Cuando la juventud se amalgama con la maestría: Plácido Domingo conquista el Bernabeu
El pasado miércoles el estadio del Real Madrid se vistió nuevamente de gala
y en esta ocasión no para celebrar la gloria y la conquista de la undécima copa
de Europa con los jugadores como había sucedido un mes antes. No. El miércoles
no iba de copas ni de trofeos. Todo el meollo se centró en el arte, la cultura,
la música y en los sentimientos. Pero también floraron por el ambiente el
agradecimiento y el respeto, unidos indisolublemente con la admiración.
Hace tres noches pues que el Santiago Bernabéu sacó una vez más sus mejores
galas para homenajear al más grande, a la voz que, al igual que un viejo lobo
de mar, sigue surcando aún mares y arrastrando poderosamente a los aficionados
a la ópera con el poderío de su carisma y su arte. Ni la peor de las
tempestades ha logrado hundir el barco.
Un gran despliegue logístico, chispa e ilusión, mucha ilusión y buenas
causas hicieron del evento un éxito rotundo de asistencia en un lugar en el que
días antes, la verde hierba madridista, testigo mudo y sufrido de las más
grandes victorias de su equipo, había cedido su lugar para transformar el
recinto en el escenario de un macroconcierto muy especial.
Plácido en el Alma
Enmarcado en un acto que tenía como telón de fondo la Fundación Alma del
Real Madrid. Con ella, el club blanco rendía tributo a los recién cumplidos
tres veces veinticinco – como él mismo reza con simpatía- de PLÁCIDO DOMINGO, tenor universal,
madridista de pro, socio de honor del club e intérprete del Himno del Centenario.
La cita ineludible. Un concierto denominado, sabiamente, “Plácido en el Alma”.
Jamás un título había tenido un gancho y un significado tan especial, tan
bonito y tan sentimental. “Plácido en el Alma” aunque la grafía mayúscula
maquille, descaradamente y en el mejor sentido de la palabra, el significado
que para muchos de nosotros supone la figura de una voz como la suya.
Plácido Domingo cantó de riguroso negro en el templo blanco del equipo de
sus sueños y acompañado, arropado y admirado por múltiples artistas de diversas
disciplinas que no quisieron perderse el agasajo a un artista que es querido a
ambos lados del mundo, irrepetible e único.
Con un BERTÍN OSBORNE en su
papel de maestro de ceremonias, y después de que la Orquesta Sinfónica de Madrid
interpretara la inevitable obertura de “La forza del destino” Plácido Domingo abrió
la velada con un “Nemico della patria” de la “Andrea Chénier” de Giordano, una
pieza especialmente conmovedora, por la que siento un real aprecio y que hizo
poner al estadio de pie nada más empezar.
La voz de Domingo, sorprendentemente en un estado óptimo llenó hasta el
último rincón del templo madridista para así dar paso al también tenor ANDREA BOCELLI que interpretó la
difícil “Pour mon ame” de “La Fille du regiment” para después, cantar junto al
maestro Domingo el primero de los variopintos dúos que el tenor español
interpretó a lo largo de una dilatada noche. En esta ocasión fue el tenor
madrileño, cantando pero de barítono, quien secundó al italiano con “Au fond du
temple saint” de “Los pescadores de Perlas” de Bizet.
Se intercalaron de por medio cantantes como DIEGO TORRES con su famoso “Color esperanza” mientras que el
talento y sentimiento de SARA BARAS
se fundió a la perfección con la voz de Plácido Domingo firmando uno de los momentos
más emotivos.
En la tarde noche madrileña iba ya asomando el crepúsculo que, inexorable,
caía desplomado desde el cielo, haciendo subir la temperatura del momento.
Después de un “No puede ser” para el que solo puedo decir que me tocó el
alma, ahora sí, escrito en minúscula, ambos, como si todo a su alrededor se
hubiera desvanecido sellaron uno de los instantes mágicos de la velada. El
desgarro de la copla “Ojos verdes” en la garganta de Domingo, que interpretó de
forma sentida, susurrada y lanzando cada palabra al aire con arte y maestría, fueron
bazas suficientes para que Sara Baras se dejara seducir – lógico ante esta gran
voz- y ofrecernos lo mejor de sí.
Otros momentos significativos
Y aunque creía lo contrario cuando leí en su momento la larga lista de
artistas que acompañarían al Maestro, debo decir que Plácido cantó y mucho a lo
largo de la noche. Y es de agradecer.
Con IL VOLO, grupo que según Domingo
descubrieron sus nietos pequeños, entonaron la bellísima “Non ti scordar di me”.
Cuatro voces excepcionales encima de las tablas. La incipiente juventud
arropada por la sabia experiencia.
Todos ellos, todos los presenten admirando la versatilidad y la capacidad
camaleónica de Plácido Domingo. Del más grande.
El tango “Volver” al unísono con JUANES
dejó también un especial regusto y un saludo a los muchos y numerosos
argentinos que también comparten con los españoles, nuestra voz más universal.
Y con todo ello, la noche iba avanzando, ligera, y con más sorpresas. Una
sin par “Granadinas” de la zarzuela “Los Emigrantes” entonó Domingo antes de
acompañar al piano a BERTÍN OSBORNE
en una irreconocible versión de “My way”. Un pianista de lujo que incluso cantó
un par de frases de esta inmortal canción, popular y bella donde las haya, que
en la voz de “La voz” sonó siempre mucho mejor.
Para Domingo, la actuación siguiente tuvo, como no, especial
condescendencia. Una vez su hijo PLÁCIDO
DOMINGO JR. interpretara la preciosa
“Sabor a mí” cuyo fraseo tiene bastante de Plácido padre, ambos, se unieron
para cantar otro de los exitazos de principios de los 80, el “Perhaps love” del
tristemente fallecido John Denver.
El “Seré” de PABLO ALBORÁN en la
voz de Domingo sonó extraordinariamente bien y los dos intérpretes, marcaron
uno de los momentos más esperados por el público que llenaba el estadio. De nuevo
la juventud unida con la maestría.
Podría hablar y hablar de ello, pues la noche fue larga y el arte allí
encima inmenso, pero, como todas las cosas, siempre hay una pieza con la cual,
de entre todas, es para una la más especial. Y en un acontecimiento como este
no podía ser de otra manera.
Adoro
Sí. Su voz, su carisma, su arte, su talento y la capacidad que tiene
Domingo de seguir emocionándome como el primer día. Y con 75 años…
Es difícil decantarse por uno o por otro momento, por lo tanto, me permito
la licencia de quedarme con tres: en primer lugar su “Nemico della patria”
seguida de su “No puede ser”, piezas que ya le había escuchado.
Pero el premio, la medalla de oro va en esta ocasión para el dueto que
Plácido Domingo hizo con el almeriense DAVID
BISBAL. Ese “Adoro” de Armando Manzanero tuvo el poder y la magia que solo
dos voces como las suyas pueden transmitir en sus respectivas disciplinas. La
melodía es bella. Lo que explica, pura felicidad. La emoción del momento, la sorpresa
que me tenían reservada y todos mis sentimientos a flor de piel, provocaron en
mí lágrimas, unas de las tantas que ya había derramado a lo largo de la noche.
¿Adoro? Sí. Lo adoramos y no es por menos.
E in un sol bacio, abbraccio tutte
le genti amar
Todos querían lo mismo. Un abrazo, una foto, un recuerdo, unas palabras,
una mirada, un apretón de manos y un beso del Maestro.
Y generosamente el Maestro Domingo tuvo para ellos todo esto y más. Sólo
una fuerza de la naturaleza es capaz de ello. Los únicos hombros que pueden
soportar el peso de la fama de una forma completamente ligera. Este es Plácido
Domingo. Un extraordinario artista.
Comentarios
Plácido Domingo Embil hizo sus pininos con sus padres, tal como ahora Plácido Domingo Jr. (sería Plácido Domingo III) lo hace con su padre.
Ojalá que la dinastía Domingo, de excelentes cantantes continúe, y que el hijo supere a su padre.
Saludos