2013 que agoniza…
Un año más que acaba. Un
año más que empieza.
31 de diciembre y llega
la hora de hacer balance del 2013. Sin duda, musicalmente hablando, este ha
sido por excelencia el año de celebración del bicentenario del nacimiento de
dos de los exponentes operísticos más importantes y que más han aportado al
mundo de la lírica: dejamos atrás, pues, el año Verdi y el año Wagner. Todo
vuelve a la normalidad, las aguas se calman y regresan a su cauce, y atrás
quedan los fastos dedicados a estas grandes figuras.
Un año relleno de
atracones musicales que hemos sobrellevado, y disfrutado, a lo grande, todos
los amantes del género.
Trovatores, muchos
Trovatores. Demasiados. Empacho de Trovatores, me atrevería a decir. Muchos
teatros han programado esta ópera, y quien más quien menos ha debutado en este
2013, algún que otro role.
Este es el caso del
incombustible Plácido Domingo que va en primera posición, pues este año, ha
sido su año Verdi, a tutiplén, ni más ni menos que 4 personajes nuevos:
-
Giorgio
Germont en el MET
-
Nabucco en
Covent Garden
-
Giovanna
d´Arco en Salzburg
-
Conde de
Luna, aún resonando el eco de su voz, en Berlín.
Con la mitad de
personajes, le sigue Jonas Kaufmann, que se ha puesto en la piel de Manrico y
recientemente en la de Álvaro en “La forza del destino” en la ópera de Munich
ambas. El bávaro juega sus mejores cartas en casa, en terreno conocido y con su mejor aliado, el
público muniqués que le arropa en cada una de las intervenciones.
Ambos, han dedicado disco
a Verdi, el primero con arias propias de barítono y el segundo, de tenor, pero
además Kaufmann ha hecho lo propio también con una grabación de escenas de varias
óperas Wagnerianas.
A nivel personal
Ha sido para mí un año
musicalmente intenso en algunos momentos puntuales. Muy intenso a pesar de las
pocas funciones a las que, desgraciadamente, he asistido. Y destaco, entre
ellas, dos que han sido y son muy especiales para mí:
Mi viaje al MET, la
primera vez que asistía a este gran teatro para cumplir uno de los más
anhelados sueños de mí vida, poder escuchar al gran Plácido Domingo en el
coliseo americano.
Pasarán los años, y
siempre podré recordar y contar el momento, y decir, “yo escuché al mejor tenor
del mundo en el Metropolitan”. ¿El mejor? Entramos ya en terreno de gustos
personales. Para mí lo es, y lo seguirá siendo indudablemente.
Y el segundo, el
concierto de zarzuela del mes de noviembre en la Faràndula de Sabadell. Con él
regresaba a nuestra ciudad el tenor Carles Cosías. Un lujazo tenerlo y
disfrutar de su voz en nuestra ciudad.
Velada especial, mágica
donde las haya también, Carles exhibió y nos regaló sus mejores galas. ¡Qué
caro y difícil es de ver un artista como él cuando, desgraciadamente, en este complicadísimo
mundo de la ópera abunda tanta mediocricidad…
Dos momentos, dos
escenarios diferentes. Dos cantantes diferentes. Dos voces diferentes. Dos
artistas diferentes que me transmiten porque saben transmitir. Que me hacen
disfrutar porque ellos disfrutan cuando cantan.
Y eso…tiene mucho valor
porque hay talento y sensibilidad en ambas gargantas.
Elementos que, hoy en
día, parece ser que se olvidan en pro de las grandes campañas marquetinianas,
cuyo objetivo es el dinero y fama fácil para artistas que suben y suben como la
espuma y que inundan, con sus fotografías pasadas por photoshop, las
estanterías de los centros comerciales con atractivas portadas de discos.
Artistas, flor de un día,
de los cuales se hablará y se hará eco de su voz por poseer una buena figura o
una cara bonita, pero sus voces, su material, su valía, si es que la tienen, no
se recordará. Una pena… destrozar artistas que pueden apuntan cosas buenas por
el simple egoísmo de llenar los bolsillos de monedas. ¡¡En qué mundo vivimos…!!!
Breves estas dos tardes
musicales, pero inolvidables, intensas, vividas con pasión y con entrega, cuyo
resultado, la euforia y el goce musical de las mismas, están presentes, aún en
mi mente.
Gracias Plácido. Gracias
Carles. Gracias a los dos por esos momentos únicos que me habéis brindado.
Y con las 12 campanadas
de esta noche se romperá el hechizo musical de estos dos momentos vividos en
2013.
¡Feliz año nuevo!
Y mí año 2013 que apura
ya su último aliento, acabará del mismo modo que empezará: con música.
Y no, no me estoy
refiriendo ni aludiendo al son de los dulces valses de Strauss que mañana
escucharemos en la televisión, que también.
No.
Mi año 2013 finaliza al
son de “Madama Butterfly”, y con esta música que solo un grande entre los
grandes, como Puccini, supo componer, será sin lugar a dudas, la banda sonora
que acompañará mis primeros y flamantes días de 2014.
¿Por qué?
Pues porque hay alguien
especial, que me ha hecho volver a vivir otra vez esta colosal ópera, que me ha
hecho recordar, que Puccini es el mago de los sentimientos a flor de piel. Que Puccini
no escribía notas por escribir, que todo tenía un sentido y que cada nota es
pura pasión. Nunca lo he olvidado, pero sí que necesitaba, en estos momentos,
con la chispa que emerge de tus palabras, volverlo a experimentar, a gozar,
reencontrar la carne de gallina al pensar en su música encauzada y guiada
perfectamente al compás de tu escrito.
Es mi regreso a Puccini
que por tantos días he tenido un poco arrinconado ocupada con otras cosas que
bien sabes, querida Teresa.
Gracias Teresa.
Antes las daba a ellos,
ahora te las doy a ti por compartir pasiones, pensamientos, momentos, buenos momentos
musicales y personales, siempre intensos, de los que siempre se aprende, bien
aprovechados. ¡Qué afortunada me siento de poder compartirlos contigo!
Gracias por tu sentida
Butterfly y gracias por ese minucioso estudio que hace que me reencuentre, una
vez más, con Ciò-Ciò-San.
Comentarios