Amor por la zarzuela en Sabadell
Es absolutamente una pena, y si se me permite, una vergüenza que de un espectáculo cultural, grande y de nivel, como el concierto que se ofreció el sábado en el Teatro de la Faràndula de Sabadell, se haga tan poco eco, y más en una ciudad cuyo nombre es sinónimo de buen hacer operístico.
Parece ser que sólo interesa lo que se organiza,
quizás, desde niveles más altos, pero, que el público sabadellense tenga que
conocer de un evento así por un único cartel colgado en el teatro, amén de los
que se han ido pegando en diversos puntos del centro, y tal como eran pegados,
se arrancaban, es realmente, y valga la redundancia una vergüenza.
Y a la cultura, a pesar del aumento del
IVA, estratosférico, exagerado e injusto, no se le puede cortar las alas, al
contrario. Pero, desgraciadamente en nuestro país interesan más otro tipo de
acontecimientos, más populares, más para la gran masa de ciudadanos, olvidando
a aquellos que, sin renunciar a los anteriores, nos gusta la música y las
buenas voces.
Y la cosa va de vergüenza también en cuanto
a la comunicación y traslado de información, porque el medio de prensa por
excelencia de nuestra ciudad, el “Diari de Sabadell” debería revisar el
contenido de los artículos antes de proceder a su publicación. ¿De vuelta a la
censura?
No, por favor, eso nunca, pero un
profesional de la comunicación, no una simple aficionada como yo que se dedica
a explicar lo que ve, lo que oye y lo que siente cuando asiste a una función,
no puede permitirse el lujo de publicar, o dejar que publiquen, un artículo
lleno de erratas. Sí, de erratas y sonadas, erratas en un margen de 4 líneas de
un mismo párrafo, y eso, desgraciadamente denota el bajo nivel cultural de los
comunicadores (que de ser así pueden hacer una búsqueda en Google y seguro que
los datos son más fiables) y también el grado y nivel de desidia o de falta de
profesionalidad del que escribe y del que publica.
Que me digan que “La Tempranica” es de
Gerónimo Giménez, con “G” y no con “J”, puedo pasarlo, aunque no esté bien
ortográficamente hablando, pero que me digan en una línea que esta misma obra
es de Giménez, y tres líneas más abajo me digan que la ha firmado Torroba al
igual que “La del manojo de rosas” que es de Sorozábal (y no de Solozábal que
era un jugador de básquet como se escribe cuando el autor habla de la zarzuela
“Entre Sevilla y Triana), me hace hervir la sangre, como atribuirle también la
“Petenera” de “La marchenera” del buen Federico Moreno Torroba y que ahora den
este mérito a Gerónimo Giménez, por desconocimiento sobre lo que se está
escribiendo.
Pero no acaba aquí la cosa… Fechas
equivocadas con los Premios Manuel Ausensi del cual Carles Cosías fue ganador
en 1998 y no en 2004 o hablar de “Elissire
d´amore” y no de “Elisir”…
Tantas, tantas erratas le hacen bailar a
una la cabeza y lo que más pena me da es comprobar lo poco en serio que se toma
su trabajo alguna persona, un lujo que, a día de hoy y con tantos millones de
parados, no nos podemos permitir. Pero no ahora que están las cosas como están,
sino nunca. Uno por encima de todo tiene que ser un buen profesional en su
trabajo, sea del ámbito que sea.
El programa de mano entregado, tampoco está
exento de errores. “Torraba” por Torroba, alguna falta de acentuación, etc… en
fin… ¿es que nadie revisa las cosas antes de qué se editen?
El
concierto. Primera parte.
Pero todo esto, que creo es de justicia
sacar a colación, no empañó para nada, al menos para mí, la tarde.
La sala no estaba llena. Una mala gestión,
una deficiente publicidad del evento, provocó esta extraña situación. Aun así,
el público que ocupaba sus localidades en el teatro de la Farándula salió
satisfecho. Esto no lo dudé ni un segundo.
El escenario austero. Ni una flor, ni un
adorno, nada, nada que diera un poco de color y ambientación a la sala y que
rompiera el lutoso negro que presentaba el escenario, nada que ayudara a crear
un clima de noche de gala, porque, a pesar del poco bombo y platillo hecho del
evento, fue una noche de gran nivel, a la altura, quizás más, de las que se
organizan desde los “A.A.O.S”. La falta de relleno brillaba por su ausencia,
pero… ¿a quién le importa esto cuando el espectáculo que se ofrece es de
primerísimo nivel?
Bajo el título “Romances d´amor” y bajo la
conducción del titular de la Orquestra Simfònica del Vallès, RUBÉN GIMENO, se vivió, se palpó, se
respiró una intensa tarde-noche de música, de zarzuela, un género por el cual
tengo especial predilección, por sus melodías, y por todo lo sentimental que para
mí es y por lo que para mí representa.
Era la primera vez que escuchaba a la
Simfònica bajo la dirección de su titular, y me sorprendió gratamente. Bien es
cierto que la orquesta adolece siempre del mismo defecto, y es que va pasada
siempre de decibelios, y eso siempre es un peligro para el cantante que le
obliga a forzar mucho la voz. Pero en esta ocasión la orquesta apretó donde
podía y secundó bien en las intervenciones vocales.
Cuando se tiene a un buen director, que
está pendiente de la orquesta y que además respira con el cantante y permite y
deja sacar la expresión más íntima del intérprete, entonces, y solo en estas
contadas ocasiones se produce aquello que yo llamo “milagro musical” porque
encuentro la expresividad del cantante, y eso, es difícil y a la vez, caro,
carísimo de encontrar en un momento en que el márquetin todo lo vale y permite.
Injustamente, pero es así.
El programa fue bien escogido y a la vez
presentado por un miembro de la orquesta que iba desgranando argumentalmente
cada una de las piezas que los cantantes interpretarían. Se agradece siempre el
gesto porque aunque yo particularmente, amante del género, supiera ya muchas de
las cosas que sacó a relucir, siempre es bueno refrescarlas y aprender otras
que desconocía. Me pareció una idea excelente.
Tras el inevitable preludio de “El tambor
de granaderos” tocado con un vigoroso ritmo y alto volumen, la primera
intervención de la tarde correspondió a la soprano de Badajoz, CARMEN SOLÍS a la que no había tenido
nunca la oportunidad de escuchar, y después de una floja romanza de Rosa “Los
claveles” de Serrano, “¿Qué te importa
que no venga?”, acabó por convencerme en el resto de programa.
Y pues qué pasó en “Los claveles”,
demasiado vibrato en la voz para mi gusto.
Es absolutamente necesario que diga que,
amén de su voz, una de las bazas mejores de Carmen Solís es que la dicción es
perfecta. Se entiende cada una de las palabras que sus labios articulan, y
ello, al oyente que como yo, que somos amantes de la expresión y de las
palabras en el canto, nos llena de satisfacción y nos permite apreciar mejor
las interpretaciones y todas las inflexiones de este difícil arte que responde
al nombre de lírica, entiéndase ópera, o zarzuela como ha sido en esta ocasión.
CARLES
COSÍAS,
una de las voces más queridas de Sabadell hizo aparición en el escenario para
interpretar la difícil romanza de Juan Luis que Guerrero escribió para “El
huésped del sevillano”, la famosísima “Fiel
espada triunfadora”. Arriesgada elección pero excelentemente cantada, en la
habitual línea que el tenor nos tiene acostumbrados. Agudos seguros y exquisito
gusto.
Siguió la soprano con una pieza que se ha
ido poniendo de moda hace unos años, la Petenera de “La marchenera” de Torroba en la que de nuevo hizo gala de su
fraseo y dicción, dejando ya un poco más atrás el vibrato de la primera pieza.
Y de “La marchenera” a “El trust de los tenorios”… y es que quien no conoce esta estrofa
“Te quiero morena, te quiero como se quiere a la gloria”. Lo decía el
presentador, “es que cuando el tenor canta esto…” y lo comprobamos los
asistentes. Y es que cuando el tenor cantó esta romanza la sala empezaba a
tomar la temperatura adecuada. Bella romanza que cuando se canta con ganas, con
sentimiento, el resultado solo puede ser el que fue, estallido de aplausos del
público. Llena de matices y adornos. Llena de pasión.
Se agradece la incursión de Carmen Solís
con su muy bien ejecutada “No corté más que una rosa” de “La del manojo de rosas” de Sorozábal. Una romanza muy bella, que,
si se sabe decir bien, con sentido, acentuando bien las consonantes es un éxito
ya antes de cantarla. Y Carmen Solís la cantó muy, muy bien. Expresión al
servicio de la música, su “Cometí la locura…/ de quererte de veras”, tan
sentido, tan verdadero. Y es que las palabras escritas, tienen un poder
fortísimo. “Cometí la locura… de quererte de veras”, amor y desamor. Romanzas
de amor. Como el propio título del concierto.
Y llegó uno de los momentos más simpáticos
de la tarde noche, porque descubrí un fantástico dueto de “El barberillo de
Lavapiés” titulado “No hay que quitar
los hilvanes”, perfectamente introducido por el presentador, explicando el
sentido de la letra del dueto. Atención a las palabras:
No hay que
quitar los hilvanes
sin que se acabe la prenda
que si el cosido se tuerce
ya no se vende en la tienda
si te gustan mis hechuras
sin zurcidos ha de ser
o te siento las costuras
y no vuelves a coser.
o te siento las costuras
y no vuelves a coser.
Para un barbero en su oficio
eso no trae desventaja
que cuanto más jabón antes
corre mejor la navaja
pero porque no armes cisma
cuando ya casada estés
sin que lo sientas tú misma
yo te descañonaré
sin que lo sientas tú misma
yo te descañonaré.
Vaya una naja que se trae usted.
Por jugar de manos no hay perder pie.
Ay! que costurera de tan mala fe
vaya una agujita que se trae usted.
Vaya una naja que se trae usted.
Por jugar de manos no hay perder pie.
Ay! que costurera de tan mala fe
vaya una agujita que se trae usted.
Que se trae usted.
Que se trae usted!
Ah! Ay qué barberillo de tan mala fe!
Ah! Ay qué costurera de tan mala fe!
sin que se acabe la prenda
que si el cosido se tuerce
ya no se vende en la tienda
si te gustan mis hechuras
sin zurcidos ha de ser
o te siento las costuras
y no vuelves a coser.
o te siento las costuras
y no vuelves a coser.
Para un barbero en su oficio
eso no trae desventaja
que cuanto más jabón antes
corre mejor la navaja
pero porque no armes cisma
cuando ya casada estés
sin que lo sientas tú misma
yo te descañonaré
sin que lo sientas tú misma
yo te descañonaré.
Vaya una naja que se trae usted.
Por jugar de manos no hay perder pie.
Ay! que costurera de tan mala fe
vaya una agujita que se trae usted.
Vaya una naja que se trae usted.
Por jugar de manos no hay perder pie.
Ay! que costurera de tan mala fe
vaya una agujita que se trae usted.
Que se trae usted.
Que se trae usted!
Ah! Ay qué barberillo de tan mala fe!
Ah! Ay qué costurera de tan mala fe!
Pues aquí la
cosa va de hilvanes, de hechuras, de jabón y de navajas. Todo bien escrito.
Todo bien colocado. Letra que dice mucho y en cambio no dice nada. La picardía,
la mejor aliada de las mentes y de la imaginación, hace lo demás.
Picardía
también como aliada de los cantantes. De sus movimientos corporales. De sus
sonrisas cómplices en el escenario que hacen disfrutar al público cansado de
que se lo den todo claro y a raja-tabla, y a veces también apetece estas dosis
de poesía picante que Carmen y Carles supieron calar y transmitir tan bien.
La primera
parte finalizó con el dueto de la “Luisa Fernanda” de Torroba “Caballero del alto plumero”, otro gran
ejemplo de una letra que dice sin decir, que habla de flores y rosales, de
puertas que jardín que se abren, de plumas y plumeros. ¡Cuánto sabían los
libretistas de la época acostumbrados a lidiar, día sí, día también, con las
tijeras de la censura!.
Excelentemente
interpretado por la pareja protagonista y una frase excelente vocal y
expresivamente hablando del tenor “va hechizado por los ojos... que le miran
desde allí” que capta la quintaesencia del saber expresar, de que la zarzuela,
al igual que ocurre en la ópera, o en otros géneros, no es solamente música y
texto, se necesita de la aportación
propia del intérprete, de sus vivencias, de sus sensaciones, de sus
sentimientos, y sin ello, no se le puede hacer justicia. Cosías es un exponente
que lo aúna. Y ello evidentemente se nota.
Con este dueto finalizó la primera parte.
Más
difícil. Mejores sensaciones. La temperatura aumenta en la sala.
Dos intervenciones individuales de Carmen
Solís y un dueto, frente a las 4 de Carles Cosías más un dueto, fue el raro
equilibrio que se desencadenó en la segunda parte, y para lo cual no tengo
explicación alguna más que un total desconocimiento de la dificultad de las
piezas que tenían que interpretarse por parte de los organizadores.
Al final se cayó del programa anunciado el
bellísimo, y a la par, difícil dueto de “La leyenda del beso” que fue
sustituido por una intervención llena de recursos expresivos, pianos e ilusión
en la voz de Carles Cosías, con la ayuda coral del público que asistimos y
acompañamos, con más pena que gloria, en la famosa “Evocació al Pirineu” de “La cançó d´amor i de guerra” de Rafael
Martínez Valls.
No se entiende tampoco que hagan cantar al
tenor, dos piezas de dificultad vocal considerable, como “De este apacible
rincón de Madrid” y “La tabernera del puerto”, solo separadas por la ejecución
orquestal de el preludio de “El bateo”.
Suerte que las voces son buenas, y pueden
con todo…
Después del espumeante preludio de “El
barberillo de Lavapiés” excelentemente ejecutado por la Simfònica del Vallès
bajo la batuta de su titular el maestro Gimeno, llegó uno de los momentos más
especiales, para mí, de la tarde, porque la música de Barbieri daba paso a la
de Soutullo y Vert con la inspiradísima “Bella
enamorada” de la zarzuela “El último romántico”.
Tengo especial devoción por esta pieza y
parece que muchos tenores también, y cuando el tenor la canta, como Carles
Cosías hizo el sábado por la tarde, una no deja de preguntarse, cuando escucha
a otros intérpretes, que en qué lugar queda la pasión, en qué lugar quedan los
sentimientos del cantante, por qué no ponen el mismo entusiasmo en todas las
piezas, y les hacen justicia de forma igual.
Me sorprendió su versión porque
sinceramente no esperaba el resultado que escuché. Lo que llegó el sábado por
la noche a mis oídos fue magnífico y bellísimo. Expresión en estado puro, gusto
en el fraseo, un intérprete soñador y romántico capaz de conmover al público
con su ejecución, y un director, cómplice de ese estado de embriaguez vocal que
rodeaba al tenor en ese momento.
Fueron cuatro, cinco minutos, los justos
que dura la romanza, los suficientes como para llevarnos a sentir, a rozar
niveles de excelsa expresión. Me gustó mucho, mucho. No en vano tampoco, “Bella
enamorada”, al igual que muchos tenores, como decía, es una de las romanzas que
más amo del repertorio zarzuelístico.
De nuevo Barbieri y otra vez en el
madrileño barrio de Lavapiés. Carmen Solís interpretó magníficamente “La canción de Paloma” con gracia y
perfecta dicción de nuevo. Sin duda es una de las voces que me quiero seguir
por lo difícil que es encontrar una voz femenina que al vocalizar se la
entienda palabra por palabra.
Y sin dejar Madrid, nos adentramos de nuevo
en la “Luisa Fernanda” de la cual Carles Cosías interpretó, por primera vez, la
romanza de Javier “De este apacible
rincón de Madrid”, la cual precedió a otra romanza bien conocida y de
dificultad, también extrema, “No puede
ser” de “La tabernera del puerto” de Sorozábal. Y de nuevo aquí Carles hizo
gala de su sensibilidad, de intenciones, de expresión, de complicidad con el
público.
Cuando una romanza es conocida a diestro y
siniestro uno no puede limitarse a cantarla simplemente. La tiene que vivir, la
tiene que sentir, debe saber y conocer el significado de las palabras, y
sobretodo saber el por qué las dice en ese momento y de aquella manera. Todos
estos elementos estaban en su interpretación. Cada pieza tiene una carga emotiva
para el intérprete, en un sentido u otro.
Y después de tanta pasión llegó un momento
un poco más desenfadado con la ejecución del zapateado de “La tempranica” y su
archiconocida “La tarántula e un bicho
mu malo” que fue interpretada con especial gracia por Carmen Solís,
buscando todo el rato el bicho que al final, aplastó con el zapato. Momento
jocoso y desenfadado que dio paso a la ya comentada “Evocació al Pirineu” para cerrar con el bellísimo y largo dueto de
“La cançó d´amor i de guerra” del maestro Rafael Martínez Valls, “Per tu Francina meva vaig fer-me forjador”.
Fue precisamente con “Cançó d´amor i de
guerra” cuando me reencontré, en Sabadell, con la voz del tenor Carles Cosías.
Su Eloy de antaño me gustó, pero el de ahora, mucho más por bello timbre, que
ya tenía, por expresión, que también, por facilidad en el canto y por pasión,
elemento que acompaña siempre su canto, en este caso extrema. A su lado, de
nuevo Carmen Solís con un catalán muy válido y casi perfecto. Sus voces, sus
matices, y su aportación cerraron, con broche de oro, la última pieza prevista,
oficialmente, del concierto.
Aplausos y bises que pensaba que serían más
generosos, porque se limitaron a repetir “La Tarántula” y de nuevo el pícaro
dueto de los hilvanes del “Barberillo de Lavapiés”, y fue un gran acierto, en el que los
intérpretes, con miradas cómplices y expresión corporal subliminal, concluían
dos horas de música, y debemos agradecerles, al menos a Carmen Solís que no
cantara “Las carceleras” de la zarzuela “Las hijas de Zebedeo” de Ruperto Chapí,
tan recurrente hoy en día, y cansina donde las haya.
Y así fue como se diluyeron dos horas de
música. De buena música. De gozar de un buen director pendiente y cómplice con
los intérpretes, respirando cerca, muy cerca de ellos, dejándoles libertad para
hacer despliegue de su sensibilidad, de sus sentires, y sobre todo por tener el
placer de gozar de dos voces frescas, de unos intérpretes que tenían buen
entendimiento, de unas voces privilegiadas y capaces de conmover a la sala.
Y sí, es verdad como decía al principio del
escrito que se había hecho poca difusión del evento, y la verdad, me da pena
por todos aquellos amantes de nuestro género, de nuestra zarzuela, porque
gracias a la deficiente gestión, se les privó de gozar de un gran espectáculo
en mayúsculas.
Aquellos que no lo hicieron tienen la
oportunidad de disfrutarlo en el Palau de la Música el próximo 30 de noviembre. Un consejo… si podéis,
asistid y experimentad lo que viví el sábado por la noche.
Comentarios
Se nota que disfrutaste de lo lindo y que, así como el director de orquesta, tú también respiras a la vez con cada compás de la música y con cada nota de los cantantes. Dices que derrocharon sensibilidad en su canto pero omites que, para que se obre ese "milagro musical" del que hablas, es indispensable que alguien la recoja y la sienta; alguien como tu. Sin ello no hay milagro y esa noche lo hubo y de los buenos!
Felicidades! Sé que fue una noche especial y muy esperada y me alegro que fuera tan exitosa!
Pd. Cuanta razón tienes sobre la falta de profesionalidad! Si yo te contara....
Besos.