“Simon Boccanegra” en el Palau de les Arts: È vo’ gridando pace... è vo’ gridando...
Que es el mejor.
Señores, 73 años años,
resfriado, con todo lo que tiene a sus espaldas, y Plácido Domingo aún se
impone en los escenarios. Y de qué manera. Basta solo ver la energía, la
ilusión, las ganas con las que actúa para corroborar, afirmar y reafirmar, una
y otra vez que Domingo es el mejor. Y no exagero un ápice.
Dejemos la pasión por el
artista de lado y analicemos, si podemos, fríamente. No hay nadie que le pueda
igualar en el mundo de la ópera. Su longeva carrera está avalada por las
mejores críticas, los grandes teatros aún, y repito, aún se disputan su
presencia en sus escenarios, sus admiradores le adoramos, y señores, cante lo
que cante, en la tesitura que lo cante, se continúa identificando aquel bello
timbre antaño de tenor, disfrazado ahora de barítono.
¿Y qué importa?
Los más puristas, sus
detractores, también se le echarán encima diciendo que ya está bien, que se
retire. Todos los que amamos su arte, sin embargo, continuamos disfrutándolo.
Con 73 años, qué pronto
se dice.
Aquellos que le queremos
le pediríamos que baje, en pro de su salud, este ritmo frenético que necesita
tanto como el aire que respira. Aquellos que le queremos, hoy, nuevamente le decimos
al unísono: gracias Maestro Domingo.
De nuevo, Domingo se
enfundó las vestiduras de dux en la segunda de las representaciones del
"Simon Boccanegra" que estos días está representando en el Palau de
les Arts de Valencia.
El edificio de Santiago
Calatrava está destartalado completamente y da pena verlo en ese estado. Se ha
retirado todo el trencadís que lo cubría, y la cubierta un tanto oxidada,
contrasta con el blanco que envuelve el resto del edificio. Una verdadera pena
para un teatro tan joven.
Austeridad y oscuridad
Parece que viene siendo
la moda en las producciones de hoy en día. Un escenario oscuro y minimalista
que contrasta con el rojo de los mantos que luce Boccanegra. Senzillez y
efectividad, pero que no crea ambiente y no sitúa, argumentalmente hablando, al
espectador, en una historia que ya de por sí es enrevesada.
Quizás el vestuario de EZIO
FRIGERIO y FRANCA SQUARCIAPINO, no estuvieron para mí al nivel de
belleza que en otros montajes de los cuales hemos podido gozar, caracterizados
siempre por el buen gusto.
Colores oscuros, como
oscura es la obra, y rojos que alimentan intrigas y pasiones, encrucijadas,
venganzas y rencores.
Todo ello coherentemente
ligado con una puesta en escena donde lo más bonito era el simulo del mar,
cuando éste se podía adivinar al levantar las enormes rejas que dominan
prácticamente la obra en todos los actos.
Me agradó la dirección de
EVELINO PIDÒ que llevó para mí un buen tempo y respiró con los cantantes
cada segundo, sobre todo muy atento en las intervenciones del tenor Ivan Magrì
al que le marcó prácticamente todas las
entradas.
La orquesta sonaba
fuerte, atronadora, allí estaba Verdi indudablemente y destacar a la par, la
intervención coral, de lujo, en el final del primer acto.
Más oscuridad
De voces, claro está,
porque "Simon Boccanegra" es de por si una obra de barítonos y bajo,
donde el tenor, tiene dos intervenciones bellísimas, pero cuando Boccanegra es
Domingo, no hay tenor que valga. Allí manda el dux. Allí manda Simon. Allí,
manda Plácido.
PLÁCIDO DOMINGO según comunicado del
teatro por los altavoces, cantaba estando enfermo. No especificaron. Supongo
que estaba resfriado, pues en las primeras notas que cantó se adivinó que no
estaba al 100%. Algo me sospeché cuando, también por megafonía indicaron que la
representación empezaría con cinco minutos de retraso.
Hacía justo un año que no
le veía actuar en directo. Un año exacto, puesto que ayer se cumplía un año
desde que le escuché cantando el Germont padre en el MET. La misma situación.
Y si, resfriado, y
tosiendo puntualmente, pero es abrir la boca, es emitir una sola nota y basta
ello para hacerme poner el vello de punta.
Ahí está Plácido, me dije
interiormente cuando, aparece en el primer acto con su capa y con el pelo y la
barba blancas. Plácido al natural, el Plácido al que estoy, ahora,
acostumbrada.
Bien es cierto que
cualquier cantante aquejado por un resfriado no puede dar lo mejor de sí, pero
Domingo hace siempre de tripas corazón, y no siendo quizás la noche en que se
sintió más cómodo, llevó adelante una función en la que, casi todo el rato está
en escena, fatigando su garganta, pero sus años de experiencia, su saber hacer,
hicieron que se notara lo menos posible.
Pero se notó. Era
inevitable y sobretodo en fragmentos tan preciosos como “È vo gridando pace… è
vo gridando amore…” en el que tuvo que apretar y mucho. Pero lo salvó.
Para mí estupendo en su
dueto del primer acto con Amelia, donde me puso la carne de gallina… qué
curioso, y cantando de barítono, pero la expresión, aquel fraseo que siempre ha
caracterizado a Plácido allí estaba, intacto. Preciso. Fulminante. Plácido –
barítono, pero en estado puro.
Y qué decir a nivel
escénico… 100% creíble. Él era Simon. Simon el joven, Simon el dux que impone
su autoridad sobre Paolo casi rozando el grito. Simon el padre, dulce y amoroso
con su hija recién encontrada, y Simon fatigado tras beber la muerte.
Sin duda Boccanegra es
uno de los grandes papeles actuales de Plácido Domingo, y un lujo podérselo
escuchar, a pesar de no estar en sus mejores condiciones.
Hubo algún momento en que
me hizo sufrir, y su increíble – y creíble a la par- actuación artística me
hizo pensar en algún momento que no acabaría la obra… pero Plácido es mucho
Plácido. Acabó la obra, y tanto que la acabó y además estuvo cordial y
simpatiquísimo en la ronda de aplausos que no se prolongó, muy a mi pesar,
demasiado.
El resto del elenco
Amelia Grimaldi fue
encarnada por la soprano china GUANQUN
YU que a mi parecer empezó un tanto floja en su “Come quest´ora bruna”. Me
daba la sensación que la voz se quedaba un poco atrás. Sin embargo sus agudos
fueron impecables, y a medida que avanzó la obra, especialmente en el dueto con
Gabrielle y el posterior con Simon estuvo impecable, y fue creciendo a lo largo
de la obra de menos, a más.
Y acabó gustándome su voz
y su interpretación. Sencilla, sin divismo, natural.
Tenía especial interés en
escuchar a IVAN MAGRÌ en el papel de
Gabrielle Adorno. El tenor de Catania ya había cantado el año pasado con
Domingo en el “I due Foscari” y había comentado que cantar con Plácido “da una
energia especial”.
Quizás tímbricamente me
esperaba mucha más belleza, pero claro, cómo se puede comparar la belleza
tímbrica de Adorno, cuando Adorno lo has escuchado por Plácido Domingo. Es muy
difícil.
Sinceramente Magrì
cumplió su cometido, la voz estaba, las notas estaban, y su dueto con Amelia y
su aria “Inferno!!! Amelia qui…Cielo pietoso, rendila” estuvieron bien
interpretados, pero faltados de matices. Quizás lo más triste es que cada vez
que tenía que entrar buscaba desesperadamente la batuta de Pidò. Eso se
soluciona, espero, con el estudio.
Muy bien el Fiesco de VITALY KOVALIOV vocal y escénicamente
hablando al igual que el Paolo de GEVORG
HAKOVIAN ambos generosamente aplaudidos al final de la representación, y de
forma claramente merecida.
En estos tiempos que corren…
No hay duda de la
incombustibilidad de Plácido Domingo. Sigue en la brecha y con contratos a no
sé cuántos años vista.
La próxima temporada
cantará “Foscari” en Barcelona y en Covent Garden, Germont también en Londres,
Luisa Fernanda en Valencia, Gianni Schicchi en el Real, y… y… y… yo qué sé
cuántas cosas más. Una ya pierde la cuenta. Esto sin contar los conciertos, y
otras cosas que por medio vayan saliendo.
Me preguntaba mí abuelo
esta mañana, ¿pero dime, realmente vale la pena ir a escuchar aún a Plácido
Domingo?
Vale la pena ir a
escucharle, cruzar el atlántico, atravesar medio mundo o cruzar la acera
simplemente para gozar aún de la voz más prodigiosa, grande y bonita que haya
dado el mundo de la ópera.
Pasión por su arte. Sí.
Mucha. No puedo evitarlo, señores.
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Besitos!!