Winterreise de Kaufmann en el Liceu: "Fein Liebchen, gute Nacht!"


Wunderlicher Alter,
soll ich mit dir geh'n?
Willst zu meinen Liedern
deine Leier dreh'n?

Viejo extraño,
¿Voy contigo?
¿Harás girar tu organillo
para mis canciones?

 
 
 
 
Con estas palabras. Sentidas. Bien dichas y fraseadas. Casi susurradas. Precisamente con ellas, acariciadas aún por el último eco del piano, el tenor alemán JONAS KAUFMANN ponía punto y final tras 75 minutos de un intenso y expresivo "Winterreise", (Viaje de invierno).

Y tras ellas, se produjo el milagro: cinco o seis segundos de silencio sepulcral en el Liceu. El público volvía a respirar y a ser consciente de ello después de este intervalo de tiempo y Kaufmann, por su parte, regresaba de su viaje por la nieve en pleno invierno. En ese momento en que ambos tomamos consciencia de la vuelta a la realidad, es cuando el Liceu estalla y se produce el delirio.

Había ganas de escuchar al bávaro en Barcelona, y más desde que en 2010 nos cancelara "La bella molinera", y la ocasión valió la pena. Son de aquellas grandes noches con grandes artistas, que se dan raramente. Pero se dio. Y Kaufmann no defraudó.

A pesar de entender muy poco el alemán siempre es un placer escuchar a estos artistas en su lengua natal, pues el grado de implicación y expresión aumenta en estos casos, y ello se palpa, se nota.

Cada una de todas las palabras de este "Winterreise" están perfectamente colocadas, en su punto, y bien lanzadas, y cada una de ellas matizadas por medias voces, por pianos, y por fortes. Escuchar la voz de Kaufmann en una obra así es, en estas épocas de vacas flacas, un auténtico lujo. Pocas oportunidades hay de hacerlo y menos en Barcelona.

 

 

Localidades agotadas

El Liceu lleno hasta la bandera.

Se habían vendido todas las localidades desde hacía tiempo, y el Teatro ideó un sistema de entradas de última hora llamadas "Premium" que me dieron un gran quebradero de cabeza y que han sido las entradas de la discordia. Pero de las 84 inicialmente previstas, se quedaron en unas 48, más o menos pude contar, en un estrado un poco más bajo que el escenario donde Kaufmann, en el centro mismo, estaba flanqueado por esos rezagados de última hora que, por un módico precio de 150 euros, casi compartieron tablas con él.

Situadas en los laterales, molestando quizás, y seguramente, la visión de los proscenios, las tres filas "Premium" supongo, claro, satisfacieron (o no) a los que se hicieron con ellas, siempre tarde, y ya se sabe, pagando algo precio de oro, cuando en realidad tuvieron que ver al artista de lado que no es, ni de lejos, lo que se les había prometido. Y no hay derecho cuando se hacen estas cosas.

Supongo que todo es conformarse. O no.

 
Había nervios en el Liceu. O yo los tenía. Muchos. Dudando hasta última hora y rezando para que no cancelara. Y no. En esta ocasión no.

Además Kaufmann en esta ocasión "jugaba" en casa y el ambiente, el calor, el carisma y las ganas que hay en el Liceu no lo he  encontrado en ningún teatro al cual haya podido acudir. Las noches en nuestro Gran Teatre son mágicas y más cuando por él desfilan grandes voces, grandes artistas. Era consicente de ello. Y ayer noche, volví a comprobarlo. Volví a vivirlo de nuevo, aunque evidentemente y no con el mismo grado de intensidad.

 

El "Winterreise" de Schubert

El núcleo de los poemas que se relata en esta obra de Schubert es el amor no correspondido. Un hombre que ama a una muchacha, pero ella lo deja. Es aquí donde arranca la historia. No hay una línea dramática, sino que los Lieder expresan las reflexiones o impresiones del cantante mientras pasea solo, durante el invierno. Predominan los temas del frío, la oscuridad, el paisaje desolado, y la soledad, pues salvo el organillero final, no encuentra cara a cara a ninguna otra persona.

Los frecuentes cambios de tonalidad marcan las variaciones del sentimiento (de la alegría a la desesperación), si bien la segunda mitad va hundiéndose totalmente en un tono sombrío y melancólico.

Y todo ello a Kaufmann le va como anillo al dedo. Personajes mentalmente un tanto desequilibrados que narran amores no correspondidos, o, correspondidos pero imposibles. Kaufmann busca en su interior todos estos sentimientos, y los pone encima del escenario a través de su voz, una voz oscura que se adapta idóneamente al perfil del personaje protagonista de este frío viaje. De este oscuro viaje, de este melancólico viaje, porque la melancolía también se respira en estos Lieder, que alternan, de tanto en cuando algún motivo alegre en canciones como "Die Post" (El correo) o "Frühlingstraum" (Sueño de primavera).

 

 

El "Winterreise" de Kaufmann

Aunque Kaufmann se entrega en todas, en las más alegres o en las más sombrías, es en las más tristes, en las más interiores, donde más me gusta porque despliega, de forma sencilla, un abanico de sentimientos difíciles de trasladar. El uso de las medias voces, de los pianos se hace esencial para tal fin y el alemán los pasea por el escenario con el más absoluto descaro. Descaro que solo está al alcance de los grandes. Y señores, Kaufmann, guste más o no guste tanto, es uno de los grandes. Viene diciéndolo a gritos desde hace años. Y ayer volvió a reafirmarlo.

Es verdad que quizás siempre se ha dicho que el Liceu no es un público de Lieder, cierto, que quizás el Teatro de las Ramblas no sea el lugar indicado para un recital de ese estilo y que un cantante de ópera, que es lo que es Kaufmann, tendría que venir a cantar precisamente esto, ópera. Estoy de acuerdo, pero señores, cuando el ciclo de Lieder es tan bonito como es el citado, cuando se hace en un recinto tan bello y especial como es el Liceu, y cuando el cantante de ópera en cuestión es tan bueno como Jonas Kaufmann es, no hay excusa que valga, no hay pretexto para salir decepcionado porque pocas veces se dan, en una misma noche, todos estos factores.

Debo confesar que no es la primera versión del "Viaje de invierno" que le escucho a  Kaufmann. Tengo en mí haber una versión de 2007 en Heidelberg, otra de 2013 de Viena y, evidentemente, la comercial de la SONY aparecida recientemente. En las tres suena distinto, pero en esta última es donde Kaufmann alcanza más expresividad.

Y es precisamente este adjetivo, expresividad, con el cual calificaría la interpretación de ayer. Ya desde un "Gute Nacht" (Buenas noches) expresivo y genialmente fraseado, a un nivel inigualable, presentí que aquello sería un desfile de matices, de palabras bien mordidas, de inteligencia y de entrega. De concentración y de honestidad con el público, y todo ello fue posible también por el acompañamiento del piano de HELMUT DEUTSCH, que respiró segundo a segundo con el cantante, sin erigirse en protagonista, limitándose a secundarlo, pero secundándole extraordinariamente de forma sensacional.

Ambos intérpretes se conocen, han trabajado mucho juntos, y Deutsch conoce a la perfección la voz de Kaufmann y Kaufmann encaja perfectamente en las manos de Deutsch. Éste último aprieta cuando puede, pero siempre acompaña. Es impensable hoy en día pensar en un recital del alemán sin tener a este pianista al lado. Es un tanto monta... monta tanto... pero sin el cual un ciclo así sería inimaginable.

Hablaba de concentración. Sí. Kaufmann apareció en el escenario de rigurosa etiqueta, con frac, muy delgado. Se le nota quizá el ritmo frenético de vida, los viajes, y quizás pocas horas de descanso, pero aún así Kaufmann no deja de tener su atractivo. Es un hombre realmente muy atractivo. Se adivinan las canas en su rizado pelo, en su cara, pero, no pierde su encanto por ello. Al contrario.

Con una sonrisa en la boca se presentaba ante un público que le acogía con ganas, pero al que no miró casi nunca, alguna vez tímidamente, y en una sola de forma directa hacia donde estaba yo, y precisamente en una de las piezas que más me gustan "Die Krähe" (La corneja)... sin palabras. Afortunada fui de poder ver por segundos toda la expresión de su cara girado hacia nuestras localidades. ¿Telepatía, quizás? No. ¿Casualidad? Puede...

El nivel de concentración era tal, que de no haber sido por las reiteradas toses del público entre Lied y Lied que rompían por momentos la magia que se había forjado, y que fue objeto de alguna que otra mirada cómplice entre pianista y cantante, el viaje de invierno de Jonas Kaufmann en el Liceu hubiera sido la perfecta base para una grabación. Para una grabación, indudablemente, de lujo.

Y eso aún advirtiéndose en el programa de mano que las toses pueden molestar al intérprete y al resto del público. En fin... siempre hay quien tiene que dar la nota.


 
 

Del "Gute Nacht" al "Der Leiermann": acompañando a Kaufmann en su frío caminar.

El viaje que nos propone el tenor va desde la contención del amante abandonado, que marca las palabras que golpean su corazón, susurradas a veces, pero totalmente audibles, y, a medida que va avanzando en su camino el canto se vuelve oscuro, desesperado y melancólico, para irse con total facilidad al otro extremo, a la alegría que anhela, al amor que desea, a la ilusión que persigue, a sentirse perseguido por la melodía de Schubert que imprime el piano. De nuevo el estilo se torna sombrío y la resignación final aparece en el último de los Lieder, "Der Leierman" (El organillero) magistralmente, y repito, magistralmente interpretado por Kaufmann. Y es que el poema lo vale, la música lo vale, y el tenor lo interpreta así y así lo siente y lo comunica. Así lo trasladó a la sala repleta de público en el que no cabía una alma más y en un momento en que se podía cortar el silencio. Así lo comentaba el público durante la ronda de aplausos que se le brindó al tenor. Una joya que nos regaló el alemán.

Con efusividad, pero corta. Quizás unos 5 ó 7 minutos en los que el público no paró de bravear, de aplaudir, insinuando a Kaufmann que lo que querían era un bis. Un bis claramente operístico.

Pero un bis después de un tan genial "Der Leierman" hubiera sido un sacrilegio. No digo que no, quizás lo fuere, pero se le hubiera perdonado e incluisive se le hubiera permitido la licencia para hacerlo. Ayer valía todo. Ayer Jonas Kaufmann tenía lo que, coloquialmente se llama, "barra libre". Pero no lo hizo y mantuvo su compromiso con la obra y con el espíritu de Schubert, aunque a mí, la verdad, me hubiera gustado porque disfrutar de una voz como la suya nunca empacha. Nunca sobra. Nunca está de más y siempre apetece. No lo hizo, y lo respeto.

El Liceu poco a poco iba aumentando la intensidad de los aplausos, pero de nada sirvieron. Kaufmann se mantuvo firme y no sucumbió a tentaciones. No pecó. Al menos ayer. Otro día, ya lo veremos...



 

"Como un extraño llegué y como un extraño me marcho"

“Fremd bin ich eingezogen, Fremd zieh' ich wieder aus”.

 
Estas son las primeras palabras con las que se inicia el "Winterreise" de Schubert. Kaufmann, pero, no es un extraño para el público del Liceu ni se marchó como un extraño.
¿Alguien creía que la noche había acabado en el Teatro y con la última nota del piano de Deutsch? No. Claro que no.

Quizás fuera algo un tanto amargo, o agridulce, no sabría cómo definirlo. La ya casi obligada firma de autógrafos no se perpetró a pie de calle. No, para esta ocasión se habilitó el hall del Liceu para que el tenor,  junto a su inseparable pianista, pudieran firmar autógrafos a aquellos, y entre los cuales me encuentro, para quienes la función no acaba con el último telonazo.

Una veintena de personas se congregaron en la entrada de artistas para conseguir una foto, un autógrafo y compartir dos segundos con Kaufmann, muchos no sabíamos lo de la firma en el hall. Nadie dice nada, el Liceu no explica nada.

Fuimos al hall y desde fuera podíamos ver como se estaba preparando todo. A los pocos minutos, por la escalinata principal bajó el tenor, con un pañuelo en el cuello, igual que como había llegado tres horas antes, caminando por las Ramblas y llevando a cuestas él mismo su propio vestuario.

La verdad es que la falta de información generó confusión. Sólo firmaba cd y dvd, y por expreso deseo suyo, nada de fotos. Un chasco. ¿Y la gente que no llevaba un cd o un dvd y querían ver a Kaufmann de cerca?

Me enteré más tarde que el programa también lo firmaría. Y eso me decantó. Y me quedé. No podría hacerme una foto con él (tenía incluso comprado el marco) pero no quería perder la oportunidad de verle de cerca.

Aunque en un principio me pareció mal, estaba irritada... y yo que no había traído cd ¿no podía ni tan siquiera hacer el intento de verle de cerca? Pero reflexionando, y ya en la cola, una cola ordenada, sin gritos, en fila india, sin golpes, sin nadie que se cuele, me pareció que era lo más acertado e idóneo para este tipo de cosas, así pues, todos los que aguardan tienen lo que quieren, y nadie se enfada.

Supongo que debería haber quejas, hoy en día quien no se queja, ¿verdad? pero desde mi punto de vista, y habiendo vivido otras salidas de artistas, creo que es lo mejor que se pudo hacer.

Un colofón, para mí perfecto, que ponía punto y final a una imborrable noche. Mi próxima cita con Kaufmann, en Peralada. ¡¡¡Qué ganas ya...!!!

Comentarios

Florestán ha dicho que…
Brunilda... aquí tiene un pedacito de nuestro Jonas Kaufmann.

Un beso de Florestán

http://florestanbcn.blogspot.com.es/2014/03/recuerdos-del-recital-jonas-kaufmann.html



Teresa Roca ha dicho que…
Florestan!!!

Muchas gracias!!! Allí voy!!! Espero que disfrutaras muchísimo del recital!! Un auténtico lujo!

Besitos,
Tosca ha dicho que…
Encara no m'he refet d'aquest concert. Renoi... no és pot cantar millor! Sentiment, recolliment, emotivitat, personalitat... es pot demanar més? Encara estic amb el reclinatori posat (com diria un bon amic comú) ....

Gallina de piel y amb ganes de tornar-hi. Quan quedem sr. Kaufmann? A la seva disposició.
Teresa Roca ha dicho que…
Tosqueta estimada... som de la mateixa opinió...és una d´aquelles nits que trigarem a oblidar, oi?
Escolta... jo també vull quedar amb el Sr. Kaufmann eh?? A veure si t´hauré de vigilar... jejejeje

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