Gloria all´Egitto!!!: Sabadell cierra su temporada con la colosal ópera de Giuseppe Verdi
Un
año y medio sin pisar un teatro de ópera es mucho tiempo y con pandemia o sin
pandemia la vida continua. Y la cultura también, dentro de lo posible y lo
permitido, que viniendo de donde venimos, eso ya es mucho. Hace tan solo un
año, disfrutar de una ópera en directo hubiera sido del todo imposible e
inadmisible.
Ayer
por la tarde, el Teatre de la Faràndula de Sabadell levantaba de nuevo el telón
con una obra de grandes dimensiones y dificultades, vocales y escénicas, como lo
es la gran “Aida” del maestro Giuseppe Verdi.
“Aida”
es para Sabadell la última obra de esta temporada convulsa marcada por
restricciones y toques de queda que han obligado a limitar el aforo de la sala
y adelantar horarios para cumplir con la normativa vigente anti-Covid. Y aún así,
la entidad sabadellense ASSOCIACIÓ AMICS DE L´ÒPERA DE SABADELL y FUNDACIÓ
ÒPERA CATALUYA han logrado mantener los cuatro títulos de la temporada, con
sus más y sus menos, aunque se cambiaron fechas de las funciones de “La flauta mágica” durante
el mes de octubre pero llegaron a hacerse todas aún estando inmersos en plena segunda ola Covid.
Cartón
piedra y telones transparentes
Con
una escenografía completamente reciclada de versiones anteriores, Egipto
desembarcó en Sabadell en forma de grandes escalinatas rojas llenas de motivos
y jeroglíficos egipcios, que funcionan y ambientan bien los espacios; de
telones transparentes en blanco y negro simulando columnas de los templos y
grandes colosos. Todos esto fue perfectamente secundado con un gran
protagonista que fue, como ya viene siendo desde hace muchos años, la brillante
iluminación de NANI VALLS que tan bien recrea la escena del Nilo en una
noche egipcia bajo las estrellas, como el fulgor de la gran escena de la Marcha
Triunfal.
El
vestuario, también reciclado, estaba dominado por el color rojo, el blanco y el
negro. Faltaron más dorados, aquel color que tanto amaban los egipcios. Un
dorado que apareció tímidamente en la peluca de Amneris o en la capa que luce
espectacularmente en el segundo acto casi cegadora al ojo humano.
Una
vez más los habituales de la casa, CARLES ORTIZ y JORDI GALOBART demostraron
lo mucho que se puede hacer con tan poco. Que se tiene que recortar los
ballets, pues se recortan. Y la cosa funciona. Que se tiene que reducir masa en
la escena del desfile triunfal de Radamés, pues se reduce, y se sustituye lanzando
pétalos blancos de manos de muchachas egipcias con túnicas blancas. Y la cosa
funciona. Y funciona porque detrás hay un buen trabajo, horas de esfuerzo,
dedicación y sobre todo de ilusión, de ganas, de compromiso y de talento.
Ligero,
como el río que fluye
Mención
especial para el maestro DANIEL GIL DE TEJADA en la ejecución de una
obra tan difícil e inconmensurable como es la “Aida”. ¿Por qué mención
especial? Pues porque el maestro supo en todo momento dominar a una orquesta en
una obra en que la orquesta tiene que sonar fuerte, portentosa, a toda
potencia, porque Egipto lo requiere y todo es a lo grande. Pero Gil de Tejada
conoce la orquesta y conoce el Teatro, y que en una obra como “Aida” y
escuchada desde la segunda fila deje que los cantantes se escuchen y no se vean
sobrepasados por el volumen de la orquesta es un hito importantísimo.
Sus
“tempi” fueron ligeros y para mi perfectos, sin caer en el error de ralentizar.
“Aida” es lo suficientemente larga y Gil de Tejada lo suficientemente inteligente
para arrastrar esa gran ópera como si fuera una pluma y no un gran bloque de
piedra.
Estuvo
atento y comprometido con la orquesta y coro -dicho sea de paso que a pesar de
cantar con mascarilla estuvo a la altura- y fue cómplice con cada uno de los
cantantes, respirando con ellos en cada momento.
Los
protagonistas
ALEJANDRO
ROY fue el encargado
de dar vida a Radamés. Es una voz más que suficiente para cantar este
comprometido role verdiano cuyo inicio en la partitura es de auténtico
suicidio, ni más ni menos que un “Celeste Aida” y en frío, es como para salir
por patas.
Roy
tiene una voz corpórea y espesa, amplia, no especialmente bonita pero que resulta,
con mucho metal y con mucho volumen, cosa que para el personaje le viene bien sobre
todo en las escenas corales y en los dos concertantes del segundo acto. Sin duda
fue un Radamés loable y a la altura de la producción, pero, le eché en falta
momentos más sutiles, cambios de estilo en su ejecución sobre todo en el “Celeste
Aida” que está bien que lo empiece afrontando como un aguerrido soldado y con la
rudeza del que ha luchado en mil batallas en el campo, pero, cuando habla de
Aida su canto tiene que ser dulce, más íntimo evocando a la mujer que ama. Lo mismo
sucedió en la última escena del cuarto acto.
En
esta ocasión MAITE ALBEROLA fue quien se puso en el papel de Aida, la
esclava etíope que está al servicio de la hija del Faraón.
Al
igual que Roy, tiene volumen y voz para cantar Aida, sin lugar a dudas, pero le
falta un poco de dulzura, a mi gusto, en algún pasaje. Claro ejemplo en el “Numi
pietà” o en el dueto final con Radamès, “O terra addio” y lógicamente en su “La
tra foreste vergine” su gran escena de seducción a Radamès para obtener el
secreto que tan celosamente éste debe guardar.
Tuvo
gran notoriedad en las escenas concertantes y la seguridad que imprime al role,
en una cantante tan joven como Maite, es para quitarse el sombrero.
Amneris
es para mí el bombón de la ópera. Siempre lo he dicho y nunca me voy a cansar
de repetirlo. Es un personaje que evoluciona a lo largo de la ópera. Ama, traiciona,
suplica y se arrastra como un gusano por el amor de Radamès sin importarle
casta ni dinastía. Es tan grande su pasión que la lleva a la demencia extrema
en el último acto, su gran, grandísima escena. A LAURA VILA le tocó ayer
este cometido, humanizar a este gran personaje para llevarlo a la locura, y
todo por amor.
Fue
para mí, la gran triunfadora de la noche. Si bien empezó un poco floja en el primer
acto, en el que se vio un tanto abrumada por las voces potentes de Roy y Alberola
en el terceto del primer acto y con un “Ritorna vincitor” que necesita a mi
gusto, un poco más de potencia o cuerpo. Su voz es más que suficiente para un
personaje como el de Amneris, pero estamos ante una obra en que la ola de
sonido orquestal es muy, muy grande.
Sin
embargo, fue a partir del segundo acto en su dueto con Aida en el que Laura
Vila les ganó el pulso. Su voz iba del agudo al central-grave, con las inflexiones
propias en la voz que solo pueden hacer las mezzos cuando cantan y que tan
anillo al dedo van como complemento para expresar sentimiento de rabia, de
venganza y de desesperación. Brava Laura.
Pero
aún no había acabado, faltaba la escena final del segundo concertante del
segundo acto, y allí a pleno rendimiento junto con las voces de Roy, Alberola,
Daza, coro y orquesta todos a tuti plen, Laura Vila se hizo escuchar de forma
notable. Algún día le preguntaré, cuando todo esto del Covid pase y se pueda volver
a las salidas de artistas, cómo lo hizo!!! Sorprendente.
Como
abrumadora fue su escena última en el cuarto acto. Una Amneris demente que no
cae en el manido recurso de demostrar a Radamés, ni tan siquiera en este momento,
la desquicia que le corroe por dentro. Y eso denota el carácter y origen noble
del personaje. Es la hija del Faraón, y si, suplica, llora, y se arrodilla
hasta perder la dignidad, pero, aún así conserva ese espíritu triunfador hasta
el momento en que los sacerdotes decretan “Traditor”.
De
gran efecto fue su final “Empia raza, anatema su voi”, que le hizo merecedora
de los “brava” más sentidos que se escucharon durante toda la tarde.
Del
cuarteto protagonista queda tan solo hablar del Amonasro de CARLES DAZA, que
debutaba este role y además, lo hacía en casa. Es un papel corto y con poco
lucimiento vocal. No tiene grandes momentos, pero, se nota en su voz como la evolución
del tiempo ha jugado en su favor. Una voz baritonal de timbre bello y generoso
que además cuenta con una de sus mejores bazas, ese fraseo nítido y noble que
no le ha abandonado a lo largo de todo este tiempo. Lástima que el role sea corto
y poco lucido para una voz como la suya que merece más minutos. A ver si
podemos disfrutarle próximamente de nuevo… quizás con este “Rigoletto” que se
anuncia en el programa de mano. Ojalá. Dicen que soñar es gratis. Pues, vamos a
soñar y a cruzar los dedos. Después de su Fígaro en el Barbiere ya hace unos
años, sería para Carles Daza, su segunda y gran confirmación en Sabadell.
Del
resto del elenco, destacar la primera intervención del Ramfis de JEROBOAM
TEJERA que fue de gran efecto en su breve escena con Radamés. Una correcta EUGENIA
MONTENEGRO en el papel de Sacerdotessa y un más que suficiente Re de ALEJANDRO
BALIÑAS.
En
conjunto una muy buena apuesta en estos tiempos que vivimos ejecutada con
seriedad y la profesionalidad que son ya marca de la casa en Sabadell.
Ópera
en tiempos de pandemia
Quiero
hacer una reflexión y quiero ser muy clara para no levantar ampollas ni que
haya lugar a tergiversaciones en lo que digo.
No
hay mal que por bien no venga. Dicho esto, y directo a la vena, más de uno se
me podría tirar a la yugular. Y lo entiendo. Por eso decía que quiero ser muy
clara en este aspecto en el sentido de que, de las situaciones desfavorables,
siempre hay algo de lo que se puede aprender. Y ayer me pareció que asistimos a
una de estas mejoras en la gestión de los teatros y que debería perdurar más
allá de la era Covid. Me refiero a las entradas escalonadas, a la puntualidad
del horario fijado y al orden de la salida sin el típico tapón humano en el
vestíbulo.
Bien
es cierto que había la mitad del aforamiento. Si, cierto, pero, si en época
Covid se abren las puertas ¾ de hora antes para garantizar distancias y
seguridad, ¿por qué no mantener esto cuando se vuelva a la normalidad?
Si
en épocas de Covid -reitero- somos capaces de empezar la ópera a las 18h y
garantizar que todo el mundo esté en casa cuando empiece el toque de queda, ¿por
qué no mantener esto cuando se vuelva a la normalidad? Que la falta de puntualidad
es fatal en nuestro país.
E
insisto de nuevo, si somos capaces de seguir directivas de evacuación de un teatro
de manera ordenada, sin pisarnos los unos a los otros, y cruzar los vestíbulos
en 10 segundos, ¿por qué no mantener esto cuando se vuelva a la normalidad?
Creo
que de la experiencia de ayer los teatros y el público deben tomar buena nota
de ello. Reflexionar y cambiar hábitos. Si lo podemos hacer porque así nos lo
exigen, ¿por qué no seguir haciéndolo luego por el bien de todos? Si volvemos a
lo anterior, entonces es que no habremos aprendido nada de nada durante todo
este tiempo, y como se suele decir, vamos a tropezar de nuevo en la misma piedra
cayendo en los mismos errores.
¿Qué
cómo es ir a la ópera en tiempos de pandemia y con mascarilla? Pues, excepto
por lo contado anteriormente, la fórmula no cambia, es lo mismo y se puede
disfrutar igual, aunque en mi caso, no pude cantar la “Aida” con ellos porque
con la mascarilla se me empañaban las gafas y tuve que desisitir en mi intento
de sentirme Ameris, Radamès, o Aida.
Por
lo demás, id a los teatros, es seguro si se hacen las cosas bien hechas. No
dejemos que muera la cultura, uno de los sectores también muy afectados por el Covid,
y, demos gracias a estos valientes que se suben a un escenario a cantar sin
mascarilla para ofrecernos su arte, para hacernos disfrutar y para distraernos
un buen rato de todo lo que hay allí a fuera. Por todo esto y por todo lo que
me hicieron disfrutar, muchas gracias a todos.
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