¡Al abordaje! Los piratas desembarcan en Sabadell
En esta ocasión subía a las tablas vallesanas “Il Pirata” de Bellini, la ópera más larga del compositor. Y se hizo con solvencia y con mucho más que dignidad, dado que es una obra muy exigente, no sólo para los solistas, sino también para el coro. Por tanto, con unos ingredientes como éstos, se hace difícil adivinar de antemano cuál puede ser el resultado, pero el cóctel de cantantes y orquesta estuvo muy bien agitado, y tuvo como consecuencia una representación de un alto nivel vocal.
Si tengo que ser sincera, cuando vi anunciada la temporada de ópera para este año creí que “Il Pirata” no era una ópera para traerla a Sabadell, ya que en cierto modo estamos más acostumbrados a otro tipo de óperas, quizás más conocidas o populares. Pero siempre es de agradecer la novedad porque te puedes llevar muchas sorpresas. Aún así, debo reconocer, que a diferencia de otras ocasiones en que me he preparado las óperas a conciencia, en esta ocasión no ha sido así, quizás confiando en que las volátiles y etéreas melodías de Bellini serían suficiente para hacerme disfrutar de este título.
Así es que escuché entera una sola vez la obra y justo el día antes el especial que se dedicó en el programa de Ràdio Olesa “Moments d´òpera”.
No pensaba disfrutarla, pero estaba equivocada.
“Il Pirata” no es, ni será nunca mí ópera preferida, nunca me la llevaría a una isla desierta, seguro. Pero no me desagradó. Es más, disfruté muchísimo la música, sobretodo en el primer acto. El segundo fue para mí, musicalmente, un tanto menos interesante.
Si a nivel musical resultó, no puedo decir lo mismo a nivel escénico: estático, sombrío, con colores oscuros que rompían la tristeza con rojos pasión y algún blanco en el tramo final de la obra. Una escalera, erigida en medio del escenario, y unas cortinas también color rojo, servían para recrear salones de palacios y estancias. También sugerían en algún momento velas de barcos.
Vestuario un tanto raro, dominado por capas (para mí que las reciclaron del “Macbeth” de un par de años antes) y colas interminables en los atuendos femeninos; gorras que cubrían el pelo a los miembros del coro y horrorosas pelucas para Imogene y su criada Adele bastante descabelladas.
Para mí, fue lo más negativo de la tarde, la puesta en escena de CARLES ORTIZ y JORDI GALOBART dos conocidos de la casa.
Pero es loable destacar la labor que hace Carles Ortiz: escena, canta en el coro, dirige escénicamente al coro mientras actúa, etc… Es aquella clase de profesional que todo teatro de ópera desea tener en sus filas.
De todos modos, esta impersonal puesta en escena tiene también, como todas las cosas, su lado positivo que permitió, al no haber ningún otro elemento que la escalera y las cortinas, concentrarse en la música y los intérpretes.
En esta ocasión la orquesta estaba dirigida por el maestro italiano SERGIO MONTERISI y para mí fue uno de los pilares de la tardes. Una buen ejecutada obertura dio paso a un resto de la obra bien cordinada. El director respiraba con los cantantes y con el coro.
Sin embargo, y esto no es problema del italiano, es que la orquesta sonaba en alguna ocasión demasiado forte (el teatro no tiene la cústica adecuada), y siendo un Bellini que por norma general tiene una orquestación más ligera, si lo comparamos con Puccini, a veces daba la sensación de estar escuchando un primerizo Verdi. Algo no cuadraba.
Monterisi junto con la Orquestra Simfònica del Vallès fueron de los más aplaudidos de la tarde-noche.
Efectos especiales al más puro estilo Steven Spielberg, rayos que simulan una enorme tormenta y movimientos circulares de manos daban inicio al primer acto de la obra. (Me recordó, con música completamente diferente, a la escena inicial del “Otello”, cuando el general llega a las costas de Chipre vencedor del huracán en medio de una tormenta).
El díficil y altísimo papel de Gualtiero recayó en el tenor barcelonés ALBERT CASALS que demostró tener una buena voz, bien timbrada y que llega a las exigencias más difíciles de la partitura.
Sin duda su momento más conocido fue su scena de entrada, el bellísimo “Nel furor delle tempeste”. A mí gusto quizás cantada de manera un tanto rápida, como dando la sensación de tener ganas de quitársela de encima. “Tocó” sin alargar la nota sobreaguda pero cumplió y se lució un tanto más en la cabaletta posterior, de la que sólo cantó la primera parte.
Fue en el segundo acto cuando demostró que iba un poco faltado de respiración tanto en sus intervenciones en solitario, como en las conjuntas con Imogene. Y no es para menos, puesto que los dos intérpretes cantan un dúo con frases larguísimas e interminables que son capaces de acabar con el aliento de cualquiera.
Una de las protagonistas de la ópera fue la madrileña SAIOA HERNÁNDEZ, primer premio del Concurso de Canto Manuel Ausensi de este año 2009.
Afrontó el personaje con valentía, sin dudas ni temores. Debutaba el papel pero daba la sensación de que lo tenía rodado. De voz firme y recia capeó el temporal y se erigió en el centro de atención del público. Dominó todos los registros, del agudo al grave, pero las coloraturas que exige la partitura belliniana, quizás no fueron lo suficientemente “limpias” y ágiles.
Si hay algo que hay que destacar de sus intervenciones es la dicción de la soprano, porque se entendía todo lo que estaba diciendo sin necesidad de tener que mirar la subtitulación.
Ernesto de Caldora fue interpretado por el barítono ISMAEL PONS. De voz un tanto irregular y a veces faltada de apoyo, cumplió con el papel. Impone más con su presencia (siempre adecuada a los roles encomendados) que por su voz, aunque desde diversos sectores de platea le lanzaran unos ruidosos bravos.
En cuanto al resto de reparto destacar las intervenciones de la soprano EUGENIA MONTENEGRO en el papel de Adele y la discreta interpretación del barítono EZEQUIEL CASAMADA. Éste último, a diferencia de lo que viene impreso en el programa de mano, es barítono y no tenor.
Una mención especial para MARC PUJOL en el papel de Gofredo, que a pesar de ser un role corto, su intervención fue notable.
Respecto al coro, la distribución de los cantores quizás no ayudaba a escucharlo como una voz al unísono, porque destacaban bastante los bajos y no tanto las voces tan agudas. Y siempre he pensado que aunque se tiene que notar el contraste de voces, el coro debe sonar como una sola voz. Fueron dirigidos por el maestro titular DANIEL MARTÍNEZ.
Llegó la ronda de aplausos, y barítono, soprano y tenor se llevaron el gato al agua.
Y un detalle que me hizo gracia. Cuando salió a saludar CARLES ORTIZ iba vestido con traje negro y camisa roja con corbata roja, acorde con la escenografía.
En resumen, una notable representación que dará que hablar en su periplo por diversas localidades catalanas.
Y ahora sí, solo queda un mes para las funciones de “Maruxa”.
Comentarios