Y la música “voló” en Castell Jalpí…
Los Tres Tenores, Carreras, Domin... Stop. Rebobino. Otra vez Stop, y le
doy al Play de nuevo.
Los Tres Tenores, Albert Casals, Carles Cosías y Albert Deprius – ahora sí-
junto al pianista Ricard Estrada fueron los encargados ayer noche de poner
punto y final al “XVIII Festival de Música Clàssica de Santa Florentina”, este
año, teniendo como telón de fondo el incomparable Castell Jalpí, en la
localidad de Arenys de Munt.
El perfume a humedad dominaba una noche que estuvo envuelta por un
estallido de naturaleza. En este marco, el color verde y su olor a limpio se
erigió dando un guiño al azul y salado del mediterráneo. La brisa, para nada
suave, soplaba intermitentemente, pero con ganas. Chaquetas multicolor, entre
las que se destacaba el clásico y nunca perecedero blanco, llenaban la platea
ubicada en el patio del Castell Jalpí, un espacio que, desde hace tiempo,
también se utiliza para celebrar bodas.
Y frío. Sí. En pleno agosto, pero frío. Suave. Pero al fin y al cabo, frío.
Y fue este invitado sorpresa – a quien nadie había llamado ni por asombro- el que
hizo temblar a más de una valiente que había creído que la noche sería
bochornosa y que, desafiando al clima, optó por vestidos finos de tirantes y por
los elegantes palabra de honor.
Sólo las tres voces, y las diestras manos del pianista, conseguían aumentar
la temperatura ambiente, sobre todo a medida que el concierto iba avanzando. Y
es que la estación estival invita a disfrutar de este tipo de eventos en que
los diversos géneros musicales se mezclan en un cubilete, se remueven un poco,
y al arrojarlos dan como resultado veladas desenfadadas donde el arte, talento
y música se ponen al servicio de los melómanos que disfrutan o no de sus vacaciones
y que agradecen que se de aliento y aire a este tipo de acontecimientos.
Y de aire…
De aire va la cosa, puesto que este invitado de última hora no fue para
nada cómplice de los intérpretes. Partituras que volaban y caían al suelo y que
tuvieron que ser recogidas en más de dos, de tres y de cuatro ocasiones. El
cabello de los artistas ondeaba al viento cual vela lo hace en el mar, mientras
que el del público hacía lo mismo y en los mismos intervalos de tiempo. Aquí sí
hubo complicidad.
Si bien el espacio escogido este año para clausurar el “XVIII Festival de
Música Clàssica de Santa Florentina” no fuera el más adecuado en cuanto acústica
se refiere lo cierto es que el público aplaudió y bastante pero sin llegar
jamás a un entusiasmo y delirio en general a pesar que, al final, algunas
personas del respetable decidieran ovacionar al cuarteto de pie. Típico y
tópico. Un clásico que jamás pasa de moda tampoco.
Si ello se sucedió así, me pregunto… Tres Tenores, una perfecta combinación
para el deleite del público. Si ellos levantaban estadios…entonces,
¿cuál ha sido la fórmula de su éxito? Me temo que ésta –al igual que la de la
Coca-Cola – a día de hoy continua siendo uno de los secretos más celosamente y
mejor guardados. Pero un concierto así no es para nada desaprovechable y
siempre resulta interesante, a la par que atractivo, gozar de un espectáculo
como el de anoche. Gozar, en definitiva, de la voz del tenor en tres estilos,
voces y timbres completamente diferentes. Y para aquellos que somos de tenores,
es una motivación extra.
Calcetín del revés
Sorprendió el programa por su orden, no pues por contenido, típico y
previsible. La mezcla de ópera, napolitanas y zarzuela fueron sus notas
principales, pero se sucedieron, en esta ocasión, al revés. Cuando se está
esperando un aria de ópera para iniciar la velada con un compás formal es en su
lugar una napolitana la que encabeza el concierto, y dónde no extrañaría una
romanza de zarzuela u otra napolitana, la ópera es la que se pasea con
insultante descaro por el escenario.
Un orden diferente. Un concierto distinto en el que se da un cierto toque
de originalidad. Un intento quizás de relajar al público “calentándolo” con
notas ardientes y pasionales que nos hablan de Nápoles, de su sol ardiente, del
mar, del amor, de los celos y también, del desamor, para concentrarlo
estratégicamente con arias de ópera conocidas y raídas que siempre apetecen
escuchar una y otra vez. Aquellas que, cual banda sonora, forman parte de
nuestra cotidianidad, de nuestras rutinarias jornadas de trabajo, pero también
de las de descanso y ocio.
En el programa entregado no figuraba quién interpretaba qué, por tanto,
podíamos jugar en el público a hacer quinielas: esta para uno, esta para otro –intentando
encajarlas según estilo y voz, pero también por preferencias personales, que
todos tenemos, claro está.
Otro calcetín que también vino del revés fue, ni más ni menos que el inicio
del concierto. Leoncavallo y su “Matinatta” en la voz de LOS TRES TENORES cuando todos esperábamos que se atacara de forma
individual. Fue entonces cuando se adivinó de qué forma se sucedería el
concierto: 1 de Tres Tenores, 3 de individuales. Y así se hizo. Así se cumplió.
El pistoletazo de salida a una sola voz fue con “Non t´amo più” del gran
Tosti. Una bella y pasional napolitana que puede dar y ofrecer mucho juego al
intérprete si se sabe frasear bien y hacer uso de los matices adecuados. Sonó
bien en la voz del tenor catalán ALBERT
CASALS, quizás con un tempo – opinión personal – demasiado ralentizado en
una pieza que, por narración, admitiría un discurso más suelto, al igual que
sucedió con la suave “Non ti scordar di me” de Ernesto de Curtis que cantó el
también tenor ALBERT DEPRIUS cuyas
notas y compás son perfectamente portables a compás de vals y éste, como rey de
los bailes, hubiera agradecido una interpretación más ligada con un tempo
diferente.
Otras directrices, otro aire fue el que marcó durante todo el concierto, en
todas y cada una de las interpretaciones en las que intervino el otro tenor, el
tercero en este primer bloque individual, y que responde al nombre de CARLES COSÍAS. Su “Dicitencello vuie”
resultó impecable. Su tempo más suelto y su canto mucho más ligado. Supo sacar
el temperamento a lo largo de la repetición en la segunda estrofa diferenciando
de este modo el discurso de la primera sin caer en el recurrente error de
dramatizar o lloriquear aquello que no lo requiere.
Y antes de centrarme en el segundo bloque conjunto que dio paso al segundo
individual, hago mención a una curiosidad y es que, en un concierto donde
dominó insultantemente la napolitana, se echó en falta el uso de la vocal
neutra, que los tres tenores catalanes tienen, pero que no exhibieron. Si que
alguna “neutrecilla” se le escapó para deleite mío a Carles Cosías, pero esto
fue la excepción que rompió la regla cuando lo recurrente debía haber sido, con
este género, lo excepcional.
Y sin neutra se cantó también a trío una de mis piezas preferidas y que
realmente tocan mi alma, que no es ni más ni menos que “Musica proibita” de
Gastaldon. Y cada vez me daba más ganas de ponerme a cantar con los Tres
Tenores, tal como hago con los otros Tres
Tenores. Debo decir, pero, que el reparto de las estrofas, de los más bellos
momentos de estas piezas que los tres, dentro del terceto cantaban a nivel
individual, no fue para nada equitativo en lo que a lucirse se refiere. Hecha
aquí dicha manifestación continúo con cada uno de los intérpretes.
Al regreso de este clásico, siguió otra de las clásicas, valga casi la
redundancia. La voz de CARLES COSÍAS
volvía a deleitar con su “Una furtiva lagrima” una romanza que por estilo se
adecúa mucho a su timbradísima voz. Matizando y alardeando de esos pianos “marca
de la casa”, Cosías arrancó los primeros bravos de la noche de un público que,
poco a poco, iba despertando después de sortear, con gusto, el grupo de las
napolitanas. Solo el estrepitoso teléfono móvil de la señora que tenía al lado-
y que no había manera de silenciar- estuvo a punto de deshacer el hechizo que
el mago del escenario había conjurado y lanzado desde que, el maestro RICARD ESTRADA, hiciera sonar las
inconfundibles notas que encabezan una de la arias de ópera más universales. Parece
mentida que a estas alturas haya gente a la que se le olvide aún parar el
teléfono.
Y el dichoso teléfono volvió a sonar en la siguiente pieza. Esta vez, el
perjudicado, ALBERT CASALS que
interpretó, pero con trampa, el aria “Quando le sere al placido”. De hecho es
cierto que en el programa solo anuncia el aria (sin incluir el recitativo “Ah
fede negar potesse”, si, cierto) pero para mí esta aria lleva indisolublemente
la necesidad de interpretar antes este acertadísimo recitativo que, como tantos
otros que salieran de la pluma del maestro de Busetto, me encanta. Una lástima
no poder gozar del mismo. Quizás en otra edición. Voz correcta y adecuada para
afrontar un aria dulzona y melodiosa, que tiende siempre también a ser
ejecutada de manera demasiado lenta.
Y llegó, por fin la zarzuela con “No puede ser”, otro clásico de clásicos
en cualquier concierto que se precie, y fue en esta ocasión ALBERT DEPRIUS el responsable de
afrontarla. La voz es robusta y suficiente, el fraseo quizás no tan matizado,
pero salió más que victorioso escuchando un aluvión de bravos, que como un
tsunami, venían rápidamente desde lo más fondo de la platea hasta la primera
fila.
Pero, si hubo alguien que se llevó ayer noche el gato al agua y sin
necesidad de hacer exhibiciones de dramatismo innecesario para causar fervor al
público con ecos veristas y arrancar de él ensordecidos bravos, este fue sin
duda el tenor CARLES COSÍAS. Con
todas sus piezas, sí, pero especialmente en este “Bella enamorada” – que borda
y que ayer bordó excepcionalmente- de la zarzuela “El último romántico” de
Soutullo y Vert. Por fraseo, por uso inteligente de recursos musicales, por sus
pianos, por su gusto extremo a la hora de cantar, por sus matices, por su
timbre y por su bella voz – que es de justicia decirlo y repetirlo y nunca me
cansaré de hacerlo y difundirlo. Fue precisamente él con todo su arte quién
emocionó a todos los allí presentes.
Es verdad que la romanza es bella, pero ¿qué sería de ella sino se
ejecutara con una voz y estilo como los descritos? Cada uno de los presentes en
el concierto, bien seguro tendrá una opinión completamente distinta.
Y finalmente, cerró la primera parte la popular “Granada”, con el trío de
nuevo encima del escenario, en la cual se permitieron hacer más que merecida mención,
entre broma y broma buscando crear un ambiente distendido, al maestro RICARD ESTRADA, también, de justicia.
Sus manos deslizadas por las teclas blancas y negras del piano hacían las
delicias del oyente mientras los intérpretes respiraban. Vaya piano… ¡Qué manos…!
Y siguieron volando las partituras…
“Qual piuma al vento”… Pues lo mismo.
En la segunda mitad del concierto, junto con el aire, se convirtieron en
protagonistas. Ondeaban en el atril y la música ahí escrita volaba hasta
aterrizar al suelo. Allí se quedaban hasta que Cosías – siempre le tocaba a él-
las recogía. Trabajo extra añadido para él, si cabe.
Al son del inevitable “O, sole mio” los TRES TENORES abrieron la segunda parte prácticamente dedicada por
entero a la ópera. Trinos de rigor ineludibles – a ver quién la hace más gorda
y mejor y con cuánta duración- dieron paso a una de las arias más hermosas que
se hayan escrito nunca.
Puccini, “Tosca” y su “E lucevan le stelle”. Combinación perfecta. Los
dedos del maestro ESTRADA en el
teclado reproducían la atmósfera necesaria. La noche, la luna, las estrellas… Y
esta aria, con todos estos elementos, si se escucha al aire libre con el
relente de la noche y su frescor, hace que nos transportemos. En ese momento,
sólo existe la música. Evocar la noche cuando es de noche. Sentir la noche
cuando es de noche y hacerlo al aire libre se convierte en algo mágico y muy
especial. Es cuestión de vivirlo y sentirlo, así de fácil y esta aria es la mejor
y más propicia embajadora para tal cometido.
Fue en esta ocasión ALBERT DEPRIUS
quien personificó a Cavaradossi, el pintor enamorado de Tosca. La voz es adecuada
para el papel, y el fiato exhibido, más que suficiente. Sin embargo, con ella y
con sus otras dos intervenciones posteriores adolecieron de un dramatismo, que
en la cantidad adecuada se agradece, pero que pasándose de su justa mesura,
como hizo en algún momento para ir en busca del efecto y posterior arrebato del
público, afea la interpretación, a pesar de estar bien cantadas.
Y siguió ALBERT CASALS con “Ah!
Lève-toi soleil” del “Romeo et Juliette” de Gounod invocando el sol en medio de
la noche. Su francés mucho más que correcto y natural, y la voz, adecuada para
una pieza que domina por estilo. Su canto flotaba en el ambiente. Fue uno de
sus grandes momentos del concierto, y su canto había adquirido ya un tempo
mucho más equilibrado que en la primera parte.
Gounod dio la alternativa a Massenet, otro genio de crear ambientes
simplemente con la descripción de su música y sin necesidad de que a la misma
se le añada letra. Llegó el turno de CARLES
COSÍAS con una interpretación estupenda del “Pourquoi me réveiller” del “Werther”,
aria difícil y comprometida y que de nuevo, hizo las delicias del público.
Agudos bien asentados en una pieza en que el fraseo y el matiz van unidos. Y de
esto Cosías es buen sabedor y lo lleva a la práctica sin duda. Lanza y mastica
bien las palabras, y su dicción impoluta ayuda a la excelsitud del intérprete.
Otra dosis de dramatismo en exceso que busca el efecto -pero muy bien
ejecutado- fue lo que nos sirvió ALBERT
DEPRIUS con su “Lamento de Federico”, otra de las grandes piezas que da mucho
juego a la voz de tenor. Un aria donde las palabras son extremadamente
importantes. Cada una de ellas debe lanzarse correctamente, y Deprius lo hizo,
lo matizó bien, dando sentido a cada una de ellas. Voz que resultó interesante,
adecuada así como su timbre.
Seguidamente, momento más de relax, y de nuevo los TRES TENORES se cantaron un maravilloso “Core´ngrato” de Salvatore
Cardillo que precedió al primer hit de
hits de la ópera. Y es que… ¿quién no
ha escuchado jamás “La donna è mobile? Que levante la mano aquél que en alguna
ocasión no la haya cantado bajo el chorro del agua caliente de la ducha.
ALBERT CASALS fue el Duque de Mantua. Su interpretación buena. Su voz
adecuada aunque quizás un poco extremo el “pensier” final.
Y de Verdi a Verdi, y tiro porque me toca. Del “Rigoletto” a “I lombardi
alla prima crociata” en la voz de CARLES
COSÍAS, una pieza breve, quizás la menos difundida y menos cantada de un
programa bien equilibrado. Cosías sacó a relucir de nuevo su gusto, su
capacidad de adornar con la belleza de su voz una parte corta y poco
agradecida.
Tocó la fibra ALBERT CASALS, con
el que junto a su “Romeo” fue una de sus mejores intervenciones de la noche. “Rosó”,
la bella “Rosó” con un dominio absoluto de la música y del fraseo, con un
catalán impoluto y que no todo aquel que habla en catalán lo pronuncia
adecuadamente. Casals, sí. Y aunque parezca fácil cantar en tu propio idioma,
está más que demostrado que con una fonética inadecuada, con sones hablados
inadecuados al hablar, cuando se traslada al cantado, el fraseo se resiente y
adolece de la mala pronuncia.
Su discurso, excelente. Su voz, bien equilibrada. Su delicadeza, cuidada.
Los aplausos, pues, cantados y merecidos. Bravo!!!
De catalán iba la cosa ahora. Entonces fue cuando ALBERT DEPRIUS nos ofreció su versión del “Pirineu” de la zarzuela “Cançó
d´amor i de guerra” de Martínez-Valls. Al igual que su compañero Casals,
destacar su neta dicción en catalán, la verdad es que un auténtico lujo
escuchar así el catalán cantado. Una pieza que se le nota rodada, que no es la
primera vez que la canta, vaya. Acometida con seguridad aplastante a pesar de
que buscó de nuevo el efecto alargando quizás notas que – opinión personal- de
forma innecesaria, pero, cada intérprete sabe lo que busca, lo que hace, lo que
da y lo que ofrece. Ejecución mucho más que correcta y válida.
El concierto, valga a decir, oficial, se cerró con la divertida “Funiculì,
funiculà” con las tres voces al unísono, pero nadie se creía que aquello
finalizara allí. El público aplaudía, algunos de ellos de pie. No se escucharon
muchas peticiones de bises porque parece que los mismos sean ahora de un
obligado ineludible, como un apéndice más que se incluye o se exige ya en el
concierto e incluido de salida ya en el precio de la entrada. Una cuestión más
o menos como compartir unos minutos con el artista, pues hay público que cree o
piensa que esto, también va incluido en la entrada.
El “otro” concierto
Seguían ondeando y volando partituras y el público allí agolpado no se iba
y seguía también aplaudiendo.
Los bises no se hicieron de rogar y el primero, dedicado a Carlos
Harttmann, organizador del Festival como regalo de cumpleaños, fue el “Nessun
dorma”, el segundo gran hit del
concierto.
Y de la China imperial, de nuevo a Italia, a Sorriento, con la bella “Torna
a Surriento” con sus dos estrofas, y con los tenores relajados, sonrientes y
con ganas de más, aunque lo que buscaban era el ruego del público.
Me llevé las manos a la cabeza en un gesto inevitable de incredulidad
cuando escuché el piano del maestro Estrada las primeras notas del “Júrame” una
canción que donde las haya destaca por belleza, por melodía, por lo que
explica, por sentimental. Y por sentimental me tocaron la fibra de nuevo,
puesto que esta canción era una de las preferidas de mí abuelo que, aunque esté
en el cielo, ayer noche inevitablemente, como siempre, estuvo presente en el
concierto. A mi lado. A nuestro lado. En la silla vacía de mi izquierda que
separaba mi localidad de la de la señora del móvil. Para él la guardaban.
Un concierto de Tres Tenores. Un concierto especial por lo que significa
para mí. Para nosotros. Para él. Por lo tanto, quiero agradecer desde lo más
profundo de mi corazón al artífice de la elección de esta pieza, sea quien sea,
eso no importa, y también a los tres intérpretes que seguro que hicieron con
sus voces esbozar una sonrisa en los labios de mi abuelo. Gràcies, nois!!!
Pero no quiero concluir este bloque sin hacer mención a la ejecución del
cuarto intérprete, que es el piano del maestro ESTRADA que mientras en el “Júrame” los artistas tomaban aire, el
maestro nos puso el vello de punta con las notas en solitario que preceden de
nuevo las voces de los intérpretes.
Y entre tantas partituras que tenían encima del atril… Tantas que habían
volado… Tantas que se habían recogido… Tantas… Tantas, que acabaron con otra
versión del “O´sole mio”, trinos de nuevo, broma incluida. Un guiño a la
complicidad con una pieza final que arrancó en esta ocasión una carcajada a un
público que gozó de más de dos horas de música con tres voces estupendas
acompañados por un pianista de auténtico lujo.
¿Y no os preguntáis…?
¿Dónde acabó el móvil en la segunda parte?...
Curiosamente dentro de un tiesto gigante para que no molestara. No sé si
llegó a sonar o no. La cuestión es que no molestó más. Ignoro si se quedó allí
o la señora lo recogió. Eso… jamás lo sabremos.
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