Voilà l´incomparable Plácido Domingo


Nadie le gana en récords ni en números. Los ha batido y superado todos.
71 años y sigue cantando. De barítono. Sí. Pero canta y sólo por ello deberíamos dar las gracias por seguir disfrutando de su arte.
Ilusión, ganas, entusiasmo y entrega son calificativos que le han acompañado a lo largo de su carrera, y lo mejor de todo es que los mismos continúan, aún, intactos.

Y es que el maestro Plácido Domingo es verdaderamente una fuerza sobrehumana de la naturaleza. Y no exagero. Sólo basta dejarse caer por Valencia estos días para comprobarlo y dar fe de ello escuchándole en su nueva incoporación a su vastísmo repertorio. En esta ocasión, Domingo se ha decantado por el monje cenobita Athanaël, co-protagonista de la ópera de Massenet, "Thaïs", una obra de sabor oriental a pesar que no toda su música sugiere este ambiente, y además injustamente olvidada si no fuera por la grabación de finales de los años 90 que protagonizó René Fleming.




Ayer por la noche en el Palau de les Arts de Valencia tuvimos la oportunidad de escuchar a Plácido Domingo en su nuevo cometido del que hablaré un poco más tarde.

Valencia ha tirado la casa por la ventana, y coincidiendo este año con el centenario de la muerte de Jules Massenet, se han programado dos óperas del francés, y curiosamente, en ambas, participa el maestro Domingo, una, es la que motiva estas palabras. La otra, "Le Cid", que se representará los días 24, 27 y 30 de abril, contarán con su batuta.

Antes de afrontar este "Le Cid", Domingo dirigirá dos funciones de "Tosca" (19 y 22 de abril) para concluir, otra vez batuta en mano, su particular temporada valenciana dirigiendo un concierto en el que serán protagonistas la música de Beethoven, Falla y Dvorak.

Pero centrémos en la "Thaïs".

La particular producción de NICOLA RAAB desplaza la Alejadría  del siglo IV a una época, para mí, indeterminada, si bien, la escenografía (que solo molesta al final del tercer acto con tanta rotación del decorado) no distrae en absoluto al oyente que quiere concentrarse en la inspirada música de Massenet.



El vestuario corrió a cargo de JOHAN ENGELS es austero para el personaje de Athanäel, puesto que es elaborado con colores grisáceos, pobres, que cuadran bien con la naturaleza del personaje, aunque siempre, a lo largo de toda la ópera viste igual.
Más espectaculares fueron las vesiduras de Thaïs con colores dorados y rojizos, mientras que el personaje de Nicías, el tenor, fueron  mezclas de varios estilos.




Correcta la iluminación de LINUS FELLBOM, con un buen juego de luces sobretodo en la escena del incendio de la casa de Thaïs.

La Orquesta de la Comunidad Valenciana fue conducida, en esta ocasión, por el francés PATRICK FOURNILLIER que ya había colaborado con el maestro Domingo en las representaciones de "Cyrano de Bergerac" en 2006 y  de la "Iphigenie en Tauride" en 2008, ambas en el mismo Palau de les Arts.

En esta "Thaïs" la orquesta sonaba fuerte. Muy fuerte. A mi gusto demasiado. Sin embargo, en el momento más intimista de toda la obra, durante toda la "Meditación de Thaïs", sacó el máximo partido, instantes que fueron valedores de un estruendoso "bravo" del público y una gran lluvia de aplausos en la sala.

Creo, si no voy equivocada, que se cortaron dos fragmentos de la obra uno que tiene como protagonistas a Crobyle y Myrtale, así como un pasaje orquestal (creo un ballet).




El papel principal que da nombre a la ópera corrió a cargo de la soprano sueca MALIN BRYSTRÖM, la cual posee una voz interesante con toques oscuros en el timbre, aunque en los pasajes más agudos tiende un poco a rozar el chillido y, la expresividad en la voz, no es una arma que ella posea, al menos, en este papel y en esta noche concreta, aunque no se le puede reprochar nada en su actuación salvo el agudo final de una de las arias más famosas de esta ópera, "Dis moi que je suis belle" un tanto corto y apuntado.
Escénicamente fue una Thaïs completamente creíble, puesto que además goza de una figura realmente extraordinaria.

El papel de Nicias fue interpretado por el joven tenor italiano PAOLO FANALE, que posee una voz suficiente de tenor aunque algunas veces se vio reducida por la gran barrera orquestal que plantó el director.
Su timbre de voz es correcto aunque quizás sí que eché en falta una voz más cálida para el ardiente personaje que interpretaba.

Mención especial para el Palémon de GIANLUCA BURATO, sobretodo en el tercer acto donde hizo gala de un considerable volumen y de un timbre de voz rotundo que llegaba a la sala sin ningún problema.

Correctas MARINA RODRÍGUEZ-CUSÍ y MICAËLA OESTE en sus respectivos papeles de Crobyle y Mirtale, así como la Albine de MARIA JOSÉ SUÁREZ y el sirviente de ALDO HEO, éste último alumno que forma parte del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo.

Evidentemente PLÁCIDO DOMINGO acaparó toda la atención de la noche aunque el papel de Athanaël no es para nada lucido. Su voz, su presencia escénica y su aún poderío vocal se erigieron en todo momento a lo largo de la representación.
Le encontré muy bien de voz, y sus ecos de tenor continúan estando presentes cuando abre la boca y emite las notas.

No es barítono, claro que no, pero sabe tanto que se lleva el personaje a su terreno, y su expresividad y vis dramática continúan arrebatándome como el primer día. Sólo es necesario escuchar su segundo acto, sus dudas ante la carne o lo divino, para darse cuenta que Domingo continúa siendo aún Domingo. Le pese a quien le pese.




Igual pasa en el tercer acto, su desesperación ante la muerte de la mujer de la cual ha acabado por enamorarse llega a unas cotas de expresión vocal tan brutales que hacen levantarte de la silla y que se te ponga la piel de gallina. He allí al gran tenor. He allí al gran artista. He allí al hombre que revolucionó y, revoluciona aún a sus años, el mundo de la ópera.

Verlo encima del escenario actuando como un chaval, subiendo escaleras con ligereza y contagiando entusiamo al resto de la compañía es algo que tiene que vivirse, sentirse y experimentarlo en directo y aunque recibió muchos aplausos, continúo diciendo que era merecedor de más.
Un poco frío el público valenciano como en cada una de las tres ocasiones que he visitado el teatro cuando actuaba Domingo.



Qué feliz me siento de disfrutar de su voz y su arte. Único e irrepetible.

Cómo decía al principio, quien dijo que estaba acabado, que se pase por Valencia, disfrute de "Thaïs" y que lo compruebe. Se llevará una agradable sopresa.


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