Desde el sofá de casa: el vídeo del "Faust" de Jonas Kaufmann en el MET


“Ainsi que la brise légère,soulève en épais tourbillons...”

En el momento en que estoy escribiendo estas líneas, no deja de dar vueltas en mí cabeza, y nunca mejor dicho, la música que acompaña a ese texto.

Desde finales de noviembre Faust se ha colado en mí casa de forma insistente.

Por un motivo o por otro siempre ha sido una ópera con la que no he acabado de congeniar: tiene arias, dúos y escenas corales realmente preciosas, pero quizás influenciada por un muy mal recuerdo de esta ópera, la única vez que la he visto representada, hizo que quedara arrinconada en una estantería, y salvo incursiones muy concretas, quizás no he sabido valorarla como se merece.

Es la cuarta vez, en tres meses que la escucho. Grácias a Dios por muy buenos intérpretes que afortunadamente han hecho que olvidara por completo cuando me he enfrentado a ella, la mala experiencia que tuve con esta ópera.

En esta ocasión, y para mí, uno de los acontecimientos de la presente temporada del MET, ha sido precisamente este “Faust” protagonizado por el triplete Jonas Kaufmann – Marina Poplavskaya – René Pape.
Algunos aficionados más afortunados que yo tuvieron la gran suerte de gozarla en pantalla gigante y en el cine.
Desgraciadamente yo no pude, pero casi un mes y medio después, he podido por fin ponerle imagen.



La producción del Sr. DES MACNUFF, muy discutida por la mayoría, no me gustó, pero tampoco me molestó, y eso ya es mucho. Incongruencias, las que queramos. Estupideces, la obra está llena de ellas, pero aún así, no hubo ningún trozo que lograra distraer mí atención (quizás sí algún breve instante, pero nada serio que truncara la comunión entre los cantantes y el oyente).

Sin embargo, y a pesar de los muchos peros que se le pueda poner, el impacto visual y dramático de algunas escenas es gratamente impresionante. Al menos, a mi me lo pareció. La lástima de todo ello es que haya tenido que esperar al cuarto acto para que el director de escena me sensibilice con algunos toques de drama realmente sobrecogedores. Y me gustaría destacar dos, principalmente:

El primero, en el cuarto acto, al final cuando Margarita se pone de parto en la iglesia y se oye el llanto de su bebé. Lo coge de forma amorosa, y lo acalla ahogándolo en la pila (fuente, en la obra) de la iglesia. Me gustaría precisamente destacar el trabajo que realiza la soprano Marina Poplavskaya en los dos actos finales de la ópera como actriz.
Y subrayo, como actriz, ya que como cantante opinaré más tarde.
Poplavskaya está más que creíble en su papel de Margarita, y sobre todo, permitidme que haga hincapié, en estos dos últimos actos.

Volviendo a la escena comentada, el director de escena logra recrear con unos cuantos bancos una iglesia y la escena final que convierte a Margarita en la asesina de su propio hijo es conmovedora a pesar de ser de una sencillez extrema. La cara de Marina Poplavskaya anuncia ya lo que será su interpretación artística durante el quinto acto.

Y es en este quinto acto, valga la redundancia, donde el director de escena nos deja otro detallazo de lujo: se está ejecutando ya el terceto final. Faust se aproxima a Margarita que, arrodillada, invoca a los ángeles y a Dios en pro de su salvación.
Creemos que casi está convencida – y rendida de nuevo- ante las amorosas palabras de Faust, y que de nuevo está decidida a marchar con él, pero cuando escucha el “Alerte, alerte” y reconoce en ella la voz del diablo, ella da el giro definitivo hacia la salvación. Y se aferra a ella.
Ya puede suplicarle Faust, ella se encomienda a Dios y su fe es más fuerte que su debilidad carnal como mujer.
Hay un momento en que Faust con su “Viens” se aproxima e intenta tocarla para llevársela, pero ella con un gesto de clara voluntad liberatoria de la tentación a la que está sometiéndola su amante, se aparta, y se apoya, con algo que debería ser un crescendo (lástima que la voz de Poplavskaya no lo marca lo suficientemente bien) encomendándose sin cesar a los ángeles del cielo.
Hay perdón para ella. Hay perdón para Margarita porque su fe y su creencia es pura. Ha sido una víctima de su debilidad, de su condición humana. Ha sido una víctima de la seducción de un joven, atractivo y apasionado amante, pero su alma es buena.

Por su fuerza, estas fueron las dos escenas que me impactaron más.

Podría destacar también el dúo de amor entre los protagonistas, o la muerte de Valentín, en una perfecta toma televisiva visualmente genial que hace que creas que, cuando Faust asesina sin piedad a Valentín después de batirse con él en duelo, quien realmente está manejando la espada de Faust no es el joven, sino Mefistófeles, puesto que con su brazo realiza exactamente los mismos movimientos que Faust.

Como decía, que para ello tengas que esperar al final de la obra es penoso, pero es así.
Sólo me gustaría saber una cosa: qué necesidad hay de hacer subir cuatro o cinco veces a Faust y Mefistofeles las escaleras de caracol mientras Margarita canta, o por qué Faust se pasa toda la obra persiguiendo como un loco a Margarita, sea en la escena que sea, en el escenario, en las escaleras. Siempre detrás. Llega un punto que se hace pesado, y más cuando ya ha tenido su gracia en la escena del baile que me parece bien montada.

Respecto al vestuario, me centraré en el de los tres protagonistas principales: por lo que se refiere a Margarita, me gustó, puesto que sabe retratar muy bien el la evolución del personaje. El vestido blanco y vaporoso de los primeros tres actos, con la melena suelta pintan a una sensible y sencilla chica que todos adoran precisamente por su dulzura y bondad. Éste da paso a una ropa mucho más austera, seria, un pelo más descuidado hasta que la vemos con una sencilla bata y el pelo cortado.
Incluso los gestos que le marcan desde dirección de escena cuando se aleja asustada ante las aproximaciones de Faust rebelan en ella el carácter de una chiquilla.



En cuanto al vestuario masculino, el mismo para Faust y Mefistofeles, qué podría decir… me gustó mucho. Ciertamente me costaría de escoger uno de ellos, pero me quedaría sin duda con el de Kaufmann con esmoquin negro, chaleco gris y flor blanca en el hojal.


Vista pues la parte escenográfica, pasemos a la musical que estuvo llena de desequilibrios, empezando por una orquesta desigual a la que le costaba crear el ambiente adecuado.
La dirección de orquesta a cargo de YANNICK NÉZET-SÉGUIN no acaba de encontrar la onda, sobretodo en el tercer acto, pero me gustó como enfocó el dueto de amor, lento, sí, pero para mí consigue el efecto deseado.



MARINA POPLAVSKAYA, Margarita, ya he dicho que la prefiero como actriz a cantante.
Es una soprano bastante desigual, y para ello me baso en las dos grabaciones que he escuchado de esta versión. La del día del estreno 29/11/2011 no llegó ni a la “M” de Margarita, me pareció realmente fuera de lugar con notas muy estridentes y poco fuelle en el terceto final.
Sin embargo, en la función del día 10/12/2011, retransmitida por radio, y en los cines, estuvo más acertada.
Destacaría tres momentos: la balada de “Le roi de Thulé”, que se mueve en un registro central, su “Il ne revient pas” del cuarto acto, y también el dueto de amor, que aunque alguna que otra estridencia hubo, lo sorteó con bastante fortuna y con bastante buena expresión. Ayuda mucho también en este caso, el soporte visual.

En mi opinión, en la conocida aria de las joyas, fue una de sus peores aportaciones. Un momento que me pareció vacío de matices, de sensibilidad, de intención.
No hizo gala de un gran volumen en el terceto final de la obra, se le hizo bastante cuesta arriba aminorando el efecto de crescendo y crescendo para este sensacional momento.


Un poco lo mismo ocurre con el Faust de JONAS KAUFMANN, que tiene momentos geniales e incluso de descarada insolencia a la hora de afrontar el agudo del “Je t´aime” del segundo acto: redondo, potente y encima apianado.
A nivel escénico, está creíble. Incluso de viejo Faust, aunque la caracterización del personaje es ínfima, ya que debajo de esta peluca blanca y bigote, su piel tersa delata su juventud.
Creo que supo marcar bien, vocalmente el carácter del doctor viejo con el del joven, pues antes de su transformación la voz suena más grave, más pesada, más arrastrada. En el momento en que se nos presenta joven, la voz me suena más ligera, más clara y brillante.
A nivel escénico Kaufmann es un cantante creíble, pero su visión del personaje es a mí parecer, la de un personaje torturado, más introvertido que otros Faust que he escuchado. Casi nunca se adivina una sonrisa en su boca. Sí, ha conseguido la juventud, pero su gesto demuestra que le falta algo.
Este Faust de Kaufmann, escénicamente hablando, me gusta porque me recuerda a su genial Werther parisino.
Uno de los mejores momentos vocales de su Faust, es para mi sin lugar a dudas, el dueto de amor: empieza lento, con una voz suave, regulándola, envolviendo a Margarita con sus palabras seductoras y ella, cae. Claro que cae…
Pero él se da cuenta de que le va a hacer daño, lo sabe, aún sin cantárnoslo, lo sabe. Y eso le duele, pero, hace de tripas corazón y aprovecha el momento que le ha dado el diablo. Faust seduce a Margarita, pero no como otros Faust más alegres, más desenfadados, más egoístas.
La escena final, su “Marguerite” abruma a la muchacha, pero de una forma conmovedora. El seductor, seducido por la juventud de Margarita, se encamina hacia su primera noche de amor con ella.
Me gustó vocalmente en la escena de la muerte de Valentín, pero sin embargo, su “Salut demere...” creo que un cantante como Kaufmann hubiera podido abordarla de una manera muy diferente.
Deja grandes detalles y matices en su fraseo, pero por primera vez, escuchando a Kaufmann me sucedió algo: fue precisamente en esta aria en la que pasé apuro. Por primera vez sufrí con una interpretación suya hasta el límite de creer que en cualquier momento se lo podía romper la voz en su ataque “Salut, salut demere chaste e pure… où s´edevine la presence….”.
Justo aquí, en este instante. No le salió como él quería pero resolvió.
De los personajes franceses que le he escuchado, es su “Faust” el que me ha gustado menos. Y es que su “Werther” lo tengo en un pedestal muy alto.

Y ahora que ya he hablado de los dos protagonistas principales, solo comentar que entre ellos no había quizás la química suficiente para dar veracidad al flechazo del cual, ambos, acaban de ser víctimas.



Seguro, eficiente, voz timbradísima y presencia escénica adecuada. Me estoy refiriendo claro está al Mefistofeles de RENÉ PAPE.
Sobran las alabanzas, no en vano fue quizás el intérprete más aplaudido de la representación. Y realmente merecido.
Buen contraste en sus intervenciones con Kaufmann, así como en sus escenas individuales y corales.
Además, Pape, es un intérprete con un talante artístico y expresivo a destacar. La cámara televisiva lo sabe, y no deja escapar detalle.

En conclusión un “Faust” diferente pero recomendable que hay que ver.

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