Los únicos hombros que pueden soportarlo
No lo puedo
definir de otra manera. Creo que no sabría hacerlo…
Han transcurrido 25 años. Jacopo Fiesco ha cambiado su nombre por el de Andrea Grimaldi para ocultar su identidad y ha criado y adoptado a una muchacha huérfana -desconociendo su origen- bajo el nombre de Amelia Grimaldi. La joven, en realidad, es Maria Boccanegra, hija de Simon Boccanegra y nieta de Jacopo Fiesco.
En los jardines del Palacio Grimaldi, frente al mar, Amelia mantiene un encuentro amoroso con el noble Gabriele Adorno. Ella le cuenta que el dux está a punto de llegar al palacio para pedir su mano en matrimonio para Paolo Albiani, persona de confianza del dux que se siente atraído por Amelia. Gabriele se adelanta al dux y solicita a Fiesco permiso para casarse con Amelia, a lo que el anciano accede. Llega el dux acompañado por Albiani. En la conversación con Amelia, Simon descubre sorprendido que ella es su hija y que, además, está enamorada de Gabriele. Comprensivo con los sentimientos de la joven, renuncia a la proposición matrimonial que quería hacerle. Esto no agrada a Albiani, que comienza a urdir un plan para raptar a Amelia.
El dux ha conseguido sofocar la rebelión y perdona a todos los conspiradores, salvo a Paolo Albiani, que es condenado a muerte. Éste, cuenta a Fiesco que al dux le quedan pocas horas de vida porque ha sido envenenado por él. Aparece Simon bastante debilitado. Fiesco le revela su identidad y manifiesta su alegría porque al fin verá satisfecha su sed de venganza. Cuando el dux le cuenta que Amelia Grimaldi es su nieta, Fiesco se emociona y se reconcilia con él. Pero el veneno ya ha hecho su efecto y el dux muere, no sin antes bendecir la unión entre su hija Amelia y Gabriele y pedir la proclamación de su yerno como dux de Génova. Fiesco se asoma al balcón y comunica al pueblo que Gabriele Adorno es el nuevo dux, mientras todos se unen en una plegaria por la muerte de Simon Boccanegra.
Los ensayos ya
han empezado, en plena fiesta fallera, y el “Simón Boccanegra” ya va tomando
forma en el Palau de les Arts.
Inmerso aún en
las funciones en Nueva York de “La isla encantada”, la ciudad del Turia aguarda
impaciente la llegada de su protagonista, de Plácido Domingo, para que se
incorpore a los ensayos de la obra, cuya primera representación está prevista
para el día 27 de este mes.
Quedaba ayer
mismo una única entrada para el día 30. Hablamos de un lleno total, pues hay
ganas de volver a escuchar en España a nuestro tenor más universal, al
inagotable Plácido Domingo, una especie rara de la humanidad y rara en el mundo
de la ópera.
Acaba de celebrar
sus 3.700 representaciones, 700 de ellas en el Metropolitan de Nueva York. Todo
un récord. Todo un mérito. Un escándalo.
Nadie, nadie en
el mundo de la ópera ha llegado tan alto. 73 años y Domingo suma y sigue. Y si
la salud se lo permite… lo que le queda aún por darnos… ¡Pero señores!… si acaba
de grabar otro disco hace poco con canciones de Grecia, de Chipre, de ciudades
bañadas por ese azul mar mediterráneo que une países y naciones, que une a
gentes y costumbres.
Y en breve, ya le
tenemos en Valencia. Esta vez, colgará en Nueva York su traje de Neptuno,
dejará su coraza y el tridente, y se enfundará las vestiduras de Simon
Boccanegra, obra con la que debutaba en Berlín en 2009. De ello hará en
noviembre 5 años… ¡cómo pasa el tiempo!, y la frescura y timbre inconfundibles
de Plácido sigue aun paseándose por los mejores escenarios internacionales,
amén del estado actual de voz, que todos ya sabemos cuál es.
Pero lo cierto es
que el madrileño sigue emocionando y cautivando. Es suficiente una nota, una
sola nota emanada de su garganta, una sola palabra, un solo suspiro, un solo
gesto, un solo aliento de su voz para conmover al público ávido de la buena
ópera, hambriento de buenas voces.
Que nos aferramos
quizás a un pasado del cual ahora el tenor no puede hacer gala, quizás así sea
para muchos de nosotros, pero basta su sola presencia para que ese pasado,
antaño glorioso y brillante, deje paso al presente sereno y maduro que nos deja
disfrutar de sus último ecos de tenor a pesar de que cante de barítono.
Su maestría, su
saber hacer y experiencia avalan una carrera que parece no tener límites, y sus
miles de admiradores de todo el mundo se sorprenden – me sorprendo- de que, a
pesar de su edad, sea el único que aún logre ese milagro encima del escenario,
el milagro de emocionar a la gente con su arte, con su pasión, con su voz.
Sí. Con su voz.
Porque siente lo que hace y sigue transmitiendo esa energía e ilusión por la
ópera. Y eso… no tiene precio.
Y es que cuando
Plácido sale en escena todo lo que está a su alrededor pasa a segundo plano –
quizás sin afán de que así sea- pero lo cierto es que acaba convirtiéndose en
el punto de mira de la representación.
Haciendo boca
Ha representado
Simon en Berlín, en Nueva York, en Madrid, en Viena… en tantos teatros que
sería interminable enumerarlos, y ahora le toca el turno a Valencia.
Es maravilloso
poder escuchar su dueto con Amelia y conmovedor la escena de su muerte a la que
sólo un artista como él, un artista en mayúsculas, es capaz de imprimir
semejante emoción, pasión, desesperación y realismo.
Un “Otello” con
30 años encima.
El argumento es
el siguiente:
Prólogo
Una
plaza de Génova junto al palacio de Jacopo Fiesco y la Iglesia de San Lorenzo.
Hacia 1339. El orfebre Paolo Albiani logra el apoyo de Pietro para la elección
del corsario Simon Boccanegra como nuevo dux a cambio de una recompensa. Reacio
a ocupar el cargo, Boccanegra acepta porque piensa que el poder le granjeará un
acercamiento a su enemigo Jacopo Fiesco, de cuya hija -Maria- está enamorado.
Fruto de esa relación ha nacido una niña a la que el anciano Fiesco pretende
educar.
Simon se encuentra con Fiesco y trata de convencerlo
para que olviden sus enfrentamientos pasados. Éste, visiblemente triste por el
repentino fallecimiento de Maria (hecho que oculta a su adversario), se muestra
inflexible a la reconciliación. Sólo si Simon le entrega a su nieta, accederá a
entenderse con él. El corsario le explica que la pequeña ha desaparecido y no
puede satisfacer su petición. Fiesco se marcha. Simon entra en el palacio de su
enemigo para encontrarse con Maria, cuando descubre horrorizado el cuerpo sin
vida de ésta. Amanece. El pueblo proclama dux de Génova a Simon Boccanegra.
Acto I
Cuadro I
Han transcurrido 25 años. Jacopo Fiesco ha cambiado su nombre por el de Andrea Grimaldi para ocultar su identidad y ha criado y adoptado a una muchacha huérfana -desconociendo su origen- bajo el nombre de Amelia Grimaldi. La joven, en realidad, es Maria Boccanegra, hija de Simon Boccanegra y nieta de Jacopo Fiesco.
En los jardines del Palacio Grimaldi, frente al mar, Amelia mantiene un encuentro amoroso con el noble Gabriele Adorno. Ella le cuenta que el dux está a punto de llegar al palacio para pedir su mano en matrimonio para Paolo Albiani, persona de confianza del dux que se siente atraído por Amelia. Gabriele se adelanta al dux y solicita a Fiesco permiso para casarse con Amelia, a lo que el anciano accede. Llega el dux acompañado por Albiani. En la conversación con Amelia, Simon descubre sorprendido que ella es su hija y que, además, está enamorada de Gabriele. Comprensivo con los sentimientos de la joven, renuncia a la proposición matrimonial que quería hacerle. Esto no agrada a Albiani, que comienza a urdir un plan para raptar a Amelia.
Cuadro II
Sala del consejo del Palacio Ducal de Génova. El dux,
sentado en el trono, preside una asamblea en la que participan consejeros,
cónsules y condestables. Gabriele entra precipitadamente en la sala, acusa al
dux de ser el responsable del rapto de Amelia y se enfrenta a él. Pero la joven
ha conseguido huir e irrumpe en la asamblea para narrar lo sucedido,
evidenciando que Simon no ha tenido nada que ver en el asunto; todas las sospechas
apuntan a Albiani. El dux pone orden en la enfrentada asamblea y ordena que
Fiesco y Gabriele ingresen en prisión, al mismo tiempo que exhorta a Albiani,
hasta entonces su mano derecha, a que maldiga al culpable del rapto de Amelia
(que no es otro que él mismo).
Acto II
Salón del dux en el Palacio Ducal. Albiani, que planea
el asesinato de Simon, ofrece la libertad a Fiesco y a Gabriele a cambio de que
participen en el crimen. Fiesco se niega y regresa a prisión. Albiani vierte
veneno en la bebida del dux en previsión de que su plan inicial fracase. En
principio, pretende que sea Gabriele quien dé muerte al dux. Para ello, lo
encierra en la estancia ducal con idea de que sorprenda a Simon cuando llegue y
lo asesine. Previamente le ha hecho creer que Amelia y Simon son amantes.
Aparece Amelia, que trata de convencer a su amado de que sus sospechas son
infundadas. A continuación se aproxima el dux y Gabriele se esconde en el
balcón. Amelia suplica a su padre que perdone a Gabriele, el hombre al que ama.
El dux accede. Cansado, bebe agua de la botella envenenada y se duerme,
situación que Gabriele aprovecha para tratar de asesinarlo. Pero Amelia se lo
impide, y le revela que Simon es su padre. El dux perdona a su futuro yerno y
sale junto a él a combatir la rebelión que se aglomera a las puertas de
palacio.
Acto III
El dux ha conseguido sofocar la rebelión y perdona a todos los conspiradores, salvo a Paolo Albiani, que es condenado a muerte. Éste, cuenta a Fiesco que al dux le quedan pocas horas de vida porque ha sido envenenado por él. Aparece Simon bastante debilitado. Fiesco le revela su identidad y manifiesta su alegría porque al fin verá satisfecha su sed de venganza. Cuando el dux le cuenta que Amelia Grimaldi es su nieta, Fiesco se emociona y se reconcilia con él. Pero el veneno ya ha hecho su efecto y el dux muere, no sin antes bendecir la unión entre su hija Amelia y Gabriele y pedir la proclamación de su yerno como dux de Génova. Fiesco se asoma al balcón y comunica al pueblo que Gabriele Adorno es el nuevo dux, mientras todos se unen en una plegaria por la muerte de Simon Boccanegra.
Comentarios
Sé que compartes conmigo cada una de ellas.