Noche de inmortales. Noche de emociones
El pasado viernes tuvo lugar en el Teatro de la Farándula de Sabadell un
concierto dedicado a músicas de cine, a algunas de las bandas sonoras que en un
momento u otro han formado sin duda parte de nuestras vidas. Nuestras, o de otros.
Es muy importante el matiz.
El programa ofrecido por la ORQUESTRA
SIMFÒNICA DEL VALLÈS dirigida por RUBÉN
GIMENO hizo repaso a un variopinto repertorio, alguno más espectacular y
galáctico y otro, propio y adecuado para ser escuchado un viernes por la noche,
cuando el cuerpo, después de una larga jornada laboral, pide un poco de fiesta
y diversión que ayudan a olvidar los problemas cotidianos.
Sin embargo, la balanza no fue siempre equilibrada. Algunas piezas
demasiado largas que, a mi parecer, no acabaron de crear ambiente. Quizás
conscientes de ello, y de que las músicas de bandas sonoras durante una
película a veces acostumbran a pasar por desapercibidas, introdujeron el
recurso de los diálogos hablados. Gran acierto a mi entender, y a ello me
referiré más tarde.
Pero lo más especial, lo más bonito de la velada no fue la música, no fue
el teatro, no fue el repertorio, sino una vez más la inmejorable compañía que
me permitió sentir, y sentir de verdad, por primera vez, el poder y efecto de
la música en cuerpo ajeno.
El poder de las voces. El poder de
la música.
Dejando de lado las inmortales músicas que fueron desfilando una tras otra
a lo largo de la hora y media que duró el espectáculo, para mí, se erigieron en
protagonistas las voces de los dos actores, SALVADOR VIDAL y MERCÈ
MONTALÀ. Cada uno a lo suyo, las cinéfilas melodías para sus amantes, y
para los amantes de las palabras, las voces.
Es verdad que tuvo mucho más protagonismo la de Salvador Vidal que la de
Mercè Montalà. Ha prestado su voz a actores como John Travolta, Mel Gibson, Ed
Harris, Michael Douglas, Liam Neeson entre otros. Una voz típicamente de
doblaje, de aquellas que retienes en la memoria y que cuando se la cambian al
actor original te dices… “pero si esta no es la voz, por ejemplo, de Liam
Neeson”. Es sorprendente, pero terriblemente cierto.
Y precisamente doblando a este sensacional actor es donde más aplausos
obtuvo. Imaginad la escena, la orquesta tocando “La lista de Schindler”. Solo
del violín. Todo en blanco y negro y Salvador-Liam en las reflexiones finales
de la oscarizada película de Steven Spielberg: “Quien salva una vida, salva al
mundo entero”. Imposible en ese momento, en esos precisos instantes no
emocionarse y derramar una lágrima. Las mías se confundieron también con las
del propio doblador.
Otro de los grandes momentos, “Copying Beethoven” y de nuevo Salvador Vidal
encarnando al maestro. Empieza describiendo la música que tiene en la cabeza y
que no es capaz de oír. Entra un determinado instrumento, en una determinada
clave, ahora, aumenta el volumen, y todo ello se eleva al cielo. De fondo, la “Oda
a la alegría”. Excepcional.
Ritmo
Sensualidad. Sones pegadizos que te hacen llevar, por instinto, el ritmo en
las manos y en los pies. Ganas de bailar y de que la noche no acabe. A tal fin
contribuyeron las tres piezas (a pesar de que en el programa de mano aparezcan
solo dos) de la película “Pulp fiction”, con la que además empezó el concierto,
y de qué manera, acelerando y pisando fuerte para dar paso a dos músicas más
profundas y serias como las de “La Misión” y “El patriota”.
Después de un estallido beethoveniano, con música dictada e imaginada (una
escena que mucho tiene de la película “Amadeus”) la primera parte concluyó con
un clásico de John Williams, “Jurassic Park”. Y en este momento, fue como
decía, experimenté cómo el poder de la música (sin voz) puede hacer el efecto
que a mí me hace la ópera. Sentir como alguien vive la música, cada nota, cada
compás de una forma bastante parecida a la mía, pero a la vez, produciendo un
efecto completamente distinto. Sentir la música en las manos y en los ojos de
otra persona no tiene precio. Una gran experiencia vivida y que jamás podré
olvidar.
Otras de inmortales
Humo de cigarrillos que cargan el ambiente de cabarets baratos, juegos de
palabras subidas de tono, la cruda realidad vivida en los campos de
concentración nazis, y para finalizar, un más que considerable hartazgo de marchas
imperiales y de situaciones que se localizan en las estrellas.
Sin lugar a dudas, la “Suite” de la película “Chicago” fue de lo mejor de
la noche, no en vano, supuso el segundo bis de la noche, capítulo – el de los
bises- no demasiado generoso.
Inquietante el “Instinto básico” que dio paso, para mí, al instante mágico
de “La lista de Schinler”. Desolación. Lágrimas. Tristeza. Pavor. Impotencia.
Sentimientos, estos y muchos más que son descritos por la extraordinaria música
del maestro John Williams y que contrasta con la enlatada, aunque en algún
pasaje sutil y maravillosa “Star Wars”, aunque, la “Marcha Imperial o tema de
Darth Vader” fue, para mis expectativas, un tanto decepcionante en el uso del
metal que tan bien había sonado a lo largo del concierto.
The end
Y como toda película, el concierto llegó a su fin. Todas las imágenes
proyectadas durante la ejecución musical a lo largo de todo el programa
regresaron de nuevo al celuloide. Pero, antes de apagarse las luces, no podía
falta otro clásico entre los clásicos, “Indiana Jones”, popular entre los
populares, film de un domingo por la tarde, película para disfrutar y ver en familia.
Aventuras, a mares. Diversión, a raudales. Y con diversión, porque siempre
acaban bien.
Y así salimos el viernes por la noche de la Faràndula, divertidos y con una
sonrisa en la cara. Y cuando vimos los muy originales títulos de crédito, en
los que aparecían las fotografías de los miembros de la orquesta y de su
director Rubén Gimeno, sabíamos que la cosa, esa vez sí, había llegado a su
fin.
Las luces se apagaron. La claqueta, en estado de reposo. Tendremos que
aguardar a la próxima instrucción que suene al grito de…. ¡¡¡“acción”!!! y de
comienzo de nuevo al espectáculo para que este continúe.
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