El teatro de los sueños: visita al “Backstage” del MET
Es evidente que cuando me
refiero al teatro de los sueños, no estoy hablando del estadio del Manchester
United, Old Tratfford, aunque los aficionados más futboleros hayan pensado lo
contrario.
Así como en la oscarizada
“Titanic” de James Cameron se alude a que todo el mundo se refería a la nave
como el “buque de los sueños”, yo hoy, haciendo un paralelismo con la misma, me
atrevo a bautizar al MET como el “teatro de los sueños”, porque sinceramente,
¿hay algún aficionado a la ópera al que no le haría ilusión o no haya soñado
con asistir a una representación en este coliseo neoyorquino?
Casi con mucho
atrevimiento por mi parte, me permito decir que no, dado que todos los
aficionados a la ópera soñamos con el MET y con asistir algún día a él
escuchando una función que interprete nuestro cantante preferido. Las cosas
como son.
En el MET todo es a lo
grande: grande es el teatro así como grande es la plaza que lo circunda y
protege, grandes son sus cinco arcadas que se erigen orgullosas y desafiantes
al público y grande es la fuente que distribuye todo el complejo del Lincoln
Center.
De las múltiples ofertas
que ofrece el teatro es casi ineludible hacer la visita a su “backstage” para
así poder ver sus “tripas” y secretos.
Tener la oportunidad de
pisar su escenario, ver algunos de los decorados, o conocer los camerinos de
los intérpretes principales, son algunos de los atractivos que se desvelan al aficionado
operístico o al turista curioso que decide inmiscuirse en la cara oculta de
este impresionante edificio. Espacios todos ellos sin embargo cruciales para
que los cantantes den lo mejor de sí, y para que el público, ajeno a todo ello,
palpe la magia del teatro, la magia de los decorados, la magia y la química de
los intérpretes y que ellos sólo tengan que preocuparse de sus voces. Realmente
una gran familia que noche tras noche pone en marcha todo ese engranaje, toda
esa infraestructura para que todo esté dispuesto y en orden cuando el maestro
director eleve a lo alto la batuta para dar inicio a la ópera.
La entrada de artistas
Justo enfrente de la
tienda del MET hay una escalera mecánica y otra normal que nos conducen a la
zona de parquing y hacia la entrada de artistas.
Sin querer, la visita al
“backstage” me mostró el camino de dónde debía acudir el sábado sí quería
felicitar a Plácido Domingo al finalizar la representación.
Nos condujeron por los
pasillos que día tras día, noche tras noche pisan nuestros artistas
predilectos. Un complejo de espacios estrechos forrados de moqueta roja por los
cuales los intérpretes se mueven como peces en el agua y que los aficionados,
por curiosidad, queremos conocer, respirar en ellos y compartir un poquito del
aire y del aura que en ellos se encierra.
La sala
Grande también es la sala
con una capacidad para más de 4.000 personas entre butacas y asientos de a pie
y en la cual, el color rojo de las butacas contrasta con el dorado del techo y
paredes que se alzan en la inmensidad del recinto.
Es lo primero que se nos
enseñó de la visita anticipando ya un poquito la impresión de entrada en la
sala para el día de la representación fechada para el sábado.
La visita toda en inglés,
aunque se hubiera agradecido una traducción en español para poder seguirla
mejor, continuó, ahora sí, por el lado que siempre se oculta.
Aquella misma noche se
representaba “Faust” teniendo como a protagonistas principales a la soprano
Marina Poplavskaya y a Piotr Beczala. La producción la misma que la temporada
pasada estrenara la misma soprano al lado del tenor germano Jonas Kaufmann.
El escenario
De entre el laberinto de
pasillos por los cuales se nos condujo, llegamos al punto más importante para
todo aficionado, y es ni más ni menos que el escenario.
Actualmente el escenario
del MET acoge cuatro escenarios distintos, lo que permite el montaje simultáneo
de diversas óperas a la vez. Ni más ni menos, a lo largo de la semana del 25 de
marzo al 31 del mismo mes se han representado “La traviata”, “Faust” y “Otello”,
coincidiendo la primera y la última el sábado en función de mañana y noche,
respectivamente.
Pero sin lugar a dudas una
de las cosas que más ilusión me hizo fue entrar en el escenario y encontrarme
repentinamente frente a mi el reloj de Willy Decker de la producción de “La
Traviata”, la ópera por la cual, había hecho tantos quilómetros y tantas horas
de avión.
Y no pude resistir la
tentación de tocarlo al verlo frente a mi. Tenía que tocarlo, sentirlo en mis
manos, ser en cierta manera partícipe del espectáculo que se nos ofrecería el
sábado y que viviría con gran ilusión y nerviosismo.
Sin embargo, a pesar de
que este inmenso reloj pululaba por el escenario, pudimos apreciar también
parte del decorado del “Faust”: las escaleras de caracol, las rosas que llenan
el escenario de un rojo pasión durante el transcurso del segundo acto, así como
otros elementos que no hacían sino que constatar la fuerza de la producción de
esta ópera.
Sastrería, peluquería y decorados para las nuevas
producciones
Un despliegue descomunal
de telas, percheros, papeles, agujas y colores, papel pintado y grandes bloques
de madera, pelucas y demás accesorios se pueden encontrar en los pasillos que
conducen a sastrería y peluquería. Impresionante tener delante los trajes que
se enfundan las walkyrias en el tercer acto de la segunda jornada del Anillo de
Wagner, con miles de piezas plateadas y todos ellos protegidos contra el polvo
con grandes bolsas de plástico.
Los trajes deben
confeccionarse con un año de antelación, así pues es fácil encontrar los
vestidos de la actual temporada, mezclados con los que se utilizarán en las
próximas temporadas. Realmente impresionante.
Enorme el espacio en el
que los decorados de la próxima temporada empiezan a tomar forma. Maderas
amontonadas una encima de la otra que son las que con el toque profesional de
sus trabajadores servirán para recrear el París bohemio de “La bohème” o el
Wetzlar del “Werther” massenetiano.
Salas de ensayo y camerinos
Seguidamente, entre
ascensor y ascensor, se nos condujo a las salas donde se estaba ensayando la
producción de “Giulio Cesare” que tendrá como a protagonista principal a la
soprano francesa Natalie Dessay en el papel de Cleopatra.
El período de ensayos, que
dura de entre 6 a 8 semanas, tiene 4 fases: los preliminares, en dos salas casi
colindantes, para continuar con un ensayo a piano, y finalmente el ensayo
general, ya con vestuario.
Finalmente se nos condujo
a uno de los 8 camerinos que están destinados a los intérpretes principales, y en
esta ocasión tuvimos la oportunidad de adentrarnos en el de Piotr Beczala, que
aquella noche daba vida al personaje de Faust en la ópera homónima de Gounod.
Descubrimos el secreto de
la transformación del personaje viejo a joven. Pudimos apreciar los dos trajes
rayados, el blanco y el negro, que su personaje luce durante la representación.
El camerino dispone de un
piano, un par de sillas y un espacio reservado (que no vimos) con lavabo y
ducha, a pesar de que el camerino no es para nada grande. En mi imaginación
esperaba algo diferente, más grande y más acorde con la magna política del MET.
Fin del tour
Como en todas las visitas,
se finaliza en la tienda del teatro para llevarte a casa un recuerdo del mismo.
¡Qué irrisorio para mí!
¿Y cómo no iba a llevarme
un grato, no, gratísimo recuerdo del teatro?
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