Una decepcionante "fanciulla" vienesa.
Me es muy difícil
imaginar una Fanciulla del West que no esté ambientada, precisamente en el West,
en el oeste, porque si uno de los atractivos o ganchos que tiene esta ópera de
Puccini, aparte de pasajes musicales bellísimos aunque en conjunto la obra es
irregular, es que con un buen decorado y una buena ambientación, el éxito está
casi asegurado, amén de una pareja – o trío protagonista, si se me permite- que
funcione.
Y en esta
ocasión, ni decorado, ni ambientación, ni trío para mí funcionan, y la ópera
tambalea ya desde su inicio con la fría y nunca mejor dicho germánica dirección
de FRANZ WELSER-MÖST que dejó la
pasión pucciniana a los pies de la tarima.
Cuando una
escucha a Puccini espera encontrar pasión, sentimientos, orquesta abundante
siempre al borde del desbordamiento, grandes olas de sonido que abriguen a las
voces que están encima del escenario dejando, piel y voz, para transmitir lo
que, el de Lucca, dejó escrito en el pentagrama.
Desafortunadamente,
en esta ocasión no encontré nada de ello, la música no supuraba pasión y los
cantantes intentaban, en vano, meterse en sus personajes y dar vida a esas tres
almas solitarias del oeste que van en busca de oro, de amor y de saciar deseo
contenido.
Fue ya en el
momento del breve preludio, que apunta ya uno de los más bellos momentos de la
ópera, y que Puccini decidió que sería para el tenor cuando me di cuenta de que
aquello no podría sostenerse a lo largo de tres horas. Si con estos primeros
compases, unos de mis preferidos, la sublime música de Puccini no acertó a
ponerme la carne de gallina, sospeché lo que, a medida que iba avanzando la
obra, se produjo: decepción total, orquesta y cantantes.
Bien es cierto
que la puesta en escena tampoco ayudaba en absoluto a crear el ambiente del
lejano oeste. Hay grabaciones existentes en el mercado de esta ópera de
Puccini, alguna más minimalista, como la de la Scala de Milán, otra, en una
gran producción para el Metropolitan firmada por Gian Carlo del Mónaco, y otra
que se realizó en el Covent Garden de Londres, confieso que mí preferida, que
de diferente manera, ambientan a la perfección las vidas de esos tres personajes
principales: bandido, camarera de la Polka y sheriff del lugar.
Es por ello que,
teniendo como precedente estas tres grandes puestas en escena choque la que se
presenta en Viena que ambienta la obra, no se sabe bien dónde, y convierte la
Polka en un chiringuito móvil, la cabaña de Minnie en una caravana en medio de
no sabemos tampoco donde (desde luego, no de un monte) y la mina del tercer
acto en una estación de ferrocarril, y quizás de los tres escenarios, sea el
que más acorde vaya en esta producción.
Vestuario, es
otra cosa aparte, y nos presenta a una Minnie nada femenina ni apocada,
completamente fuera del role habitual que tenemos del personaje. El vestuario
de Dick Jonhson, quizás rayaba un poco el del bandido habitual que siempre nos
han presentado y el Rance, el sheriff, ataviado de policía, como que no.
Pero además de
todas estas libertades de escena, lo más irrisorio es el hecho de que Minnie y
Jonhson abandonan California ¡¡¡en globo!!!!. La escena me recordó a “La vuelta
al mundo en 80 días”, cuando Phileas Fogg y su fiel criado Picaporte embarcan
en globo con el objetivo de dar la vuelta al planeta para ganar una apuesta.
El detalle de
escena que más me gustó, y que siempre he venido reclamando en todas las
diversas producciones que he visto de esta obra es que lo primero que hace
Minnie al llegar al lugar donde están a punto de ahorcar a su amante es
quitarle la soga del cuello.
Y si bien a pesar
de todas estas incongruencias musicalmente hubiera funcionado, a estas horas
estaría ya enfrascada en hacer un minucioso análisis de ello, pero, como decía
al principio de esta entrada, para mí los intérpretes estuvieron desencajados,
sobretodo el barítono que no me gustó en absoluto.
Minnie es un personaje
con una tesitura altísima para la soprano, bien es sabido. Lo podemos comprobar
en cualquiera de las grabaciones que existen en disco o bien en las versiones
filmadas. Ya es un hito para la voz que la interprete que intente no rozar el
grito, pues muchas de ellas tienden a ir hacia él.
El caso de NINA STEMME es sin lugar a dudas, y en
relación a otras Minnies escuchadas la que menos lo roza, aunque en algún
momento le es inevitable, como al final de su “Laggiù in soletà” y en algún
momento puntual del segundo acto.
La voz no es
precisamente bella ni dulce para el personaje, y no sabe imprimir la inocencia
en el primer acto, ni la pasión, ni esa fiebre del amor recién descubierto por
Jonhson ni la heroicidad en el tercero.
Además, a nivel
escénico, no funciona químicamente con Kaufmann.
De un cantante
como JONAS KAUFMANN una siempre
espera más y más, ya que por algo es hoy en día una de las mejores voces del
panorama tenoril.
Este Jonhson era
su primera incursión del bandido. Vocalmente no puedo reprochar que no
alcanzara sus notas, hizo agudos a diestro y siniestro, sin tiritar. Agudos
desafiantes y descarados que sin embargo, no son, al menos para mí, suficiente
baza para que su personaje me convenza.
Supongo que en
parte por la manera de enfocarlo teatralmente, pero sobre todo por la voz
porque Kaufmann no supo imprimir dulzura en su “Quello che tacete me lo ha
detto il cor”, o en el que debiera ser un apasionadísimo “Io non ti lascio più…”
del segundo acto.
Es verdad que
Jonhson es un bandido, aparentemente sin sentimientos, pero la historia que se
narra demuestra lo contrario, está enamorado de Minnie desde la primera vez que
la vio, porque Minnie significa un soplo de aire fresco en su ahogada y
pestilente vida de bandido.
Y por ello su
canto debe ser más apasionado, más romántico, más sentido, más impetuoso, más
electrizante.
Sé que las
comparaciones son odiosas, cierto es, pero no puedo dejar de pensar en que todo
ello, todo lo descrito, todo aquello que Plácido Domingo tiene y le sobra al
interpretar a Jonhson y que tanto me gusta y me apasiona, que me llega hasta el
fondo de mí alma, que me hacen ver al bandido y no al tenor, a Kaufmann le
falta. Y le falta enormemente, al menos para este personaje y en esta función.
No le doy el 100
por 100 de la culpa a él, pues es su primera vez para con el role, pero estoy
segura que con un director que hubiera sabido exprimir todo el jugo a la
partitura de Puccini y hubiera sabido transmitir el sentimiento pucciniano a
los intérpretes, la cosa habría cambiado y mejorado mucho. Estoy pensando por
ejemplo en un Antonio Pappano. ¿Quién mejor que él, en los tiempos que corren,
para lograr ese milagro?
Escénicamente, la
forma de moverse, las reacciones ante las explicaciones de Minnie, la forma de
andar, pues no, seguía viendo a Jonas y no a Jonhson. Supongo que con el
tiempo, y cuando llegue a madurar el personaje, quizás pueda mejorarlo, no solo
a nivel artístico, sino también a nivel vocal, imprimiendo el carácter
apasionado que requiere y que él, con el paso del tiempo, sabrá – espero-
imprimir.
Un caso a parte
es el Rance de TOMASZ KONIECZNY, voz
desagradable, velada y sin carácter. Poca cosa puedo decir más de una
interpretación que de las tres, fue la que menos me convenció.
¿Y Puccini, dónde estaba Puccini? En Viena, no…
claro está…
No estaba, se
marchó al ver el decorado y los ensayos. Decidió cogerse unas vacaciones y se
quedó reposando en su casa de Torre del Lago porque, de quedarse en Viena, le
hubiera dado cualquier tipo de acuchón. Y Giacomo, nuestro querido maestro del
sentimiento y de las pasiones decidió revisar “La fanciulla del west”. Se fue a
un gran almacén, compró un aparato reproductor de DVD y decidió comprarse las
tres versiones de Plácido Domingo.
Al llegar a casa,
y después de haber instalado el aparato, y configurarlo bajándose los correspondientes
drivers de internet, Puccini se sentó en el sillón eléctrico.
Reclinó y ajustó
a medida su flamante poltrona recién estrenada, le dio al “play” del mando a
distancia tal como le indicaron al comprarlo y como le decía el libreto de instrucciones
que había estudiado minuciosamente, y, como por arte de magia, en el televisor
de pantalla plana con HD y visión 3D de última generación comprada hacía justo
una semana antes, empezaron a sonar los primeros compases, sus compases escritos
años ha, y visionó, cómodamente, enfundado en su pijama, la ópera.
Puccini se
emocionó con la ejecución brillante de Lorin Maazel aunque se puso las manos en
la cabeza cuando la Zampieri iba al agudo, pero, cuando hizo entrada Plácido
Domingo, el buen Giacomo se dio cuenta de que el bandido cobraba vida en su
voz. Se reincorporó. Se irguió y escuchó atentamente.
Siguió
entusiasmado un buen rato, rindiéndose ante la magia de la tecnología que
acababa de descubrir porque en sus mejores tiempos, no existía.
Estudió
detenidamente DVD tras DVD: Scala, MET y Covent Garden, alimentándose del arte
de los grandes cantantes que formaban el elenco, gozando de la pasión e impetuosidad
del Jonhson de Plácido Domingo, con el que lloró de emoción. Por fin había
encontrado al bandido que había definido y que, ahora, vivía en el cuerpo y
garganta del madrileño.
De pronto,
Puccini recibió un Whatsapp.
Se lo envié yo, y
lo transcribo: “Maestro, acabo de finalizar “La fanciulla del west” que han
cantado en Viena. No hace falta que se la descargue de youtube. Disfrute los
DVD que tiene ya en su haber. Estoy segura que Dick Jonhson, el auténtico Dick
Jonhson, el mejor Dick Jonhson, está ahora mismo dentro de su reproductor de
DVD, disfrútelo, es incomparable, inigualable e insuperable”.
El maestro
Puccini, no muy ducho aún con las nuevas tecnologías, leyó mi Whatsapp, y
contestó con un simple emoticono con una sonrisa.
El de Lucca y yo
estábamos de acuerdo. Finalicé los Whatsapp guiñándole el ojo.
Comentarios
Me he reído al final un montón.
Intenté ver un poco de la Fanciulla de Viena y no pude soportarlo.
Saludos
Mejor ponerle una sonrisa. Ha salido así, completamente espontáneo.
Besos,
Se pasa mal cuando ves que a Plácido lo torturan, que le clavan un puñal, que le pegan un tiro o que lo quieren ahorcar...
Me alegro que disfrutaras tanto el Simon, también lo hice yo el domingo. Yo crucé el Atlántico el año pasado para verle en el MET cantando Germont. Y lo volvería a hacer.
Saludos,