que uno de 40. Y no lo puede cantar como si tuviera 40. Plácido lo sabe, y no lo hace. ¡Y esta frase, con esa media voz, es absolutamente para hincarse de rodillas y decirle “Gracias Maestro!

Y quién sino Plácido Domingo es capaz de transmitir la intimidad más absoluta entre dos amantes que se amaron. Y me permito matizar, que se amaron. Porque el término por sí mismo, cobra un significado especial.

De nuevo. Comprobadlo. Escuchad “Dos cruces” y fijaros como su voz recrea cuando ataca “y nos quisimos tu y yo”. La más absoluta delicadeza envuelve la palabra cantada. Sutil. Rememorando el dulce momento. Y cambia de tono de nuevo cuando evoca la realidad.

Y así, todo el disco está lleno de estos matices que el gran Plácido nos regala para nuestro disfrute, un disfrute que se esfuma cuando en medio de una canción, sin más, aparecen improvisaciones de guitarra que rompen el ambiente que ha creado la voz de Domingo y que, por mucho que quieras esforzarte en recuperarlo, es ya casi imposible.



¿Aporta, pues?

Cierto y bien cierto es que el tiempo no pasa en balde. Ni tan siquiera para este extraordinario artista.

Empezaba el escrito haciendo referencia a aquellos en que dudan de si Plácido, a estas alturas de su vida, aporta o no algo.

Creo que, con lo explicado, la respuesta de aquellos a quien hemos dejado pensando debería ser claramente afirmativa. Pero si hay alguien entre ellos que aún está indeciso, si hay alguien que aún duda, les invito encarecidamente a que, con un mínimo de curiosidad, escuchen su último trabajo.

Plácido siempre es Plácido. Es un gran artista. Y un gran artista siempre crea nuevo arte.


Comentarios

Unknown ha dicho que…
Qué grandes, el Maestro porque es lo más y tú por acercarnos a él con esa sensibilidad. Gracias!
Unknown ha dicho que…
Qué grandes, el Maestro porque es él y tú por dàrmoslo a conocer con esa sensibilidad. Gracias.

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