Butterfly tiene nombre de mujer
Cuando
alguien sale de un teatro de ópera y piensa en lo afortunado que es de poder
disfrutar la música hasta extremos indescriptibles, es por la mera razón de
que, lo que acaba de escuchar, le ha llegado hasta el rincón más lejano de su
corazón.
Esto
bien podría ser simplemente el resumen o preludio de lo que viene a
continuación, pero, emocionarse hasta tal punto en el teatro, llorar con la
música, sentir como llegan las voces y estar durante la ópera completamente
metida ella es algo que cuesta de consiguir, pero, que cuando se logra, no hay
palabras ni poder humano suficientes como para describir la avalancha de
sentimientos que desfilan delante de una.
Pocas
veces salgo del teatro con esta sensación, y cuando de manera excepcional la
comunión entre el artista y el público van de la mano, entonces es, y reitero, cuando
digo, que soy una persona afortunada. O a mí me lo parece.
Y
ayer tarde lo fui.
No
solamente porque “Madame Butterfly” invita a serlo, sino porque es una ópera
cargada de fuerza emocional, de sentimiento, con una historia de trasfondo que
conmueve y con una música con la cual, se tiene que ser muy insensible – o cantarla
muy mal- como para no sentir nada de nada en las casi tres horas, intermedio incluido,
que duró la función.
Qué
música tan excelsa escribió mi querido Giacomo Puccini para su amada
Cio-Cio-San. Un mago del sentimiento, de la emoción, de las reacciones, del
matiz, de todo lo más profundo que un ser humano pueda llegar a sentir. Todo
ello está intrínsicamente ligado a su música.
Buttefly
remueve el cuerpo porque enseguida empatizas con la joven e inocente japonesa víctima
de un engaño vil por parte de un oficial de la marina de un país llamado Estados
Unidos de América, donde todo vale, donde todo se compra inclusive el amor, la
inocencia y el dolor. El poder que pisotea al débil. Una clara exhibición de lo
que hoy en día podríamos llamar turismo de explotación sexual donde Butterfly
es la víctima de un sistema podrido y corrupto.
“Badate,
ella ci crede” le
masca Sharpless a Pinkerton al principio del primer acto.
Ella
lo cree. La niña lo cree. Y la niña hecha mujer también, hasta que por conciencia,
el cónsul la desengaña y la niña Butterfly se convierte en adulta de golpe con
el estruendo seco de la percusión que la saca de su sueño pueril y la sitúa en
la realidad de un mundo donde solamente va a poder encontrar la paz a través
del sacrificio y la muerte. “Con onor muore chi non può serbar vita con onore”.
Giacosa e Illica no lo hubieran podido escribir mejor.
Si
hay alguien que no se emociona con esto, con todos los respetos para aquellos
que no lo logran, pues, es que hay mucha insensibilidad esparcida por este
mundo, o, también, es que hay mucha gente que va a la ópera porque toca, y nada
más.
Nunca
he podido hacer eso. A la ópera se va a disfrutar, a emocionarse, a vivir la música
y a disfrutar de las voces. Lo siento, pero no me lo puedo mirar desde otra perspectiva.
Fue
Madame Butterfly
Demos
gracias a Dios ya que en los tiempos que corren, lo habitual no es encontrar
una puesta clásica si no una fumada del director de escena que quiere explicar
lo que se escribió hace más de 100 años. Que quiere explicarme, y me
dirijo a mi misma, qué es Madame Butterfly y qué representa…. Ummmm… quizás si
que se necesite explicación cuando ves que la pobre Cio-Cio-San te la visten de
astronauta y el granuja de Pinkerton pilota una nave espacial. Pero no, gracias, no quiero explicaciones. Quiero una
Madame en Japón. ¿Tanto cuesta entender esto?
Y
ayer, afortunadamente, y como viene siendo marca de la casa el tándem CARLES
ORTIZ y JORDI GALOBART entienden a la perfección la obra y lo que le
gusta al público que, entre los cuales me encuentro, vamos a gozar de la
música, de las voces y de la historia, en el contexto que le toca. Voy a sentir,
no a pensar. Que para eso, ya trabajo toda la semana.
Poco
atrezzo y a penas sin decorado su Madame funciona. Las puertas corredizas
típicas de las casas japonesas, un vestuario cuidado y una soberbia iluminación
de NANI VALLS completan una Butterfly sencilla, muy bien ambientada en
la que no se necesita cargar el escenario para hacer creíble la historia. Una
bandera de los Estados Unidos en el primer acto, una rama de cerezo en el
segundo, ceden el paso a la desolación de la protagonista en el tercer acto,
donde se ve despojada de todo: del amor, de la maternidad y de la vida.
Me
gustó la dirección de SERGI ROCA, atento al cantante y a la orquesta. Si
que al principio la fricción de los arcos de los violines sonaban un tanto
ásperas, demasiado enérgicas, y quizás en algún momento el volumen orquestal
fue demasiado forte, pero, en un Puccini, las crecidas orquestales son
lo habitual y lo que hace que la música del de Luca tenga en el oyente el
efecto devastador de un tsunami.
Estuve
pendiente de algo que para mi es esencial en una Butterfly. En el segundo acto durante
el aria de Buttefly, “Un vel dì vedremo”. Los que me conocen saben perfectamente
lo que viene ahora a continuación. Los que no, pues bueno, espero de alguna manera
que, con el comentario, en su próxima Madame, lo puedan apreciar.
Es
sabedor que Puccini nunca escribía una nota que no tuviera sentido musical ni
concordancia con el texto. No había ni una nota de más ni una nota de menos.
Podríamos decir, de una forma jocosa y con todo mi respeto, que en sus óperas
hay momentos de psicopatía en los que el propio Giacomo se cercioraba de buscar
el sonido verdadero, la realidad. Muestra de ello, las campanas que acompañan
al amanecer romano en el último acto de su “Tosca”.
En
Butterfly, hay un momento como este, psicopático… “Poi la nave bianca, entra
nel porto, romba il suo saluto… vedi? Egli è venuto…” y ese “romba”
ese estruendo del cañón del puerto que anuncia la llegada de las naves a Nagasaki
Puccini la describe magistralmente.
Lo
esperaba, quería oír ese “romba” ese cañón lejano del puerto que se aprecia
con un sutil, pero audible golpe de timbal. Me fijé en el gesto del director, y
segundos antes de este matiz, se gira, busca al timbal, y con un ojo en el
escenario y otro en el músico, le marca que lo ejecute. Pasa el examen.
Inspirado
también en el coro a “boca chiusa” y en el preludio del tercer acto, Sergi Roca
firmó una muy buena versión de Butterfly, mientras que el coro, dirigido por DANIEL
GIL DE TEJADA alcanzó momentos extraordinarios.
Grandes
voces
Habituales
de la casa como ENRIQUE FERRER que hubiera podido firmar un muy buen
Pinkerton si en ocasiones su canto no fuera tan engolado. Ha corregido mucho su
emisión y tiene la voz para Pinkerton aunque le falte un pensamiento de belleza
en ella. Da el personaje y es creíble en el escenario y es en sus escenas
conjuntas, con Sharpless o la misma Butterfly, en las que su voz brilla más
quizás porque queda equilibrada – aunque debería decir, un tanto camuflada. Sin
embargo, tengo que decir que alcanzó su mejor momento, y contrariamente a lo
que acabo de decir dos líneas atrás, en su “Addio, fiorito asil” donde a
mi gusto faltó un poco de aquel squillo que otros Pinkerton tienen,
pero, fue de lo mejor que le pude escuchar durante la tarde-noche, con un
volumen más que suficiente y ejecutado con mucha sensibilidad.
Cuando
la voz de MANEL ESTEVE irrumpe en el escenario, una no deja de decirse a
si misma que debería estar haciendo grandes teatros. Una voz muy bien timbrada,
con un volumen más que suficiente para abordar el breve, pero no obstante
difícil papel de Sharpless, el cónsul que permite a Pinkerton que actúe como un
canalla. Y, aunque tiene un poco más de moralidad que el marino, deja que pase.
Y pasa lo que nadie puede evitar.
Rotundo
en su dueto del primer acto con Pinkerton y sublime en la lectura de la carta,
además de un fraseo y expresión cuidados, y, un sentir de la actuación marca de
la casa. Cantar lleva unido el actuar, el lenguaje corporal y facial. Saber
escuchar y reaccionar a lo escuchado es ser también un buen cantante y artista,
en mi opinión.
La
Suziki de ANNA TOBELLA cumple con creces el cometido. Una voz con cuerpo
aunque a veces me da la sensación de que se queda un poco en la garganta, sin embargo,
cuando esto no ocurre, y la voz corre bien, se puede apreciar un bello timbre.
Ideal
para esta representación fue una de las más aplaudidas, junto a Manel Esteve y Tina
Gorina.
Sorprendente
el Goro de JORGE JUAN MORATA. Una voz y timbre realmente bonitos que
contrastaba muy bien con la de Enrique Ferrer y Manel Esteve.
Destacable
también la breve intervención de JOAN CARLOS ESTEVE como el tio Bonzo.
Cio-Cio-San
Siempre
he dicho, y perdonad quizás la brusquedad de mis palabras, pero, una ópera como
lo es Madame Butterfly, como decía al principio, tiene que estar muy, pero que
muy mal cantada para que no te emocione. Si la primera entrada de Cio-Cio-San
ya no te llega, ya no te hace emocionar ni sientes que tu cuerpo no se remueve,
entonces eso significa que la soprano que la canta no sirve para cantarla. Ya puedes
guardar el pañuelo que hasta este momento has tenido en la mano en previsión de
enjugar lágrimas, porque una Butterfly que no te hace saltar las lágrimas ya en
su entrada, me reitero, no sirve para cantar esta ópera.
A
la Buttefly yo siempre voy preparada, pañuelo en mano, y el resto en el bolso,
porque si la cosa funciona, vas a utilizar más de uno.
TINA
GORINA, ya desde el
momento en que escuché su timbre de voz supe que la iba a disfrutar mucho. Tina,
y permíteme la franqueza, me hiciste llorar y emocionar ya desde el principio.
Una
voz dulce, un gesto cuidado, un buen fraseo y una sensibilidad para el
personaje que me transportó a Japón, y que me hizo sentir totalmente afín y en
concordancia con el personaje que interpretó.
Ella
fue, sin lugar a dudas, la triunfadora de la tarde. Una Butterfly que invita a
amarla. Sensible, pero para nada pueril, segura y firme con una proyección de
voz de auténtico manual y todo ello, sin que su voz sonara estridente y
perdiera belleza, dado que Butterfly es un papel muy agudo para la voz de
soprano. Nunca rozó el grito, no tuvo ningún momento de dar la sensación de que
estaba al extremo de sus posibilidades, y eso, es de agradecer, porque hay “grandes”
que no lo logran.
Su
Butterfly no es desagarrada al extremismo que a veces exige el verismo. Es una
Butterfly fina, educada, sumisa y su actuación escénica complementa y refuerza
su visión del personaje. Es decir, su gesto no es exagerado, no es una Butterfly
histriónica, como no lo es su voz y tiene la inteligencia de no traspasar la
barrera de la elegancia para lograr el efecto teatral de desgarro que a veces
buscan y no encuentran otras Buttefly.
No,
ella, lo hizo todo con la voz. Lo dominó. Se podía apreciar que sus ojos se
humedecieron en algún momento, sobre todo al final del tercer acto antes de
ejecutar su “Tu, tu, piccolo iddio” con un control y dominio vocal de lo
emocional y lo canoro verdaderamente impresionante.
¿Quién
es capaz de cantar Buttefly y que no se llenen sus ojos de lágrimas? Yo no
puedo, me llega demasiado esa música que brotó de la sensibilidad de alguien que
cogía notas, las ponía encima del pentagrama y… zas… magia.
Muy
aplaudida en su “Un bel dì vedremo” y no fue para menos, como aplaudido
fue su dueto del primer acto “Viene la sera” en la que su voz, con la de
Enrique Ferrer, se fundieron hasta su “Vien” final con todo el oleaje de
la orquesta pucciniana pasándoles por encima. Sublime.
Gran
momento de contraste de voces también en el dueto de “Tutta la primavera
voglio che olezzi qui” con Anna Tobella.
Sold-out
Y
no es para menos. Puccini, Madame Buttefly… era de prever, título clásico,
puesta clásica. Un lleno total más que justificado, una sesión de ópera de un
gran nivel de la cual salí completamente emocionada, eufórica y contenta, tanto…
que hoy lunes, los efectos aún me duran y, retendré en mi memoria por mucho tiempo
esta fantástica y muy recomendable Madame Butterfly que nos han propuesto en
Sabadell desde la FUNDACIÓ ÒPERA CATALUNYA”. Si hay alguien que se lo
está pensando…no penséis, decidiros simplemente y abogad por una más que magnífica
tarde de ópera y estad dispuestos a dejaros envolver por algo que puede llegar
a conmover tanto como es una de las más grandes óperas jamás compuestas por el
grandísimo Giacomo Puccini. “Madame Buttefly”, apuntad, confiad en la calidad
de los artistas, y simplemente dejaros llevar y disfrutad… “Un bel di
vedremo…”
Comentarios