Mí anhelada "Adriana"

La primera vez que oí a hablar de “Adriana Lecouvreur” fue en el primer vídeo en solitario dedicado a Plácido Domingo que me compraron.
Fue en el año 1991 y el mismo formaba parte de una colección de VHS que la revista “Panorama” dedicó a grandes figuras de la lírica españolas.
Esta grabación me permitió conocer un poco más a aquel artista que tanto me había impresionado con un “No puede ser” que había cantado un año antes en el concierto que ofreció junto a José Carreras y Luciano Pavarotti en Caracalla.

Gracias a la misma conocí que, con este título, Plácido Domingo debutó en el Metropolitan de Nueva York, el teatro que todo aficionado al género operístico sueña con pisar algún día. Un debut del todo “casual” ya que tuvo que sustituir a última hora, como es bien sabido, al tenor Franco Corelli. Además su primera aparición el coliseo neoyorquino la hizo al lado de Renata Tebaldi.
Ambos personajes, Corelli y Tebaldi, eran nombres que conocía pero no me eran muy familiares en aquellos entonces.


En 1991 no sabía ni cómo se escribia el nombre de esa ópera, demasiado complicado en esa temprana edad, así que “Adriana Lecuvré” (como lo escribía entonces) se convirtió en una de aquellas obras que tenía en mente poder escuchar algún día, pero ello no sucedió hasta la noche del 17 de julio de 1994, en la que en un programa radiofónico nocturno, dedicado a los tres tenores con motivo del concierto que el día anterior habían ofrecido en Los Ángeles en el marco del mundial de futbol, me presentó el aria “L´anima ho stanca”.
¿Qué significaría “L´anima ho stanca”?

“Tengo el alma cansada”, sabría años después.

Poco a poco, “Adriana” fue introduciéndose en mí vida. A “L´anima ho stanca” siguió “La dolcissima effigie”, el final del dueto del segundo acto entre Adriana y la princesa de Bouillon... el verismo, la expresividad de la obra...
Se me iban presentando todos estos elementos que saboreaba de forma escalonada, y “Adriana” se convirtió casi en una obsesión.
En aquellas épocas de estudiante en las que acostumbraba a grabar óperas de la radio, esperaba con fervor la retransmisión de ésta obra por alguna emisora, pero fue un disco (a bajo precio) lo que me llevó a, ya entrados los 2000, escuchar por primera vez la penúltima de las óperas que Plácido Domingo cantó en el Liceu antes del incendio de 1994.
Y qué reparto tenía el disco: la “Adriana” de Caballé y el “Maurizio” de Domingo.

Nadie. Absolutamente nadie me ha gustado tanto como Domingo en su entrada en escena con su “Adriaaaaaaaaaaaaaaaaanaaaaaaaaaaaaaa”. De absoluto lujo e imprescindible para todos los amantes de la ópera, de “Adriana Lecouvreur” y evidentemente de Plácido Domingo.

Sí, “Adriana Lecouvreur” siempre fue una ópera que me hubiera gustado disfrutar en directo y, evidentemente, con Plácido Domingo en el reparto, pero esto ya no me fue posible ni lo será nunca.
Me hubiera coformado viéndola en vídeo. Pero tampoco. Así es que mí “Adriana” dominguista se reduce a mí imaginación. Por “youtube” circula algún pequeñísimo fragmento de esta “Adriana” en el Liceu, que te deja la miel en los labios y afianza más aún mís ganas de haberla podido gozar.




Fue totalmente una sopresa cuando a mediados de los 2000, Plácido Domingo abrió el baúl de los recuerdos, se enfundó el traje de militar  y cedió, de nuevo, voz y cuerpo a Maurizio de Sajonia en Nueva York.


Esa aún fue una experiencia más conmovedora, con más de 60 años interpretando el mismo role con el cual fue catapultado literalemente a la fama. No había  en su voz la misma frescura, el mismo ímpetu o los mismos y seguros e imponentes agudos, pero Maurizio continuaba viviendo en su garganta. Estas representaciones fueron muy emotivas y esperadas para mí, pero al igual que la del Liceu, solo conozco su audio.



Oportunidades fallidas
Podéis imaginaros la expectación que suscitó en mí cuando me enteré que Jonas Kaufmann, una de las mejores voces del momento, intepretaría esta obra. Por dos veces intenté escuchársela en directo, una en Berlín y otra en Londres, pero ni una ni otra cuajaron, así es que tuve que esperar a la retransmisión televisiva para ver su “Adriana” al lado de mí adorada Angela Gheorghiu, en la cual, dejaron ambos, el listón muy alto.
Una “Adriana” 100% explosiva, bien cantada y además con unas figuras que traspasan el límite de lo creíble. Para mí una gran referencia moderna de esta obra, un tanto irregular, del maestro Cilea. Escuchen y juzguen:




De nuevo “Adriana Lecouvreur” en el Liceu: no hay que perdérselo
Evidentemente hay ganas y el próximo día 14 se estrena en el teatro de las Ramblas con la misma producción que en 2010 se pudo ver en Londres. En esta ocasión el Maurizio estará a cargo de Roberto Alagna y el papel de Adriana lo asumirá Barbara Fritoli, con el Michonet de Joan Pons y la Princesa de Boullion de Dolora Zajick.

Casi nada. Y dentro de un mes, habré cumplido un sueño.
 

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