Eterno Plácido. Eterno recuerdo de una intensa noche.
Qué difícil debió haber sido no sucumbir en la ciudad de Alejandría,
tiempos ha, a la voluptuosidad y a los encantos de la cortesana Thaïs. Otros
tiempos, ni mejores ni peores, simplemente diferentes.
Y, valga la redundancia y, apuntando hacia otra dirección, digo, qué difícil
es no rendirse a la voz y arte del gran PLÁCIDO
DOMINGO. Una vez más el Maestro Domingo imprimió su sello y personalidad
ayer noche en el Gran Teatre del Liceu que, lleno hasta la bandera, rebosaba de
magnetismo y magia para acabar claudicando una vez más a los pies del más
grande.
La noche tenía y presentaba cierto regusto oriental y olían, mezcladas, el
sabor de la lujuria en contraposición al misticismo. En el ambiente, por otro
lado, se palpaba expectación e ilusión, no en vano pues, el reclamo principal
de estas funciones ofrecidas en versión concierto tenían como gancho al tenor
Plácido Domingo.
Casi un año hacía que el madrileño no pisaba el escenario del Liceu. Su
última visita fue el año pasado con el “Simon Boccanegra”, funciones en las que
además se congratulaba los 50 años de debut en el Teatro de las Ramblas. En
aquella ocasión, Domingo lo hacía con una ópera representada, pero ayer, colgó
en el perchero vestiduras y mantos lucidos en la temporada anterior para
ofrecernos en versión concierto una sensacional versión de la ópera de
Massenet, “Thaïs”, cuya última función en el Liceu fue en el año 2007, ni más
ni menos que con Reneé Fleming en el papel de la protagonista.
El encanto de la música de Massenet
El francés era uno de los más exquisitos compositores de su época. Basta
escuchar algunas de las inmortales óperas que forman parte de su catálogo. “Werther”,
“Manon”…como para darse cuenta del poder descriptivo que tiene su música.
“Thaïs”, evidentemente, no es una excepción. Quizás el músico jamás
estuviera en Alejandría, pero la recreación del recogimiento religioso, el
sabor del placer carnal y la embriaguez de la belleza que hace rebosar todos
los sentidos, el misticismo y la intensidad están presentes en su obra. Como
también lo está la brisa ligera que perfuma de mirra la noche y hace ondear al
viento los velos que penden de la mansión de la cortesana que da título a la
ópera.
Pero también está presente la pasión y desenfreno personificados por Thaïs
y sus amigos en contra de la absurda cabezonería de Athanaël que atormenta su
mente. Y esto se nota perfectamente en el leitmotive
que le acompaña cada vez que el monje cenobita aparece en escena.
Por tanto, dispone de todos y cada uno de los elementos para trasladar
nuestras mentes, ayer noche vírgenes de decorados, hasta tierras orientales,
hasta vestuarios lujosos y vistosos que brillan en templadas noches dentro de suntuosos
palacios que esconden tras sus paredes toda clase de sentimientos, de abusos,
de vino vertido en copas doradas, y desenfrenos y disfrute de la vida.
En contraposición, es el lamento inicial de los cenobitas y la
clarividencia de la comunidad albina los que tratan de encontrar el equilibrio
entre las tumultuosas vidas en la ciudad de Alejandría. En la terrible ciudad
de Alejandría, tal como reza al principio Athanaël.
PATRICK FOURNILLIER, al frente de la ORQUESTRA
SIMFÒNICA I COR DEL GRAN TEATRE DEL LICEU firma una sensacional lectura de
esta obra tan poco – por desgracia- representada. Atento siempre a los
cantantes y al coro, exprime al máximo una música que embriaga por lo exótica y
por su tremenda belleza. La orquesta situada en el fosado – como es habitual –
y no encima del escenario, hace que la música flote en el ambiente, como banda
sonora de una película. Esto es lo habitual, aunque en las versiones concierto
en ocasiones se tiende a colocar la orquesta detrás de los cantantes solistas.
Ayer noche, no fue así, puesto que su lugar era ocupado por el coro, y, lo
agradecí.
Escuchar la célebre “Meditación” sin imagen que desconcentre, no tiene
precio. Y así hubiera sido si no hubiera estado mermada por la impertinente tos
de algunos miembros del público que son especialistas en romper aquello tan
especial que solo se consigue cuando acudes a una ópera en directo.
El murmullo del arpa, cual fuente por la que emana una agua pura y
cristalina, y el lamento y dolor del solo del violín acariciado ayer noche por
el concertino KAI GLEUSTEEN, apaciguan el desenfreno de Thaïs y lleva la tormenta
– nacida instantes antes- a la mente de Athanaël.
La belle Thaïs
No es la primera vez que la soprano NINO
MACHAIDZE se pone en la piel de esta bella cortesana. Ya la había
interpretado con Plácido Domingo en diversos teatros con considerable éxito.
Su voz, interesante, cálida y bien timbrada aunque un tanto oscura para un
papel para mí más luminoso, corrió bien por la sala del Liceu, y aunque estuvo
a la altura de la representación, su voz no tiene ni el cuerpo ni el matiz, ni
la suavidad que su antecesora Reneé Fleming que, como ya hemos hecho mención,
nos deleitó con su Thaïs llena de cromatismo y expresión.
Quizás su gesto, un tanto exagerado y repetitivo en el uso de alzar tanto
los brazos, no empañó para nada la actuación de ayer noche. Su aria, su célebre
aria del segundo acto, cuando se mira al espejo cual madrasta de la
Blancanieves, fue aplaudida aunque no con mucho entusiasmo general, en un
momento en que debería haber desplegado mucha más seducción en su discurso, no
obstante, a nivel general, irreprochable su actuación.
Apostó para seducir al gran Plácido con un vestuario acorde y bien escogido.
Thaïs la cortesana enfundada en un precioso vestido blanco realzando figura,
mientras que, para el momento de la reconversión y recogimiento final, su vestidura
de color negro, la acercaban a la austeridad de la vida religiosa.
Sorpresa me llevé con la voz del canario CELSO ALBELO, un auténtico lujo. Voz solar, bien timbrada y de
fraseo elegante para un papel demasiado corto, que nos dejó un buen sabor y
ganas de escucharle en un papel quizás más largo en el que pueda hacer gala de
esa cálida voz que posee.
En cuanto al resto de roles secundarios, destacar las voces y buena
avenencia vocal de quienes daban vida a Crobyle y Myrtale, la soprano SARA BLANCH, que debutaba en el Liceu,
y la mezzosoprano MARIFÉ NOGALES. Dos
voces interesantes e impecables al igual que la pequeña intervención de MERCEDES ARCURI como encantadora, MARIA JOSÉ SUAREZ como Albine, o MARC PUJOL como sirviente.
Dis-moi que je suis belle et que je serai belle éternellement!
éternellement!
Sí, esta aria pertenece a la soprano, pero, quizás cambiando un poco el
discurso se podría aplicar a quien ayer noche fue el alma de la fiesta, como
popularmente, diríamos en otro lugar y en otra situación.
No estoy hablando de belleza. Ni mucho menos porque esta sí que es pasajera
y dura lo que dura, sino que mi guiño a la frase que pronuncia Thaïs en el
segundo acto es para esa palabra maravillosa: eternamente.
Eterno. Plácido eterno.
PLACIDO DOMINGO, el gran Plácido Domingo, incombustible e infinito. Sin
duda alguna merece un apartado especial porque esta fuerza de la naturaleza
humana ha roto ya, y sigue rompiendo – y las que le faltan aún- todas las
reglas y previsiones en el mundo de la ópera.
¿Quién sino Plácido Domingo es capaz de levantar teatros enteros por allí
donde pasa como si fuera un ciclón?
A sus 76 años, suma y sigue, sin que su pensamiento se vea ensombrecido por
la oscura nube del retiro. Claro está que, mientras el cuerpo aguante, seguirá
encima del escenario para hacer aún las delicias de aquellos que, como yo,
aceptamos contentos todo lo que aún puede ofrecernos. Este es el secreto para seguir disfrutándole.
Así de sencillo.
Nos hemos nutrido de él como tenor, pero, el hambre nunca cesa en el
corazón del aficionado, y ahora, nos alimentamos de ese arte, de esa
experiencia, de ese saber estar, de ese fraseo que aún luce bonito, de ese
centro tan maravilloso de color chocolate que endulza, sin engordar, nuestras
ávidas almas.
Plácido Domingo es un grande entre los grandes. Se le pueden achacar mil y
un defectos propios de la edad, el cansancio o la lucha contra –ahora- un fiato
más escaso que antaño, pero, lo que no se le puede reprochar, ni un ápice, es
su entrega, su pasión, su amor por lo que hace y esa maestría de la que hace
gala y envuelve todos y cada uno de nuestros sentidos.
Y ayer Domingo estaba bien de voz. Resplandecía de elegancia con su traje
negro coronado por ese precioso pelo blanco.
Con una sola frase Domingo es capaz de llevarse el gato al agua, y su
centro, luce aún aunque no rutila, obviamente, como hace treinta años. Somos
conscientes, lo sabemos, pero… Siempre hay ese pero que hace declinarte y
apostar por aquel gigante que fue y del que ahora queda la sombra. Pero, quien
ha sido gigante, nunca deja de serlo.
Disfrutar de la intensidad de su canto es un lujo, como lo fue ayer noche.
Plácido Domingo puso todo su corazón a disposición del público que llenaba la
sala del Gran Teatre del Liceu. Su expresión corporal, su faz, su gesto, su
fuerza se notó en todas sus intervenciones, para, culminar con un sensacional
final de la ópera que levantó al público. Hacía ya muchos minutos que el
madrileño había hecho subir la temperatura, pero, el coup de grâce que me remató, fue en esos 10 minutos finales llenos
de intensidad y dramatismo indescriptible que te hacen estallar de emoción.
Su desgarrado discurso cada vez que pronunciaba – en cada ocasión de
diferente manera- el nombre de Thaïs, y la autoridad de la que aún hace gala,
dejaron en nuestro corazón el sabor de la eternidad y de un recuerdo de esa
mágica noche que perdurará para siempre. Hasta que se enfríen las estrellas.
Plácido… qué grande es.
Noche de ausentes. Noche de
presentes.
¿Qué sería de todo aquello que sentimos durante una función si no se
pudiera compartir con aquella persona que, complaciente, nos acompaña a las
funciones? Seguramente, retendríamos el recuerdo pero la experiencia y lo
vivido no sería lo mismo.
Ayer noche, mientras el gran Plácido salía y entraba del escenario, o
cuando me emocionaba con una frase, con un acento, con un gesto suyo, tuve
siempre al alcance aquella mano cómplice que aprieta y alienta y ayuda, en
cierta medida, a hacer más llevadero un intenso día.
Gracias mamá, una vez más por toda tu paciencia y aguante. No tiene precio
y sí mucho mérito.
Como tampoco lo tiene evocar a aquellos que no están y que, por afinidad y
sensibilidad con la ópera, aparecen siempre a mi lado porque, entre otras
cosas, nunca han dejado de estar allí.
Por especial se hizo muy presente en el fragmento de la “Meditación”. Allí
apareció mi abuelo, aquel que siempre susurra a mí oído “¿Te has fijado en este
trozo? ¿Has visto que nota más bonita?...” Sé que también se hubiera levantado
del asiento en el momento final cuando todos los sentimientos, místicos y
carnales, los primeros de Thaïs y los segundos del monje, que se invierten en
el segundo acto, desfilaron por el escenario. A él, a mi abuelo que está en el
cielo le debo todo esto y más. Gràcies, avi!!!
Palabras que calan
Y parafraseando algo que me dijo un buen amigo, algo que me caló hasta lo
más profundo y con seguridad una de las palabras más bonitas que he escuchado en
boca de alguien para definir mi pasión por la música, reproduzco su siguiente
sentencia porque que define fielmente la situación: “Si tienes un romance con
la ópera, creo que tu abuelo es la llama y Plácido Domingo el aire que la aviva”.
Así es, cual llama que se aviva, jamás se apaga, como tampoco se extingue
el arte del Maestro Domingo a quien encarecidamente le doy las gracias una vez
más por hacerme disfrutar y emocionar, por hacerme llorar y por hacerme sentir.
El poder la voz humana. Tan simple y complicado a la misma vez.
Comentarios
Gracias por ese don que tienes de transmitir con la palabra exacta, justa y muchos conocimientos. Dicho lo cual agrego que, a mi modesto entender, algunos llamados "críticos" deberían leerte más seguido. Son tan drásticos, insolentes, pontifican sobre esto y aquello, que la voz no estuvo bien, que ya está cansando, que por qué no se baja ya del escenario, que por qué no se sube el otro. Deberían repensarse a la hora de "dar sentencia" no? Es como el sobre equivocado en los Oscar's....casi fue una tragedia mundial, tal que pudo hacer tambalear la economía del planeta. Por favor!!!! es una equivocación señores, más calma, que hay cosas mucho pero mucho más importantes. Enamorarse de la música, de la ópera, del ballet....y lo digo yo que soy una enamorada del cine.