Un grande spectacolo...a Sabadell
Finaliza la temporada de ópera en nuestra ciudad. Y lo hace con sumo éxito
y con dos óperas populares del repertorio verista, la “Cavalleria Rusticana”
del maestro Pietro Mascagni y “Pagliacci” de Ruggero Leoncavallo.
Un binomio que asegura casi un teatro a rebosar y que se traduce en una
taquilla generosa, sirviendo al público una tarde de emociones, pasiones, celos
desmesurados, amores desesperados y, como no podía ser de otra manera en el
verismo, venganzas y muertes.
Dos montajes con una chispa de modernos, sobre todo en lo que se refiere al
vestuario, que acerca la acción, sino a los tiempos actuales, a tiempos que
todos los que llenábamos el teatro el domingo por la tarde éramos capaces de
reconocer. Trajes ellos y vestidos negros en ellas para la Cavalleria. Colores
sobrios, austeros y grises que cuadran a la perfección con el retrato de una
Sicilia rural y pueblerina, y que sabe alcanzar el toque de seriedad, de respeto
y de honor de sus habitantes.
La cosa cambia en Pagliacci. Aparece el color, la alegría y el calor de un
15 de agosto en Calabria. Sol sofocante perfectamente recreado por la genial
iluminación de NANI VALLS que se
rompe con la oscuridad de los momentos más trágicos de la obra. El vestuario,
variopinto y lucido. La disposición escénica del coro, perfectamente cuadrada.
Ambos montajes, son firmados por el tándem MIQUEL GÓRRIZ y PAU MONTERDE,
antecesores de Carles Ortiz y Jordi Galobart. Los primeros firman dos producciones
con un decorado único y ambivalente para recrear los dos ambientes: con más
seriedad la Cavalleria, y con más luminosidad en la segunda. Carteles de estrenos
de películas italianas que se han convertido en clásicos, como “Riso amaro” (Arroz
amargo, 1949), colgaban de la pared del fondo del escenario en Pagliacci, dejando
adivinar a una imponente Silvana Mangano como protagonista principal de este
inmortal film.
Dirigir… y algo más
Como siempre, un auténtico lujo y placer ver dirigir al sabadellense SANTIAGO SERRATE. Entrega y pasión,
alentando siempre a los intérpretes. No se dejó ninguna de las entradas para
los solitas protagonistas, pero tampoco para el Coro, que lució como
últimamente nos tiene acostumbrados.
El volumen orquestal justo en Cavalleria y quizás un poco demasiado en
Pagliacci, no afean una interpretación, a mi gusto excelente, a la que se puso
el pulso justo de apasionamiento en pasajes en los cuales hubiera preferido un
poco más, sobretodo en el “Intermezzo” de la Cavalleria. Aún así, me emocioné
en este instante y lloré. Mi pensamiento se trasladó a otro momento de mi vida
que hace que no pueda escuchar este inspirado fragmento sin que en mis ojos
aparezcan lágrimas.
Ver como un director se convierte en la sombra, en el protector, en el
amigo y en el cómplice del intérprete es extraordinario. Era uno más en el fosado,
pero, también fue uno más en el escenario. Y el público así lo percibió siendo
merecedor de un gran aplaudo al finalizar la representación. Las dos
representaciones, valga decir.
Mención especial para el CORO
dirigido por el maestro DANIEL GIL DE
TEJADA, que supo sacar un volumen nítido, aunado, fuerte y seguro. La
verdad es que es un gran placer ver la cantidad de gente joven que es
integrante de esta entidad. Jóvenes, con ganas, impetuosos, entregados y
felices de ser donde estaban y en el momento en que estaban. Sin dejar de ser
estáticos – suele ser el mal de todos los coros – se movieron bien, con una
distribución bastante simétrica y bien coordinada, que si bien, falta control
en cuadrar algunos mutis del escenario, por lo que respecta a la
interpretación, no hay nada que objetar.
Fortes bien ejecutados en la plegaria de Cavalleria dieron paso a la jovialidad
del Paglacci, y todo ello, con 25 minutos de diferencia entre una y otra para
cambiar de chip y adentrarse en un ambiente festivo que ha sido precedido de un
terrible asesinato en la primera. Bravo el Coro. Bravisimo.
Santuzza – Turiddu - Alfio
Esta tripleta de personajes son los primeros que nos saludaron en la tarde
del domingo. La muchacha deshonrada, el típico macho siciliano, y el marido
cornudo que, por venganza y celosía, se entera de que hace tiempo que lleva adorno
en la cabeza.
La Santuzza de EUGENIA MONTENEGRO
tiene una voz bonita y timbrada, pero a la que falta dramatismo, o pasión, o…
algo le falta para abordar un papel de esta envergadura y entidad. Empezó bien,
tanto en su “Voi lo sapete, o mamma” y siguió regular en la plegaria junto al
coro.
La cosa empezó a declinar en la segunda parte del dúo con Turiddu. La voz
estaba un poco resentida, pues la de Montenegro es para afrontar papeles con
una pizca más de lirismo y no tanto al extremo verista. La voz pierde corporeidad
en las notas más graves, que quedan opacas, casi inaudibles.
El declive llega en el dúo con Alfio, que salva, pero utilizando un
discurso poco trabajado, muy plano, sin matiz, de autómata. Como si le
estuviera relatando el engaño por pura gimnástica verbal pero sin sentirlo, sin
emocionarse.
Cierto es que su Santuzza no roza la locura o la desesperación de la mujer
traicionada de otras Santuzzas, cierto, y su enfoque es inicialmente válido,
pero, no suficiente. Quizás, un tanto reservada aquí para afrontar con notable
comodidad, el final de la obra que culmina con dos notas dificilísimas, que
deben ser casi gritadas a pleno pulmón.
Un gran “tour de force” es lo que le tocó al tenor ENRIQUE FERRER afrontando este pack Turiddu-Canio.
Dos personajes agotadores, escénicamente opuestos, pero que requieren de
inteligencia, fuerza y cambio de mentalidad.
Interpretar a lo largo de 2 horas, 2 horas y media un personaje que tiene
un arco de principio a fin de la obra es extenuante, pero, interpretar a dos y,
además, distintos, es para quitarse el sombrero. Del típico siciliano, joven, chulo
y macho al desesperado, viejo y abatido Canio, va realmente un abismo, y Enrique
Ferrer llegó y bien.
Sí que es cierto que en cuanto a vocalidad se refiere, estuvo mucho más
cómodo en “Pagliacci” que en “Cavalleria rusticana”, pero, en conjunto, firmó
un más que digno Turiddu. Seguro y entregado aunque el enfoque del personaje se
aleja de su esencia, y aunque se ha cansado de Santuzza, sus gestos, sus
miradas, denotan compasión por la campesina, escondiendo y no mostrando su gran
desprecio y, a la par, asco, para aquella con la que ha medio apagado el
incendio de pasión por otra mujer que aún quema en su corazón.
Su “Mamma, quel vino…” fue atacada con una pizca de dramatismo, quizás aquí
una siempre espera más, pero, con las notas asentadas y bien colocadas.
Caso a parte es el Alfio de TONI
MARSOL, que aunque defiende el personaje, vocalmente se le escapa y no deja
salir la robustez que luego manifestó en su Tonio, para mí, mucho mejor
ejecutado y con mucha más comodidad.
Su “Il cavallo scalpita” queda un poco a medio camino, aunque, ducho en su
oficio, sabe sacarle partido, artísticamente, para que no haya nada que
objetarle. Y en su escena final con Turiddu cumple con las expectativas.
En cuanto al resto del elenco correctos todos en su cometido.
Avanti, avanti, avanti, avaaaaaaanti….
Después de la obligada pausa, 25 minutos, llegó el momento de abandonar
Sicilia, y de poner los pies en Calabria.
Mezz´agosto.
Sobre el ambiente cae un calor infernal. La tarde avanza, lenta, sofocante.
El ambiente se torna pesado. Asfixiante. Saltos y brincos. Vestidos de flores,
de tirantes, gente arreglada y otros que simplemente van cómodos. Se avecina ya
nuestro verano. O es que tenemos ganas de verano, quizás sea esto y por ello
quizás la predisposición sea otra.
Nada. Nada de lo que vemos en el escenario delata que allí va a pasar algo
muy gordo. Violencia doméstica. Un nuevo crimen. Traiciones, celos.
Cuchilladas.
“Pagliacci” de Leoncavallo. Su obra maestra. Una de las grandes joyas del
verismo, fue la que pondría colofón a la tarde del domingo y a la presente
temporada.
De nuevo, el mismo decorado que habíamos apreciado en la Cavalleria y con
el cual ya estábamos familiarizados. Solo una hilera o dos de bombillas
incandescentes, los pósters de cine, y un toldo descorrido encima de unas mesas
y sillas en la parte izquierda del escenario marcaban territorio.
El maestro SERRATE daba inicio a
la ópera con unas pulsaciones seguras y marcadas seguidas de una imitación de
carcajada de los instrumentos de viento que, dieron paso a uno de los “hits”
de esta ópera: el “Prólogo”.
Un haz de luz recorre el escenario. Sabemos que está a punto de salir Tonio
y hacer una manifestación de todo lo que vamos a ver y a vivir a continuación,
matizando que nada de lo que vamos a ver es mentira. Al contrario. Simplemente
vamos a ser testimonio de un pedacito de vida de personas humanas, no de
personajes. Veremos amar, tal y como se aman lo seres humanos y como el fruto
del odio engendra maldad y crimen.
Todo esto y más, es lo que bordó el barítono TONI MARSOL, muy puesto – y mucho más cómodo- como Tonio, el payaso
desgarbado, lascivo y vengativo que desea a la mujer de su jefe.
Ya desde su primera nota, desde su “Si può?” se adivina que su Tonio va a
ser lo que se espera de un Tonio. Con él sabe fusionar, a la perfección la
parte vocal con la artística. Sí que es cierto que quizás el timbre de voz no
sea especialmente bello, pero, su fraseo, su gesto y su entrega pasan por
encima de este detalle cual tsunami que arrasa una playa. También es cierto que
no apostó por ninguna de las notas agudas del Prólogo. Fue a lo seguro y dónde
quizás se sentía más cómodo. Esta es la única espinita que me queda de su
Prólogo.
Choca ya de entrada su caracterización: ojos negros muy profundos sobre una
cara blanca rematada por una sonrisa roja casi de oreja a oreja. Vamos, que,
solo le faltaba la peluca verde y otra clase de vestuario, pero estoy segura
que todos reconocimos en el Tonio de Toni Marsol a uno de los personajes más
psicóticos del cine moderno. Claro está, me estoy refiriendo al Joker que
interpretó el tristemente fallecido Heath Ledger al lado de Christian Bale en “El
caballero oscuro” (2008).
Con esta perspectiva podíamos ya esperar cómo sería su Tonio. Acorrala a
Nedda, pero lo justo. Toda la maldad la manifiesta con gestos y sonrisas, con los
ojos, con ironía. Y claro está con la voz.
Firmó un excelente prólogo como decía pero también un gran dueto con Nedda “So
ben che difforme…” uno de los momentos más bellos de la ópera.
“Bravo!!!. Bravo il mio Tonio”, si se me permite parafrasear el personaje de Nedda,
aunque yo, en esta ocasión lo haga en sentido positivo.
La soprano SVETLA KRASTEVA dio
vida a Nedda, personaje que combinaba con la también soprano Montserrat Martí.
Descubrí a esta cantante el año pasado con su interpretación de Manon Lescaut.
Me gustó ya entonces y me gustó, obviamente, el domingo por la tarde.
Fraseo limpio y agudos bien atacados en todas y cada una de sus
intervenciones: con Tonio, con Silvio y con Canio. Sacó carácter y valentía con
el último; el más puro lirismo en el dueto de amor con Silvio, y el asco y
desprecio con Tonio.
Aunque su personaje se mueve un poco en arenas movedizas, se apasiona pero
tiene que esconderlo, tiene miedo pero tiene que vencerlo, encontré un punto,
solo un punto de frialdad que le va bien al personaje, tanto a Nedda, como a
Colombina en la pantomima que cierra la obra.
En definitiva una buena, buenísima apuesta por esta soprano de la que
esperamos gozar mucho más en Sabadell.
“Tu sei Pagliaccio”. Si, ENRIQUE FERRER
fue Pagliaccio. Y Canio. Dos personajes, quizás no tan distintos, y si un tanto
iguales. ¿La diferencia? La que cree Canio que es: una, solamente una y la
conocemos en los labios del propio Canio: “Il teatro è la vita non son la
stessa cosa…” Esto es lo que cree el feriante. Y lo cree firmemente, aunque el
público, ya desde un principio sabe que no es así porque así, ya nos lo ha
explicado Tonio en su prólogo.
Canio se da cuenta de ello tarde. La vida y el escenario es lo mismo. Canio
es a Pagliaccio, lo que Pagliaccio es a Canio. Y Enrique Ferrer, convencido de
lo contrario aunque acaba claudicando, así sabe reflejarlo en su personaje.
Vocalmente, y ya desde su entrada en escena está más cómodo, en una
tesitura que se amolda mucho mejor a sus posibilidades vocales. Una voz que ha
hecho desfilar por el escenario vallesano con Otello, Manon Lescaut, Carmen, y
ahora con este binomio de óperas cortas, pero, de una exigencia suprema.
Debutaba a Canio el día del estreno, por tanto, el del domingo era su tercera
representación. Cuando tenga el
personaje mucho más rodado, cuando se sienta seguro del todo en su piel y
también musicalmente, puede hacer de él una gran interpretación a la que faltó
un poco de dramatismo en el instante justo anterior a su “Vesti la giubba”.
El aria por antonomasia de esta ópera – junto con el Prólogo de Tonio – fue
afrontada más desde el hondo dolor del hombre traicionado que no desde el
histrionismo patético y llorón que, al largo de muchas décadas, ha quedado
incrustado e indisoluble en manos de muchos de los Canios que haya podido
escuchar en mi vida (aunque, sinceramente, prefiero esta visión).
Hace una introspección al personaje, y no solloza. Su canto liga porque no
imita el llanto ni la falta de respiración del que entra en cólera y no sabe
dominarse, y que tanta veracidad sugiere cuando todo el cuerpo y todo el
cerebro se encuentra en fase o estado de catarsis.
Esto, condiciona también la brutalidad con la que podía afrontar la
pantomima final, pero, Enrique Ferrer equilibra bien al personaje y no se le va
de las manos. Sigue la senda trazada y aunque furioso, intenta dominar al
personaje.
Su vocalidad se adecua y sale victorioso con creces de un cometido, para
nada fácil, brindando, no solo un buen Canio (apostando por todas las notas
altas ya desde el principio en la suicida “Ricordatevi…. A venti tre ore…”)
sino también un magnífico Pagliaccio con su dificil “Meretrice abbietta”.
Ahora por ahora, ENRIQUE FERRER
es nuestra mejor opción para afrontar en el teatro de nuestra ciudad este tipo
de repertorio, que tanto disfruto y que tan buena tarde de domingo me hizo
pasar.
Sí que llegados a este punto quiero hacer dos menciones especiales: la
primera para el Silvio de JOAN GARCIA
GOMÀ, un cantante al cual he visto nacer desde que cantaba en el Cor de la
Sarsuela de Maria Teresa Boix cuando aún era un chavalín, y que ahora, me ha
sorprendido corrigiendo aquella pizca de nasalidad de la que adolecía su voz.
También destacar la bonita y limpia voz de CÉSAR CORTÉS en su breve papel de Beppe y Arlecchino. Hay buen
material aquí.
“Il concetto vi dissi, or ascoltate com´egli è svolto….”
Cual dice Tonio en el final de su prólogo. Parafraseo de nuevo.
Yo solo he explicado una parte. Si queréis saber cómo todo esto se
materializa, se vive y se siente, no dejéis pasar la oportunidad de asistir a
cualquiera de las representaciones que podrán verse a lo largo de la geografía
catalana.
El espectáculo es mucho más que recomendable. Qué digo recomendable…. Es
imprescindible verlo.
Comentarios