Un casi impecable Kaufmann...
Decir Puccini es sinónimo de sentimiento, de emociones, y a la par, de éxito asegurado. Muchos somos los melómanos que adoramos al compositor de Lucca, por su música y por todas las sensaciones que con ella nos hace vivir.
Algo parecido sucede hoy en día en los teatros de ópera cuando se pronuncia
el nombre de JONAS KAUFMANN. Decir
su nombre es algo equivalente a un “sold out”, buenas expectativas y ganas de
pasar una estupenda velada. Pero ojo, esto lleva con sí un poco de trampa y
duda, porque no debemos olvidar que el divo muniqués hace sufrir a su público
hasta el último momento. La sombra de la cancelación siempre envuelve su
figura, y hasta que no le ves aparecer encima del escenario no puedes soltar el
aire, respirar tranquilamente y decir “sí, esta noche va a ser inolvidable”. Es
algo similar a lo que en catalán diríamos “el blat no pots dir que és blat fins
que no és al sac i ben lligat, i tot així, encara s´escapa”.
Un comprometido programa
Puccini + Kaufmann. Esta es la propuesta que nos trae este DVD titulado “Jonas
Kaufmann. An evening with Puccini” un concierto realizado en el Teatro alla
Scala de Milan el 14 de junio de 2015.
Comprometido decía porque el tenor bávaro introduce en concierto arias
difíciles de escuchar en las salas de los coliseos más grandes por los cuales
se pasea, merecidamente, con un desafiante descaro– en el mejor sentido de la
palabra.
Así pues a Jonas Kaufmann no le tiembla el pulso ni la voz a la hora de
medirse cara a cara con el público milanés, y su desfile empieza con una
tremenda aria, preciosa donde las haya e injustamente desechada en el fondo de
un cajón “Ecco la casa, dio che orrenda
notte” de “Le Villi”. Es aquí donde ya empieza a mostrarnos una vez más lo
asentado que está su registro agudo. Las notas altas salen y brillan con luz
propia dejando atrás ese color broncíneo oscuro de su voz.
Su discurso fluye quizás con un tempo
para mí demasiado lento, pero ello nos permite poder gozar del fraseo
impecable e inteligente de este artista que tiene el don – gracias a Dios- de
entender que la música y las palabras tienen que ir unidas. Kaufmann sabe
darles el sentido que necesitan y merecen para que lleguen al público y
produzca en ellos el efecto mágico que todo cantante, creo, desea: que al
oyente se le ponga el vello de punta. Y Jonas Kaufmann lo consigue en más de
una ocasión a lo largo de este concierto.
Siempre he dicho, hasta ahora, que Kaufmann y Puccini eran un poco como el
aceite y el agua. Siempre he sentido un poco de reticencia por los puccinis kaufmanianos porque en nada de
lo que le había escuchado le había encontrado de lleno en el estilo que la música
del gran Giacomo Puccini requiere: dulzura, cuando se necesita; vísceras cuando
vas a morir desesperado; cariño y admiración ante el primer estallido sexual de
un estudiante de 20 años; o el empuje y arrogancia de un hombre que se ve ya vencedor de una prueba que le dará como
medalla a una princesa a la que debe fundir con su sangre hirviente de fervor.
No.
Jamás había escuchado a Kaufmann hacer esto hasta este concierto en Milán.
Es aquí donde encuentro en su actuación todo esto: brillo, estilo, pulcro
fraseo, sus medias voces – que no obstante ya conocemos- pero que aquí llenan
de sentido su interpretación. Y sobre todo, algo que también ya sabemos, el
dominio del texto aunque aquí esto quede mucho más remarcado. Un claro ejemplo
de todo ello, su “E lucevan le stelle”
de la “Tosca”.
Bravo. Bravo Kaufmann.
Impecable
Así podría definir sus dos grandes arias de “Manon Lescaut”, en primer
lugar su “Donna non vidi mai” para
después cambiar de rango y pasar de la dulzura del enamoramiento al ruego más
desesperado del hombre que ama con su “Guardate,
pazzo son”. Agudos asentadísimos, no hace falta que repita elogios porque
van todos en la misma línea, minuciosos detalles en su fraseo e uso inteligente
de nuevo de las medias voces.
Y algo parejo sucede también con otra que resulta ser también impecable, su
“Or son sei mesi” de “La fanciulla
del west”. De nuevo aquí Kaufmann pone sobre las tablas todos sus medios y
recursos de los que dispone para que su canto llegue al corazón igual que el
dardo que da en el centro de la diana. Kaufmann es así. Sorprendente pero
previsible. Sabes que lo hará, pero lo mágico está en que nunca sabes cómo lo
hará. Y ahí es donde sale el gran artista que Kaufmann es. Puede gustar más o
menos su voz, su forma de cantar, su estilo o sus maneras pero Kaufmann es sin
duda uno de los dos grandes tenores del momento, con el permiso aún del Decano
de todos ellos.
El concierto, dirigido por JOCHEN
RIEDER que debutaba en la Scala de Milán al frente de su orquesta titular,
termina con uno de los grandes hits
del mundo operístico, y no es ni más ni menos que un muy raído, pero siempre
bello y agradecido, “Nessun dorma” que
Kaufmann sortea sin dificultad, con estilo indiscutible y con los agudos que le
corresponden, a pesar de que esta pieza, esta gran aria para siempre jamás irá
asociada a la voz del muy añorado Luciano Pavarotti. No tenemos ahora al divo
de Módena, pero Kaufmann es un digno candidato para hacer que este “Nessun
dorma” continue siendo inmortal.
El concierto finaliza precisamente, como decía, al son de “Vincerò” pero, y
es algo ya connatural en todos los conciertos que después del oficial que
figura en programa, vengan los bises, y en eso Kaufmann es uno de los más
generosos.
Cinco ni más ni menos ofreció el alemán, empezando como no, por “Recondita armonía” de la “Tosca” y
allí de nuevo Kaufmann vuelve a emocionar con voz y sobre todo por haber mejorado
– para mí- el estilo y la forma de afrontar esta delicada aria que se canta, no
lo olvidemos, dentro de una iglesia. Su discurso un tanto lento – quizás como
decía al principio del escrito- es lo que puedo reprocharle al muniqués, pero,
la lentitud tiene – como decía también- su parte positiva permitiéndole envolver
y dotar de sentido latente a las palabras pronunciadas. Su “Sei tu” final
dirigido a Tosca disminuyendo volumen dota a la pieza de una originalidad
curiosa. Sí, Kaufmann es un gran cantante señoras y señores.
Su “Ch´ella mi creda”, segundo de los bises, no es tan
emocionante como su hermana mayor antes ya comentada “Or son sei mesi” y cierra
el capítulo de la sutilidad con su ya famosa “Ombra di nube” etiqueta que distingue a Jonas Kaufmann. Es de
aquellas piezas que en sus conciertos o recitales jamás, jamás fallan.
Y el ambiente, ya más relajado, nos lleva a la preciosa “Non ti scordar di
me” donde el tempo lento vuelve a
jugar, tal como es consabido, a favor del tenor alemán. Él lo sabe y lo explota
al máximo.
Y cuando uno se despajarita…
Pues cuando uno se despajarita, está en los bises, es agasajado con ramos
de flores espontáneos de las féminas que llenaban la Scala, cuando uno percibe
cajas de regalos en pleno escenario, vítores y bravos sin parar, entiendo que
suba la temperatura, del teatro y del propio tenor.
Así es que, Kaufmann ni corto ni perezoso, con la ayuda del maestro Rieder,
en un acto – para mí- de poco respeto al público que llenaba la Scala, se
desabrocha un botón de la camisa y se saca la pajarita negra del esmoquin.
Y, como decía, cuando uno se despajarita, sucede lo que sucede, se
desconcentra, se lía con la letra aunque sin perder el compás, y coloca la
segunda estrofa del “Nessun dorma” en la primera, en un gesto espontáneo del
propio tenor que payasea ante su propia patinada. Él se lo toma riendo, salva
la pieza e impresiona con su agudo final. La fiesta termina y todo son risas y
alegrías.
Me alegro por él aunque a mí me quede un regusto agridulce ante semejante
escena.
Aunque todos somos humanos y todos nos equivocamos, cosas así – aunque restará
como una mera anécdota simpaticona- no hacen ningún favor ni bien a un artista
de la talla y categoría de Jonas Kaufmann. Una lástima.
Impecable, Kaufmann… casi
impecable.
Comentarios
En mi humilde opinión todo público frente a un cantante de estos quilates se "despajarita"...y yo también lo he hecho en varias ocasiones; digo, una siente cierta liberación de endorfinas y eso le pasó al público milanés y de hecho a Jonas mismo. Y de verdad lo agradezco: guau...es humano!!!!! No quiero cantantes perfectos en escena, quiero seres que vibren, se emocionen, se pierdan y retomen. No lo sentí como una falta de respeto y por lo que se ve tampoco lo tomó asi el público pues lo festejó generosamente. Hace menos de un mes tuve la dicha de disfrutarlo aquí en casa, en el Teatro Colón. Fue una de esas tardes que pasarán a la historia.