Una Carmen con aroma de café y alfombra roja







Y es que curiosamente, en la tarde del domingo pasado, la platea del Teatre de La Faràndula de Sabadell olía a café. Extraño. Curioso. Pero fue así. Al inicio de la obra y durante los entreactos. Y con ese sabor, amargo si se toma solo o dulzón para los más golosos, o, realmente una mezcla de ambos, es el especial regusto que me quedó al finalizar la representación.

Una función con un montaje conocido y que causó ya un gran impacto cuando hace unas temporadas, el tándem CARLES ORTIZ-JORDI GALOBART nos la presentó, trasladando la acción principal en un triángulo amoroso Carmen- Don José – Escamillo simulando el rodaje de una película, un recurso exprimido y explotado al máximo en las últimas décadas. Una propuesta que no distorsionó el argumento en su momento, así como tampoco lo hizo el domingo, dado que los detalles estuvieron cuidados al máximo, demostrando el trabajo de estudio y adaptación para que precisamente el espectador pudiera diferenciar con exactitud la realidad de la ficción.

El problema radica cuando el texto choca con la acción y se hace difícil una adaptación. Esto es lo que ocurre, por ejemplo en el cuarto acto. La corrida de Escamillo se traduce en un estreno de cine. Es vistoso y espectacular y está inteligentemente enfocado, hecho que camufla la clara divergencia entre el libreto y lo visual. Pero precisamente por curioso, por glamuroso, una acaba centrada en el esplendor hollywoodense y se deja embriagar por los flashes, cámaras, y vestuario, ya hace que digas, “aunque no pega ni con pegamento, me cuadra no obstante”.

¿La parte negativa del montaje?

Pues obviamente el hecho de distraer al personal en momentos cumbre: dígase en la “Obertura” donde apetece ver el trabajo del director de orquesta (sensacional en esta ocasión), su pulso, su pasión. En su lugar, se nos presenta el amor de Carmen y Escamillo y los celos de Don José. La escena está lograda y bien interpretada, pero, me mata el trabajo de aquel que, desde el foso, tiene a cien caballos en una mano y otros cien en la otra, quitándole protagonismo a él mismo, y por descontado a la música.

Esto se repite también en la canción de las cartas en el tercer acto que interpreta, precisamente la protagonista a la cual da título la ópera: Carmen. Se destroza su “En vain pour éviter les reponses amères”. La escena se divide en dos y mientras Carmen lee su fatídico destino, al otro lado del escenario una bailarina que invita a la distracción de lo vocal durante la ejecución de la mejor aria que tiene el personaje principal.

¿Solución? Obviar la bailarina y centrarse en lo vocal, que es a lo que vamos. No hay otra, por descontado.



Santiago Serrate

Quiero hacer una mención especial para el director de orquesta que en esta ocasión estuvo al frente de la ORQUESTRA SIMFÒNICA DEL VALLÈS. Para mí, uno de los grandes protagonistas de la tarde. Por pulso, por atención, por respirar con los cantantes y por cantar con los cantantes, valga la redundancia. Una obra difícil y de la que es buen conocedor.

Un maestro con un más que alto índice de empatía con la Orquesta, con sus músicos. Sus “bravo orquesta” en cada una de sus entradas al fosado inundaban de una extraña química que a veces es difícil de percibir. Alguien con un alto grado de implicación que logra, lo inlograble en Sabadell, y es que la orquesta nunca suene por encima del cantante. Difícil, sí. Mucho. Pero Santiago Serrate lo consiguió. Indicaciones de que la orquesta bajara volumen cuando lo requería. Al revés, si así se terciaba. Pero sobretodo, destacar su ímpetu y su pasión y una partitura llena de anotaciones – me asomé en uno de los entreactos para verla- y de la cual no acertaba a adivinar qué se escondía tras ese entrallado pentagrama inundado de notas estampadas en su blanco e impoluto papel. En alguna ocasión un tempo quizás un tanto más lento de lo que estamos acostumbrados, sobretodo en la obertura, pero por lo demás, un auténtico lujo la batuta del maestro Serrate. Bravo maestro.



And the Oscar goes to…

Dado que estuvimos enmarcados en el mundo del cine, hoy me permito empezar a hablar de los cantantes de una forma un tanto curiosa, sin seguir mis prácticas habituales. De menos a más, hasta llegar a los cuatro finalistas que se disputarán la preciada estatuilla de oro.

Correctos el cuarteto de contrabandistas formado por la Frasquita de BEATRIZ JIMÉNEZ, la Mercedes de ASSUMPTA CUMÍ, el Remendado de JORDI CASANOVA y el Dancaire de JOAN GARCÍA GOMÀ.

Interesantes también y bien caracterizados el Zúñiga y el Morales de JUAN CARLOS ESTEVE y ALBERT CABERO respectivamente.

Los extras de esta película cumplieron y dieron todos absolutamente la talla.

Mención especial para el COR DELS AMICS DE L´ÒPERA DE SABADELL que sonaron extraordinariamente bien, no tanto la CORAL DE L´AGRUPACIÓ PEDAGÒGICA DE SANT NICOLAU al que eché en falta un poco más de volumen y más trabajo de la lengua francesa, que es muy difícil, y pienso hubieran podido matizar más, y mejor.

Pero los finalistas que optan al premio son sin duda alguna, los protagonistas de esta historia universal. ¿Quién no ha tarareado en alguna ocasión, donde sea, en el trabajo, en la ducha o por la calle la famosa “Habanera” o el “Toreador”?



LAURA VILA debutaba el papel de Carmen, la cigarrera que enloquece a los hombres por su sensualidad, por su carácter. Los medios vocales son buenos, el color de la voz es bonito y el personaje está razonablemente trabajado. Quizás en alguna ocasión la zona grave (aunque salvó todas las notas y bien) requieren de una mayor profundidad, cuerpo o color un tanto más oscuro para potenciar la parte más visceral o más malévola del role, pero brindó una buena Carmen, que, con un buen rodaje, puede ser uno de sus roles fetiches. Además, juega con la ventaja de dotar a Carmen de una extraordinaria belleza, de cuerpo ágil y esbelto que le hace más creíble su personaje.



El Don José del madrileño ENRIQUE FERRER tiene sus momentos, pero el personaje le encaja. El soldado navarro no se caracteriza por la dulzura de un role pucciniano, hecho que juega claramente a su favor ya desde la primera intervención (salvando quizás el dueto con Micaela) manteniendo una línea más visceral que hace que se adecúe su voz a la música y a su temperamento. Quizás en algunas ocasiones los ataques al agudo no estén suficientemente acertados y hace que la voz suene menos corpórea y quizás un tanto velada, pero aún así presenta y defiende un buen Don José.



Un auténtico lujo para nuestro teatro la Micaëla que nos regaló MAITE ALBEROLA. Volumen más que suficiente. Agudos excelentemente atacados. Voz bien proyectada, seguridad y dulzura. Se llevó el gato al agua en todas sus intervenciones y fue ovacionada a lo grande en su aria del tercer acto “Je dis que rien ne m´epouvante”.



Y finalmente, TONI MARSOL fue el que imprimió y marcó un antes y un después durante el transcurso de la obra. Sensacional y vistosa, también de auténtico lujo, su entrada con la canción del “Toreador”. Puso sangre, puso pasión, puso temperamento y temperatura en el escenario y en la sala. Fue a partir de este momento en que la ópera dio un espectacular giro. Allí se notaba quien mandaba. O quien tenía que mandar. Excelente también en el dueto del tercer acto con Don José.



Final de temporada

Y, al final, ¿pues quién se lleva el Oscar? A juzgar por el nivel sonoro de los aplausos del domingo por la tarde, claramente la ganadora sería sin duda la soprano valenciana Maite Alberola.

En mi opinión, concedería un galardón “ex aequo” para Maite Alberola y Toni Marsol. Sin lugar a duda, los protagonistas de una película proyectada en una sala que no olía a palomitas, pero sí a café.

Con esta “Carmen” finaliza la temporada en Sabadell, en una estación en que han desfilado por las tablas vallesanas un interesante y magnífico “Don Giovanni” y una arriesgada y exitosa “Manon Lescaut”.

¿Planes de futuro para la siguiente temporada…? Pues se avecina un “Così fan tutte” en octubre, un “Don Carlo” en febrero para culminar con dos auténticas joyas del verismo italiano,  tal como reza el programa de mano.




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