Mi primera ópera en el Covent Garden
Había llorado en la ópera. Me había emocionado con
la música de Puccini, de Verdi, de Wagner y de tantos otros muchos
compositores. Mís ojos se habían llenado de lágrimas al ver el cariño que el
público es capaz de transmitirle a un intérprete, pero nunca en la vida había
llorado en un teatro –que anhelaba pisar- nada más entrar y ver su inmensidad.
Y pensar que en Covent Garden se han representado
óperas, muchas de las cuales figuran entre mís versiones preferidas: “Otello”,
“Manon Lescaut”, “Les Contes de Hoffmann”…
La Royal Opera House (R.O.H) está considerada como
uno de los cuatro teatros más importantes del mundo, junto al MET, la Scala y
la Staatsoper de Viena. Un teatro que he visto infinidades de veces en la
televisión y del que siempre decía: “Un día estaré allí, un día pisaré este
teatro”.
Se cumplió este fin de semana otro de mis sueños
musicales. Por fin he conocido el Covent Garden.
Ubicado en una zona inmejorable, peatonal casi casi
al 100%, flanqueado por el mercado lleno de gentes, de colores, de
restaurantes, de todo… Allí se palpa un ambiente especial, y sin embargo, el
Covent Garden parece que se oculte del gentío y algarabía de la que hace gala
la plaza que lleva el mismo nombre.
Contrasta, no obstante, la zona moderna con la
adoquinada plaza. Una puerta giratoria por la cual se accede a las taquillas
del teatro ubicada en plena plaza adoquinada del Londres antiguo, del Londres
de “My Fair Lady”.
Sin embargo entras en el recinto y encuentras la
alta tecnología: la tienda de la R.O.H provista de una pantalla plana en la que
proyectan ópera o ballet, músicas, ambas, que se escuchan desde la calle
grácias a dos altavoces que están situados justo encima de la puerta giratoria.
Dentro del teatro, los constrastes se hacen igual
de patentes: la sobriedad y tradiciones inglesas combinadas con la modernidad
del s. XXI.
Los pasillos están forrados de madera y enmoquetados, las paredes
llenas de fotografías de los intérpretes que a lo largo
de los años han ido desfilando por el coliseo londinense dejando escuchar allí
sus voces: Joan Sutherland, Kiri Te Kanawa, Angela Gheorghiu Plácido Domingo,
José Carreras, Luciano Pavarotti… y tantos más… todo hecho a la antigua usanza.
E incluso dentro de la sala: palcos a la antigua de
madera oscura, y salidas con escaleras laterales en platea, con ausencia de
palco real en un país eminentemente monárquico.
La sensación de sopresa y admiración es grande una
vez entras en la sala. No es quizás uno de los coliseos más bellos, si se
compara con el Liceu o con la Scala e incluso con la Fenice de Venecia, pero el
Covent Garden tiene algo especial.
Tampoco creo que sea más grande que otros teatros,
pero tiene una aura especial, algo que le da un encanto único y hace que sea
uno de los teatros que todos los aficionados a la ópera deseamos pisar algún
día.
Sin lugar a dudas, el Covent Garden es un lugar de
peregrinación para todos aquellos que amamos la ópera. Ya lo he pisado, lo he vivido
y lo he sentido. La ópera escogida fue “Werther” de Massenet interpretada por Rolando
Villazón y Sophie Koch, de la cual hablo en el siguiente post.
Comentarios
¡Fue extraordinario!
Corro a leer el siguiente post........