Sobre gustos no hay nada escrito
Así dice nuestro
querido refranero. Y cuánta razón tiene…
El colmo ocurrió con la ópera Werther de Massenet, cetro indicutido de Alfredo Kraus, quien por más de 30 años fue el rey y re-creador del rol. Sin embargo, Kaufmann, en una función lo destronó. Quienes pudieron ver su Werther, no pudieron dejar de soltar algunas lágrimas.
Alfredo Kraus
Leía hace unos días
un interesante artículo
firmado por Francisco Javier Bernales que encontré enlazado en la web de Marion Tung y en el cual hacía un
interesante análisis de las voces de tenor, a tenor, valga la redundancia de
los tenores y el fenómeno Jonas Kaufmann, el cual me permito reproducir aquí a
la vez que lo enlazo a la página en que lo encontré.
También me voy a
permitir dar mí opinión acerca de las afirmaciones que su autor pone de
manifiesto, con alguna de las cuales estoy de acuerdo, otras no tanto, y
algunas con las cuales discrepo totalmente.
Ello no quiere
decir, o al menos es lo que me gustaría que quedara claro, que las palabras que
yo vierta aquí tengan la verdad absoluta, sino que simplemente son opiniones
personales, motivadas precisamente por el gusto o por otra forma de pensar. Y,
haciendo uso de nuevo de nuestro refranero ya se sabe que “para gustos, los
colores”.
Los grandes tenores y el fenómeno
Jonas Kaufmann
En los últimos años, nos acostumbramos
a pensar y creer que los mejores tenores del mundo eran la trilogía
Pavarotti-Carreras-Domingo.
La verdad es que el marketing hace mucho y hasta hoy, la sola venida a Chile de
Plácido Domingo causó locura y aglomeraciones por verlo actuar.
Curiosamente, cuando los medios y la gente se preguntaba cuál de los tres
tenores es mejor, generalmente Pavarotti ganaba.
Sin embargo, en círculos de entendidos operáticos, el que ganaba era Carreras,
puesto que a pesar de que su carrera fue corta y su voz no duró mucho, fue el
más intenso, el más perfecto en la interpretación de roles.
Pavarotti, por su parte, aportaba con su bella voz, pero aparte de un puñado de
roles en los cuales su creación era perfecta, el resto de los que interpretaba,
no eran acabados y sólo destacaba por su bellísima voz.
Carreras en cambio fue un actor innato, poseedor de la más bella voz al inicio
de su carrera y por falta de inteligencia y prudencia, la estropeó abordando
roles que no le correspondían.
El caso de Plácido Domingo es distinto. Nunca tuvo una bella voz al nivel de
los otros dos. Sin embargo, es el más inteligente, el que abordó muy
correctamente una infinidad de roles –y lo sigue haciendo ahora como barítono-
con una entrega muy pareja.
No podríamos decir de Domingo que destacó especialmente en un rol, puesto que
cantó de todo y todo lo hizo bien, salvo ahora como barítono que resulta
lamentable, ya que su inteligencia no le alcanzó para retirarse en gloria y
majestad y lo vemos tratando de aferrarse a los escenarios dando un mediocre
espectáculo, lejos de lo que en su gloria logró.
En la época en que brillaban los tres tenores, existía un cuarto tenor que no
andaba en giras ni hacía espectáculos mezclados de ópera y música popular, era
Alfredo Kraus, español, poseedor de la voz y la escuela más perfecta hasta
entonces. Su inteligencia era superior y sólo abordó roles que le permitieron
cantar en perfectas condiciones su difícil repertorio de tenor lírico hasta el
dia de su muerte en 1999.
Si juntamos a los tres tenores, probablemente recién hagamos el peso a Kraus,
muy superior a los tres por su maravillosa escuela que le permitió cantar en
perfectas condiciones durante 50 años, por su entrega sobre los escenarios y su
musicalidad a toda prueba.
Sin embargo, si Ud. le preguntaba al público masivo por Alfredo Kraus, pues
nadie lo conocía, así es el marketing.
Si todo lo anterior lo dejó un poco perdido, pues ahora viene lo mejor, si
juntamos a los tres tenores y a Alfredo Kraus, recién le podremos hacer el peso
a la maravilla que actualmente brilla en el mundo de la ópera, Jonas Kaufmann,
un alemán flaco y desgarbado que cuando se sube al escenario se transforma en
el mejor tenor de las últimas décadas. Su voz es obscura y tiene tintes de
nuestra gloria nacional Ramón Vinay. Sin embargo, aún no se atreve a cantar
Otello, lo que demuestra su inteligencia infinita, puesto que está dispuesto
además a cuidar su voz y no estropearla como Carreras. Curiosamente aún se
mantiene cantando roles hechos para tenores más livianos, lo que hace que su
voz no se destroce y por otro lado le agrega a sus roles esa morbidez y
virilidad poco usual que ocasiona un timbre oscuro en un rol de tenor más
liviano.
Como actor es por lejos el mejor que hayamos visto en la historia de la ópera
visual. Cada rol que aborda es una nueva creación que echa por tierra todo lo
que antes habíamos visto, además de bajar del trono a nuestros ídolos en
determinados papeles.
El colmo ocurrió con la ópera Werther de Massenet, cetro indicutido de Alfredo Kraus, quien por más de 30 años fue el rey y re-creador del rol. Sin embargo, Kaufmann, en una función lo destronó. Quienes pudieron ver su Werther, no pudieron dejar de soltar algunas lágrimas.
Afortunadamente Kaufmann anda por los 40
años y le queda cuerda para rato, su repertorio es bastante amplio y va desde
roles líricos, Mozart, Verdi y llega hasta Wagner y lo más increíble es que
todo lo ha hecho con una perfección inigualable.
Sin duda que estamos ante el gran tenor
del presente y del futuro, un verdadero re-creador del rol, algo así como fue
la Callas en su época. Ella re-creó cada nuevo rol que abordó. Kaufmann es lo
mismo, es un fenómeno poco usual, un gran artista que trae aires nuevos a la
ópera y del cual seguiremos oyendo por muchos años más y que para desgracia de
muchos, ha derribado los mitos de aquellos grandes cantantes de los últimos 60
años que hasta ahora eran los dioses arriba del pedestal
Empiezo por el
principio y en el mismo orden que el autor sigue.
Luciano Pavarotti
Uno de los más
grandes tenores italianos que ha dado la historia de la ópera. Poseedor de una
voz bellísima y de una potencia insultante para el resto de mortales.
El gran Luciano fue
uno de los integrantes del fenómeno “Tres Tenores”, pero recordemos que antes
de unirse con los otros dos tenores españoles, Pavarotti era conocido a diestro
y siniestro por todo el mundo.
Una gran campaña de
marketing avaló y acabó de realzar, a mediados y finales de los 80, de una
forma incisiva, una voz que llevaba muchos años de carrera.
La edición del
“Tutto Pavarotti” por cuenta de su casa discográfica, la DECCA, acrecentó las
arcas de la compañía y el bolsillo del italiano.
De aspecto
sencillo, cordial, y siempre con su carismático pañuelo blanco en la mano, que
abandonaría a finales de los años 90, Pavarotti y sus agentes supieron
aprovechar el filón de la publicidad, convirtiéndole en uno de los más grandes.
Tal fue el eco de este disco en el mercado que había gente que creía que su
verdadero nombre era “Tutto” y no Luciano.
Pero sería injusto atribuir
todos sus méritos a una simple operación de publicidad, porque Pavarotti poseía
una voz de timbre bellísimo, que se identificaba nada más emitir las primeras
notas. Con él y con sus interpretaciones siempre estaba uno tranquilo, sabías
que siempre llegaba y llegaba bien, sin sufrir. Una garganta realmente
privilegiada.
¿Supo Pavarotti
escoger bien sus personajes?
Aquí ya se entra en
el terreno movedizo de los gustos. Sus “fans” más fervientes responderían al
unísono que sí (respuesta común aplicable a todas aquellas gentes que sienten
especial predilección por un determinado intérprete, claro está).
Es difícil
delimitarlo, pero sí hay algo que siempre he pensado de las interpretaciones de
Pavarotti, sin quitarle méritos porque no sería justo cuando nos estamos refiriendo
a una voz como la suya, es que nunca, y fuera con el rol que fuera, jamás logró
aproximarse a la psicología del personaje.
Pavarotti siempre era Pavarotti y siempre sonaba a Pavarotti. Su Rodolfo de “La
bohème” siempre era Pavarotti o su Radamés, o su Turiddu, o su Nemorino o
tantos otros. Nunca supe ver en ellos a Radamés conductor de las tropas
egipcias, o al visceral Turiddu o al inocente tontrrón de Nemorino.
Y no me estoy
refiriendo, obviamente a nivel escénico, puesto que por todos es conocida la
limitación de movimiento del cantante de Módena, sino a nivel expresivo.
Es cierto que lo
“cortés no quita o valiente”, pero en mí opinión, que busco en la ópera
infinidad de matices expresivos acorde con la personalidad del personaje
interpretado, y que además esta expresividad va variando en función de la edad
de su intérprete, nunca lo obtuve con él.
Pero es de justicia
que me quite el sombrero ante semejante artista.
José Carreras
El más joven del
trío. Dotado también de una voz bellísima y un exquisito gusto en cualquier
estilo que haya abordado. Y para comprobar esto no es necesario rescatar alguna
grabación operística de sus primeros años de carrera, basta con el simple hecho
de escuchar una sencilla canción napolitana para darse cuenta de ello.
¿Cuándo empezó
realmente el barcelonés a ser conocido?
Pues desgraciadamente,
y a pesar de llevar bastantes años sobre los escenarios, Carreras pasó a ser
famoso de la noche a la mañana cuando le diagnosticaron una leucemia a mediados
de los años 80.
La enfermedad no
hizo sino que acelerar el ocaso de una carrera, poco inteligente, que hacía
años que ya acariciaba el declive vocal.
Un declive que vino
al afrontar un repertorio no adecuado para su vocalidad, “Andrea Chénier”,
“Radamés” o “Don Carlo” fueron algunos de sus verdugos, pero si alguien fue el
impulsor de la caída, casi en picado de Carreras fue, en mí humilde opinión,
Herbert Von Karajan, con el cual abordó alguno de los anteriores roles
(recordemos el “Don Carlo” de Salzburg).
Mal consejero para
el bello material que el joven Carreras poseía. Y ello, junto con la leucemia,
y el inexorable paso de los años, dejaron a Carreras en el más flojo,
vocalmente, de los Tres Tenores.
¿Era más bella la
voz de Carreras que la de Pavarotti? Debemos recurrir otra vez al gusto
personal de cada oyente. De lo que no hay duda es que, al igual que la de
Pavarotti, la de Carreras fue también una de las más bonitas voces que ha dado
España.
Plácido Domingo
Tenor, director de
orquesta, padre de Operalia -uno de los más prestigiosos concursos
internacionales de ópera- asesor artístico de teatros, y ahora, también,
flirtea con el repertorio de barítono. Un artista con un curriculum de auténtico
vértigo que llega hasta los 140 personajes y con unos números que jamás van a
ser superados en el mundo de la ópera. La lista se ampliará en breve cuando
debute en el Covent Garden con “Nabucco” y en el MET de Nueva York con el Giorgio
Germont de “La Traviata”, ambas de Verdi y ambas tendrán cita durante el curso
del mes de marzo.
Muy amado. Pero
también muy criticado por su manera de hacer, por tocar una infinidad de
teclas, pero todas bien tocadas. Gustará más o gustará menos, pero de lo que no
hay duda es que el madrileño forma parte, desde hace ya muchos años, de la
leyenda de la ópera.
Plácido Domingo ha
sido un verdadero fenómeno musical y su insaciable curiosidad y gran capacidad
de trabajo, hacen que, con 71 años siga aún en los escenarios y reclamado por
los grandes coliseos operísticos. Algo sin parangón en el mundo de la ópera.
Pero como todo
genio ha tenido – y sigue teniendo- muchos detractores, nunca voy a comprender
por qué, entramos de nuevo claro está, en los gustos, pero si hay algo por lo
cual no puedo pasar ni admitir es que se diga que su voz no es bella. Estoy
absolutamente en desacuerdo con esta afirmación. Y para tener una muestra de
ello, escuchen cualquier bolero que hay cantado, no es necesario recurrir a
ningún personaje operístico suyo, observen la dicción, el fraseo, la expresión,
y dejénse cautivar por la belleza única de su timbre. Este es un punto
indiscutible.
Plácido goza, aún a
su edad, de un timbre precioso, rico en centros donde la voz adquiere un color
chocolate inigualable. Artista sensible y expresivo hasta lo insospechable ha
sabido ganar la batalla a los años, y si bien, con el tiempo, la voz ha perdido
aquella flexibilidad de los años 70, 80 y 90, la expresión continúa estando
allí. Ésta unida a una excelente dicción en cualquier idioma que hay cantado
hacen de él un caso único, irrepetible e incopiable en la ópera.
Dicen
los expertos en la materia que Domingo lo ha abordado todo, pasando por todos o
casi todos los estilos: tango, canción ranchera, boleros, copla, opereta, pop,
ópera barroca, clásica, romántica, verista y contemporánea, y todo lo ha hecho
bien.
En
mí sincera opinión, algunos roles o estilos más que otros, pero la inteligencia
y la sensibilidad del cantante le ha llevado a afrontar papeles, en primera
instancia inadecuados a su vocalidad, cuyos resultados han sido gratamente
extraordinarios.
Así
pues puedo pensar en su “Werther”, en su “Elisir d´amore” o en su “Romeo y
Julieta” o tantas otras, y basta tan solo tener ganas de hacer el experimento
para gozar de tres grandísimas interpretaciones del madrileño, porque él se
lleva la ópera a su terreno, juega sus cartas, aplica sus recursos, y el
resultado siempre es óptimo.
Yo
me he emocionado muchas veces escuchando su Romeo o su Werther, quizás un tanto
alejados del estilo propiamente romántico, pero el poderío y la belleza de su
voz, y el dominio del personaje es tal que estas nimiedades acabas dejándolas
de lado para poder disfrutar de ese gran don que tiene: una bellísima voz y una
expresividad innata que no se adquiere a base de experiencia, sino que se nace
con ella.
Si
comparamos a Plácido Domingo con Pavarotti o José Carreras, en el escenario,
Domingo les gana por goleada, porque de los tres es el mejor actor. Además
siempre le ha acompañado una buena presencia escénica (aunque hay tenido sus
más y sus menos con la báscula).
Siempre
habrá gente que no encuentre bella su voz. Pues una verdadera lástima para ese
colectivo que se priva de gozar de las maravillosas grabaciones que nos lega.
Injustamente
el gran tenor por muchos olvidado. El canario fue siempre un artista
inteligente, cuya longeva carrera avaló este adjetivo.
Triste
y prematuramente fallecido víctima de un cáncer, Kraus escogió un camino diferente
al de los Tres Tenores, amaba la ópera dentro del teatro y así la defendía,
aunque en alguna ocasión también se le vio cantar en espacios abiertos y
multitudinarios.
La
publicidad no fue una de sus prioridades y por ello no era demasiado conocido
por la gran masa que se acerca a la ópera, pero sin embargo era y continúa
siendo una de las voces más queridas y añoradas.
De
una técnica perfecta y sin mácula, mucho más que la de los Tres Tenores juntos,
y dotado, como decía de gran inteligencia, el maestro canario paseó su voz por
todos los escenarios más importantes y siempre con los mismos personajes. Si
tuvo ofertas tentadoras para abordar roles inadecuados tuvo la suficiente
frialdad y cabeza para rechazarlas en pro de su salud vocal, y el resultado fue
el que todos sabemos.
Se
le acusaba de ser un cantante frío interpretando. Frío para quienes no conocían
o amaban o comprendían su manera de cantar, pero lo cierto es que fue un tenor
de expresión infinitiva con el cual o conectabas de entrada o era muy difícil
hacerlo a posteriori.
El
timbre de su voz, quizás la parte más discutible de su vocalidad, pues no
poseía gran belleza pero si que gozaba de una perfecta dicción -en todos los
idiomas, sobretodo en francés- y una sensible expresión acallaban y suplían,
sin lugar a dudas, este punto de inflexión.
Al
igual que Domingo, fue un tenor muy querido fervientemente por sus más
radicales admiradores, pero a la vez muy criticado, por esas ideas tan conservadoras
acerca de la ópera, las cuales mantuvo y defendió hasta el día de su muerte.
Encuestas y
popularidad
¿Que
si a pie de calle se hubiera preguntado a la gente por el nombre de un tenor
hubiera ganado Pavarotti? Pues probablemente daría la razón al Sr. Francisco
Javier Bernales, no me cabe la menor duda.
Si
la pregunta se hubiera hecho en Italia, pues tampoco me sorprendería. Pero lo
realmente grave del asunto es que si esa misma cuestión se hubiera formulado en
España y el ganador hubiera sido el italiano, me parecería preocupante.
¿Quién
era el mejor de todos?
¿El
que era más popular? ¿El que tenía una mejor campaña de marketing? Si era así, ¿dónde
queda el artista, en qué plano queda la voz y el talento?. En los teatros, me
imagino.
¿Realmente
es adecuado el calificativo de “el mejor”? Siempre tenemos tendencia a
etiquetar, pero de este escrito creo que puede desprenderse que el mejor no
existe, va a gustos personales, todos tienen virtudes y todos defectos, por lo
tanto lo mejor es gozar de toda esta variedad de voces que la naturaleza nos ha
brindado.
Jonas Kaufmann
El
tenor bávaro es, actualmente, el más emergente tenor en el mundo de la ópera,
aunque de todas maneras, y a pesar de que el artículo no lo cite, me gustaría,
porque es de justicia, nombrar también al tenor francés Roberto Alagna, que
aventaja al alemán en unos cuantos años de edad y de carrera. Ambos pues, hoy
en día, y con el permiso aún a estas alturas de Don Plácido, son los que cortan
y reparten el pastel operísticamente hablando.
Intentar
comparar a Kaufmann con 4 gigantes de la ópera me parece bastante osado, pero
si que es cierto que tiene características comunes con todos ellos, que hacen
de Kaufmann un artista interesante que despierta pasiones allí donde va y
contribuye a dar continuidad a la cuerda de tenor, de tenores buenos, que en
los tiempos que corren, la escasez de ellos es realmente abundante.
Kaufmann
es un cantante inteligente, lo ha demostrado. Hace muchos años que canta, pero
su nombre se ha conocido como aquel que dice de forma reciente. Es un artista
que ha se ha formado en teatros alemanes y concretamente fue en Zürich donde el
cantante fue adquiriendo experiencia y estrenando roles que a día de hoy pasea
con absoluto descaro por los más grandes teatros.
Su
voz, en la primera escucha, no es atractiva al oído, es más, choca escuchar un
tenor con unas notas tan oscuras en el centro, pero sus brillantes e incisivos
agudos descentran al oyente que se acerca a él por primera vez. ¿Es barítono?
¿Es tenor? ¿Qué es exactamente?
Kaufmann
es un tenor de una voz con timbre oscuro, pero dotada de flexibilidad y de
contención cuando el personaje lo requiere, por ello, se permite el lujo de
apianar la voz casi hasta lo inaudible para regresar de nuevo a toda potencia.
Sin duda el efecto es atronador.
Otra
de sus bazas principales es la expresividad, en cualquiera de los idiomas que
cante, especialmente, a mi gusto, mucho mejor en francés que en italiano, basta
con ver su genial “Werther” grabado durante enero de 2010 para darse cuenta de
ello y además es un buen actor, sensible al gesto y a la palabra.
Que
nos encontramos ante un gran tenor, no me cabe la menor duda. Estamos ante el
prototipo del tenor moderno que viste de “sport” y que ha enterrado el traje y
la corbata. Los tiempos han cambiado, las modas han cambiado, los divos
(palabra que no me gusta en absoluto) se han humanizado.
Sólo
espero que tenga la suficiente inteligencia para digerir la fama para
mantenerse en este mundo, que no es fácil. Y hasta ahora, inteligencia no le ha
faltado.
Comentarios
Miles y miles de páginas generando debate, argumentando conclusiones “definitivas” , intentando atrapar en una etiqueta todo aquello que sugiere una voz, su capacidad de interpretar, su magia en el decir, su capacidad de sentir y de transmitir… todo para llegar a una única conclusión: la voz humana, al servicio de la música, siempre nos agita sentimientos, para bien o para mal, nos conmueva o nos enfurezca, nos haga vibrar hasta la médula de emoción o nos proporcione, simplemente, una belleza formal.
¿El mejor? El autor, lo tiene claro : Kaufmann! Y hace todo un “estudio” encaminado a demostrarlo. Me parece exagerado.
Peró com molt be dius : "sobre gustos no hi ha res escrit".
Una abraçada
El cert és que em vaig limitar a comentar els que l´autor de l´article que transcric comenta i no se´m va passar pel cap afegir-hi més noms, a part del Roberto Alagna, que és un dels meus preferits.
Gràcies per visitar de nou el meu raconet, aprecio molt cada un dels teus comentaris.
Una abraçada,