Plácido Domingo, padre
Nuestros oídos se
han acostumbrado a escucharle de barítono, y nuestros ojos a verle como padre.
Aquél que en su día
fue el impetuoso y amante héroe, ahora es el apacible y amoroso padre. Pero por
fortuna nuestra, y gracias a la magia de los soportes audiovisuales y a la
tecnología, Plácido Domingo será siempre eternamente joven. Por años que
cumpla. Por años que pasen.
El pistoletazo de
salida fue con “El primer emperador” de la cual poco puedo hablar por
desconocimiento de la obra, y quizás me deje alguna de por medio, pero si hay
alguna ópera donde el papel de padre cobre especial interés, estas son sin duda
“Rigoletto” y “Simon Boccanegra”.
Mientras que la
primera nos muestra a un padre protector por encima de todo, en “Simon” nos
presenta a un personaje con ecos de guerrero, más tortuoso y complicado que el
primero.
Con 71 años nadie
duda de ver reflejada, operísticamente hablando, la figura paterna en el tenor.
Y Plácido Domingo ha sido inteligente en sus elecciones.
Se le puede
criticar que las mismas sean o no acertadas. Siempre habrá el que diga que su
voz no se adecúa a estos roles baritonales, porque la voz de tenor está fresca
y presente aún en su adorable timbre, pero aún así, lo que importa es el grado
de sensibilidad, de expresión y credibilidad que otorga, en sus actuaciones, a
cada uno de sus personajes, independientemente de todos los cánones operísticos
fijados y toda clase de estereotipos.
Basta con escuchar
la segunda escena del primer acto de “Rigoletto” y comprobarlo. La carne de
gallina no me abandona en los 20 minutos que puede durar su dúo con Gilda.
Realmente brutal el grado de expresión que logra. Único.
Con Simon es
diferente, sí, es padre, pero en el enfoque de su personaje encuentro
reminiscencias de su “Otello”. Su “Moro de Venecia” supura en la piel de Simon,
pero el héroe veneciano de antaño tiene ya las sienes plateadas, y su ímpetu e
impulso han dado paso a un sosegado Doge que consigue estremecerte en la escena
final de su muerte, al igual que años ha, hiciera con su “Otello”.
Pero sin duda lo
más soprendente es escucharle en su todos aquellos pasajes baritonales,
preciosos de origen, que me fascinaban en las voces de barítono y que siempre
pensé, qué lástima que Plácido no sea barítono porque me encantaría escucharlo
en su voz.
La
magia del cine
En este momento, me
viene a la mente una escena de “Un americano en París”, en la que el músico
amigo de Gene Kelly sueña despierto que, en una sala de conciertos, él es quien
toca el piano, quien dirige, quien toca el violín… todo absolutamente todo lo
hace él.
Bien, el caso de
Domingo no es exactamente así, pero no deja de tener quizás un cierto
paralelismo.
Tenor y barítono en
una misma obra. Ello solo sería posible en el cine… pero en la ópera filmada,
dicha circunstancia ya se dio aquí:
Realmente
impresionante y divertido.
Y todo ello viene a caso a
partir de un concierto que escuhé en el que Plácido, junto a la soprano Sondra
Radvanovsky interpretaba el dueto del 4º acto de “Il Trovatore” dando vida al
malvado Conde de Luna.
Este dueto es uno
de mís preferidos de la obra, y aún estoy con la boca abierta, sorprendida de
habérselo escuchado y tan en buena forma. Sin duda, Plácido Domingo, nunca
dejará de sorprendernos.
Este es el vídeo
del concierto íntegro. Disfrutadlo tanto como he hecho yo.
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