Un bombón, Kaufmann, un bombón
En cualquiera de
sus múltiples y diversas variedades, “You mean the world to me” es un delicioso
bombón.
¿De los que
engordan?
¿Y quién ha dicho
que los bombones engordan? “No, todos son de dieta” como diría una compañera
mía del trabajo.
De un cabaret de
los bajos antros de Berlín hasta los dorados salones de la Viena imperial es
por donde se pasea, descaradamente, la voz de Jonas Kaufmann en su último
trabajo para la discográfica SONY.
Escuchar estas
canciones es retroceder en el tiempo, a los felices y alocados años 30 en la
capital alemana. Se cuajaba desenfreno y lujuria en todos estos tugurios, donde
litros y litros de alcohol eran consumidos noche tras noche sin imaginar, claro
está, lo que algunos años más tarde se desataría y que cambiaría la mentalidad y
las leyes humanas sin precedente alguno.
Pero Kaufmann no
ofrece simplemente canciones de cabaret barato, también las hay de más
elegantes, de clase media - alta, melodías sin duda cantadas y bailadas por
aquellos que, en breve, aterrorizarían a media Europa con sus nuevas y
descabelladas ideas políticas.
Columnas de
incesante humo de los cigarrillos fumados por oficiales de las S.S, mujeres
vestidas con ropajes llenos de lentejuelas acordes a la época. Una fina línea
de cejas, a la moderna, con peinados cortos, rubios y ondulados, que les permitía
entrar en estos locales de lujo apoyadas del brazo de poderosos militares que,
a su vez, habían dejado en casa a su mujer e hijos pequeños. ¡Y sin rechiste
alguno, faltaría más!
Y champán. Espumeante,
cristalino y chispeante, y tan preciado, que llenaba de calor los cuerpos y
ánimos de todas estas gentes y no hacía sino que intentar combatir las frías
temperaturas de las calles berlinesas llenas de nieve.
Del blanco y negro al color
Este disco es interesante
y altamente recomendable no solo para los seguidores de Kaufmann, sino también
para aquellos a los que nos gusta rememorar la nostalgia y los tiempos vividos
por nuestros abuelos, para aquellos que no hemos respirado los años 30 y 40 y
nos gustaría saber cómo fueron sus noches y sus formas; para aquellos que, como
yo, somos amantes de la historia y con un alto grado de imaginación a nuestra
disposición.
Pero me sucede algo
curioso cuando empiezo a bucear entre estas melodías. Todos aquellos que me
conocen saben que soy de fácil asociación de imágenes a la música que escucho,
y en esta ocasión Kaufmann me sirve en bandeja toda clase de facilidades para
que, pueda ver mientras él canta, la imagen de lo que está cantando.
Sí, es difícil de
explicar. Y complicado es entender cómo puedo asociar, con total espontaneidad,
una imagen a la música. Lo sé y soy plenamente consciente de ello, pero
siguiendo las ideas que emanan de mi cabeza y siendo fiel a estas imágenes,
afirmo rotundamente que la mayoría de ellas están, como no podía ser de otra
manera, en blanco y negro.
E inclusive, para
mayor gancho, y acorde con todo ello, la portada hubiera sido más resultona y eficaz
en blanco y negro, pues en esta ocasión no hay otros colores posibles para estas melodías ni para
sus ritmos, ni para ilustrar el ambiente nocturno y festivo de esos primeros
años del siglo XX.
Siguiendo esta misma
línea, el blanco y negro inicial va difuminándoseme poco a poco y tomando color
cuando Kaufmann entra directamente en la opereta, donde su voz ya divisa los
elegantes y dorados salones de la capital de Austria, donde el rey de los
bailes, el vals, inunda cada uno de los rincones de los grandes palacios que
hay repartidos a ambos lados del Danubio.
Fuera de lugar
Si bien todo el
trabajo se mueve en torno a un ambiente de nocturnidad altamente festiva,
quizás hay entre ellas algunas piezas que, para mi gusto personal, están fuera
de lugar o que no me acaban de cuadrar con el espíritu del disco y me estoy
refiriendo a “Das Lied vom leben des Schrenk” y el dueto de la canción del laúd
de “Die Tote Stadt”, las dos de carácter altamente operístico.
En la primera,
Kaufmann se aparta del estilo con el cual empieza el disco, y sale ya más un
Siegmund relatando a Hunding cómo ha perdido sus armas en medio del combate. Su
voz se torna más recia y distrae hacia otros caminos el sendero por el que
camina durante este regreso a los años 30.
En “La ciudad
muerta” de Korngold pasa tres cuartos de lo mismo, los alegres ritmos y
compases fáciles de llevar se desvanecen en una melodía, bellísima cabe decir,
pero que se encuentra completamente desubicada en medio de todas estas
canciones.
De todos modos,
estos resbalones no empañan para nada el resto del disco, pues siempre tenemos
el poder en nuestras manos de saltarnos aquellas que no nos convencen o no nos
sugieren nada ya desde un buen principio. Gracias a la tecnología que nos
permite escoger aquello con lo cual nuestro oído se recrea y se emociona.
Quien tenga la
convicción de que Jonas Kaufmann, con su particular tono, color y timbre de voz
es únicamente válido para la ópera, está muy equivocado, porque aquí le
encontramos, y se lo agradezco, en un registro completamente diferente.
Siempre he dicho
que si algo le falta al bávaro en su manera de cantar o de enfocar los
personajes es, a mi parecer, la dulzura, pues en muchas de sus
interpretaciones, y quizás por la oscuridad de su voz en el registro central,
me quedan a mitad del camino esas notas que, en voces más brillantes, me suenan
a gloria.
En este trabajo
Kaufmann demuestra que no. Sabe ser dulce en todas las piezas que nos propone, sabe
matizar y utiliza con inteligencia el texto para llegar al corazón del oyente.
Y no solamente
esto, en “You mean the world to me”, versión traducida al inglés de la tan
conocida “Du bist die Welt für mich”, Kaufmann nos abre la puerta a su lado más…
cómo decir… “picante” quizás no sería la palabra adecuada, pero sí podría muy
bien serlo divertida o desinhibida, pues el alemán se “suelta” y consigue con
su voz romper la rigidez austera con la que a veces nos presenta sus trabajo y
que es, tópicamente característica del carácter alemán como sinónimo de seriedad
y frialdad.
Kaufmann nos enseña
que no. Se puede ser solemne como en la ópera, y serio como en el Lied y ello
sin perder un ápice de matiz, pero cuando uno se adentra a ritmos que sin
intención premeditada hacen llevar el compás con el pie o invitan a mover el
cuerpo, el resultado es que el cantante, implicado plenamente en ello, saca su
lado más cómodo e informal y nos deleita con toda una serie de recursos,
matices y medias voces, bien e inteligentemente utilizados, para trasladarnos
dónde él quiere.
Sale su lado más
apasionado sin creer que está cantando verismo. Matiza como susurros del amante
a la oreja de su amada. Si alguien no veía a Kaufmann capaz de ello, que lo
compruebe, pues llega a puntos inimaginables y me hace poner la carne de
gallina al escucharlo en esas bellas melodías, muchas de ellas, desconocidas
para mí.
Y… ¿cómo no puede
dispararse la imaginación y venirle a una imágenes a la cabeza cuando se le
escucha en estas canciones?… es muy difícil mantener y dejar la mente en blanco
cuando tenemos un escenario tan propicio que nos invita a todo lo contrario.
Canciones que enganchan, melodías pegadizas
Y aquí es donde más
peligro cobra para mí un trabajo como el que nos propone Jonas Kaufmann, pues
estoy segura que a medida que vaya escuchando una y otra vez el disco, estas
canciones pasarán ya a formar parte de mí mundano día a día. Me levantaré con
ellas y me acostaré igualmente con ellas, y así hasta que la pueda cantar
entera. Irremediablemente.
Y esto que me pasa
Kaufmann lo describe perfectamente en la canción “My song goes round the world”
donde en una de sus estrofas dice:
“I sing a song the whole day long, just a song that´s
in my mind”.
Comentarios
Me encanta porque cada paso que dá más te acercas a Kaufmann de forma integral.Es germano hasta la médula y yo lo veo cada vez más latino. Su voz es sello personal pero yo, cada vez, lo veo más cerca de Plácido...y no porque lo imite, simplemente porque esa asi. No conozco tanto la historia de los años 30/40 en Alemania pero leyendo tu comentario no pude menos que pensar en "Sally Bowles" cantando y bailando con Jonas.......
M’apunto! Del blanc i negre al color... ambient de cigarretes ... lluentor imperial.... tal com ho expliques pinta de meravella!