“Jonas Kaufmann. The Verdi Album”: entrega, pasión palabra


 
 
 
Con una voz fresca y viril, llena de matices y expresividad, y haciendo alarde de un desafiante legato y un insultante fiato.
Así es como se muestra y se entrega, ¡y de qué manera!, el tenor alemán Jonas Kaufmann en su último trabajo dedicado a Verdi y que ha publicado la discográfica SONY CLASSICAL bajo el título “Jonas Kaufman. The Verdi Album”.
 
Da gusto, mucho gusto en los tiempos que corren, poder disfrutar de una voz como la del tenor bávaro, y también lo da gozar de un trabajo bien hecho, realizado con cariño, con entrega, sin prisas, a fuego lento, dando lo mejor de sí, mejorando y superándose en cada una de las interpretaciones realizadas a lo largo de este viaje verdiano y que pone colofón a su particular celebración del año Verdi.
 
Difícil de encontrar un producto de primera calidad en estos días en los que parece que todo “vende” y en los que, desgraciadamente en el mundo de la ópera, todo es válido e importante, todo, excepto lo que debería serlo: la voz, el estilo, el sentimiento, los matices, la diferencia y la aportación sincera y exclusiva del artista.
 
Por lo tanto, de entrada, este disco se presenta como un delicioso y apetecible bombón que hay que saborear despacio, sin darse un atracón, disfrutando de cada intervención, de cada frase, de cada palabra, de cada consonante y de cada vocal, aunque no sin antes habiéndole dado un buen mordisco para saciar la curiosidad y glotonería, probando con deleite lo que se tiene que paladear y digerir lentamente y con sosiego. Porque con un manjar así entre nuestras manos, corremos el riesgo de sufrir un empacho. ¡Pero qué empacho… de los que no duelen!
 
Atractivo es, por otra parte, todo el conjunto de arias escogidas para la ocasión, algunas de ellas, ya conocidas en la voz del alemán, otras, nuevas, que en definitiva son las que dan a este recital un mayor interés para el insaciable melómano.
 
En los créditos del cd establece como fechas de grabación el período comprendido entre el 13 y el 19 de marzo de 2013, un mes antes de que el tenor ofreciera en Londres un concierto dedicado a Verdi y a Wagner, del cual, hablé y comenté en su momento.
Por ello, al comprobar este baile de fechas me sorprende que en el disco Kaufmann interprete piezas como la “Luisa Miller” con cada uno de los matices y acentos que echaba en falta en su directo en Londres y que sin embargo, sí que los encuentro en el cd. Me dio la sensación al escucharlo que era como si el tenor hubiera estado leyendo mi comentario e impresiones y cantara el aria tal como me gusta a mí.
 
Sorprendente y más teniendo en cuenta que el recital grabado en este cd es anterior al de Londres.
 
Para esta ocasión Jonas Kaufmann cuenta con el apoyo de la Orquesta de la Ópera de Parma dirigidos ambos por el maestro Pier Giorgio Morandi. Un buen equilibrio musical, brillo y potencia justa que hacen aumentar la lista de cosas positivas para no arrepentirse de la adquisición de este trabajo. Pero, si hay algo que si debo reprochar de la grabación son que algunos de los “tempi” suenan demasiado lentos. Lentitud, claro está, no es sinónimo de expresividad, y es más, a algunas piezas le van bien, pero soy de las que prefiero “tempi” un poco más ágiles.
 
 
 
 
Las novedades: “Aida”, “Un ballo in maschera” e “I masnadieri”
 
A estas alturas de la meteórica y exitosa carrera de Kaufmann y ante un producto como el que comento, es de cajón que el interés radicaba en las piezas que cito en este separador, amén del “Otello”, que comentaré más tarde y aparte, ya que por propia entidad, así lo merece.
 
Me gustaría pero, apostillar, antes de desgranar cada una de las arias escogidas que, en este festival verdiano, la voz de Jonas Kaufmann suena especialmente bien, alejada de ese color oscuro que caracteriza su voz, que muchos amamos, y que otros detestan. Pero aquí la voz brilla en las notas altas y en los centros aunque en los graves queda un poco apagada. Alejado pues de esa oscuridad, el tenor comunica bien su sentir con el público y convence en un repertorio en el que, para mí hasta este momento, no le identificaba mucho, excepto en su “Don Carlo”.
 
 
Kaufmann me sorprende como Radamés en su “Se quel guerrier io fossi…Celeste Aida”. La voz está y la potencia, también, aunque en sus primeras palabras antes de empezar propiamente el aria quizás vendría bien un poco más de canto más heroico aunque sin lugar a dudas, de hacer el personaje en teatro o en futuras incursiones al héroe verdiano encontraré lo que busco en estas cuatro frases.
Su aria no está exenta de matices, de legato, que explota al máximo casi al extremo de quedarse sin aliento. Imprime sin embargo su propio sello sin caer en el error, ni en esta ni otras intervenciones, de copiar a las grandes voces que han paseado el Radamés por los teatros más importantes del mundo.
Para todos aquellos amantes de la expresión y los matices, para aquellos que como yo damos especial relevancia al texto y a la dicción del cantante, no hay que perderse la pronunciación de su segundo “vorrei” (“vorrei ridarti”), una “v” alemanizada rascando con claro descaro la “f” pero que resulta e imprime carácter.
Quizás el aria un pelín demasiado lenta a mi gusto, aunque no por ello deja de ser una interpretación válida y opta por un final espectacular, del medio forte a un pianísimo casi inaudible que le da un nuevo y refrescante efecto a la pieza.
 
 
“Un ballo in maschera” es otra de las novedades del disco. Kaufmann se enfunda primero las vestiduras de pescador y ofrece su particular “balada” “Di tu se fedele” a la que no añade ningún adorno y opta por un “tempo” demasiado lento, y ambos aunados, hacen que para mí sea la intervención más floja del recital.
 
Ya otra vez en el papel de rey sin disfraz, mejora notablemente en su interpretación de “Forse la soglia atinse…Ma se m´è forza perderti” con un recitativo del que no tiene desperdicio su “e taccia el cor”, cantado con media voz, similar  un susurro dicho a sí mismo, y su sentido “Ah lo segnato il sacrifizio mio”. En el resto del aria, hace gala de una buena línea de canto y expresividad, teniendo en cuenta y haciendo hincapié cada una de las “p” que la interpreta, con una potencia y timbre adecuados.
 
La única de las piezas que no conocía del disco es el aria “Destatevi, o pietre” del “I masnadieri”, acompañado por el coro del Teatro Municipale de Piacenza, y en ella continua aplicando su pasión verdiana y estilo propio.
 
 
 
 
De las ya conocidas
 
De alguna manera u otra, en representación completa o en fragmentos sueltos, el bloque que comento ahora ya se lo había escuchado con anterioridad, y lo positivo es que, mejora, para mi deleite, las versiones que obran en mi memoria.
 
“La donna è mobile”, la archiconocida “canzone” del Duque de Mantua, cantada por todos los tenores y explotada al máximo, tan al máximo que no creo que no haya ser humano en el mundo que no haya tarareado, al menos una vez, su pegajosa melodía, con más o menos acierto, claro está, algunos en el escenario y otros, destrozándola en la ducha.
Al principio de su carrera, cuando Kaufmann no era conocido a nivel internacional y hacía intervenciones casi en exclusiva en teatros alemanes y en Zürich, encarnó en teatro el papel del noble libertino que vive para gozar todos los placeres que la vida le ofrece. El alemán, sin ser un Duque de Mantua por antonomasia, propone su particular versión de la pieza, con elegancia y matizando todas sus “donna” y haciendo uso de acertadas dinámicas a lo largo de la misma.
 
Pero quizás una de las mejores intervenciones de este trabajo es su “Ah si ben mio” de “Il Trovatore”. Recordemos que el muniqués debutó a Manrico este verano en su tierra natal en una producción escénica de vértigo que disgustaría al mismísimo Verdi por que no hubiera reconocido su creación.
De nuevo, la expresividad al servicio de la música y ya desde la primera frase. Fijaros en sus matices en las consonantes, su “tu mia consorte”, esa “m” que resalto, tan matizada, apasionada, ardiente.
Además creo que aquí Kaufmann encuentra un “tempo” justo y adecuado, más lento que ágil que dota a la pieza de una melancolía y dramatismo extremo.
Y es que su interpretación está llena de expresión: atención a su segundo “ch´io resti fra le vittime”, donde una vez más, esa “v” roza tímidamente la “f” y su también segundo “dal ferro ostil trafitto” (ojo a ese “dal” que parece un suspiro, un último aliento) dan a esta aria el carácter que merece junto con su final lloriqueante que queda bien.
 
Y perdonaréis que a esta altura haga un pequeño paréntesis, pero, ¿alguién a estas alturas no tiene claro de que Jonas Kaufmann es un gran cantante?
Porque lo es, sin duda alguna lo es, y aquí lo dejo así manifestado. Se nota en este disco que el tenor está motivado con un repertorio que le es afín, vaya si lo es. Escuchad, escuchad este recital, y convenceros.
Puede gustar más o menos su timbre de voz, puede convencer más o menos su estilo y línea de canto. ¿Defectos técnicos? No entro. No puedo opinar acerca de ello, pero de lo que no me cabe duda es que es un gran cantante que debe saborearse lentamente, hacerse con su estilo, con su voz, tomarlo con mimo, y entonces, sí, entonces adentrarnos en su estilo y disfrutarlo. Kaufmann es como Wagner, ambos enganchan.
 
Seguidamente al “Ah si ben mio”, Kaufmann se enfrenta a la temible y terrible “Di quella pira”. Me gusta la agilidad propia de la “cabaletta” y Kaufmann se lanza a la piscina: ímpetu, rabia contenida, potencia, heroicidad, sangre, ardor, todo, todo lo pone en este pasaje que levanta teatros, levanta públicos, levanta pasiones, público y oyentes satisfechos ante semejante escándalo. Un verdadero escándalo.
Doble cabaletta, un bárbaro “O teco”, y un “All´armi” (pronunciando sin obviarlo “all´ar –mi” final que le hacen a una sentirse insignificante ante tal fenómeno vocal. Una se pone las manos en la cabeza, sopla al final de este desfile vocal. ¿Es posible cantar de esta manera?
Sí, lo es. Muchos lo han demostrado en el pasado, y ahora es Jonas Kaufmann quien toma el relevo.
 
 
 
A menudo, me ocurre, y quizás influenciada por la pasión que tengo por las palabras y los textos, por la pasión de encontrar sentido a cada una de ellas, que acostumbra a gustarme más el recitativo que el aria propiamente dicha, claro está depende del recitativo y del aria, eso es indiscutible, de quién lo cante, y cómo lo cante.
Verdi era un maestro en este terreno, y a medida que van desapareciendo los recitativos “secos” va dificultando al melómano separar lo que es recitativo de aria. En Verdi, aún se marca claramente esta diferencia, un claro ejemplo lo encontramos en el segundo acto del “Rigoletto”, en la única escena en la que el Duque de Mantua parece tener un corazón, que quizás lo tiene únicamente durante cinco minutos, y probablemente porque Gilda, la muchacha de la que se ha encaprichado, también lo tiene.
Esos recitativos imprimen una vez más la expresión del cantante puesta al servicio de la música.
 
Uno de estos momentos en los que prefiero el recitativo en lugar del aria es en la “Luisa Miller”, donde Rodolfo interpreta ese arrebatador “Oh! fede negar potessi”.
Tenía curiosidad por escuchar cómo sonaría su versión en el disco y comprobar si había mejorado o si por otro lado, sonaría igual que en el recital de Londres.
No.
Absolutamente no.
 
Kaufmann cambia aquí su estilo y ofrece un buen y mejor recitativo que el citado del concierto londinense. Uno a uno, todos los matices que me gustan de este apasionante y febril recitativo los encuentro, por fin, aquí. El desprecio, la arrogancia, la decepción, la angustia, la evidencia.
La intención en cada una de las palabras. El sentido de las palabras que tan importante es en este tipo de intervenciones. Kaufmann las cree, las siente, y eso se nota.
Todo.
Pone toda su pasión en la garganta en este momento, dando el salto después al aria “Quando le sere al placido” un pelín lenta, y en el estilo que requiere.
Para mí, una de las mejores intervenciones del disco.
 
 
Y de la Luisa, al “Simon Boccanegra”, Kaufmann se pone en la piel de Gabriel Adorno en el apasionante “O inferno! Amelia qui! L´ama il vegliardo…Sento avvampar dell´anima … Cielo, pietoso rendila”, otra aria que transpira pasión, a la que antecede también, igual que en la anterior comentada, un recitativo de gran atractivo al que un cantante como el alemán sabe sacar el mejor partido posible con potencia, con pasión acompañado de un elegante fraseo y notas altas, hechas con aparente facilidad que hacen temblar los oídos. Más dulce y emotivo lo encontramos en su “Cielo pietoso, rendila” con una voz, para mí, perfectamente colocada en la zona alta que brilla con luz propia.
Junto con la Luisa, otro de los grandes momentos del disco que nos permite escuchar a un Kaufmann pasional, alejado de los papeles más místicos y románticos con sentimientos apasionados, pero contenidos.
 
 
Personajes atormentados física y psicológicamente era a lo que estábamos acostumbrados a escuchar a Kaufmann: caracteres como el “Don Carlo”, o su francés “Werther”, pero en este disco el tenor demuestra que también sabe inmiscuirse y adentrarse en la piel de personajes que respiran y derrochan pasiones correspondidas o no.
De todos modos, el bávaro regresa a sus raíces, y pasea de nuevo su Don Carlo, en esta ocasión, junto al barítono Franco Vassallo interpretando uno de los mejores momentos (y uno de mís preferidos) de esta magna ópera verdiana.
“È lui! desso l´Infante!...Dio, che nell´alma infondere” es donde Kaufmann hace otra vez alarde de que el personaje español es una de sus grandes interpretaciones, no en vano son conocidas sus múltiples aportaciones del Infante Don Carlo. En ella el uso de las consonantes entran de nuevo al poder, atención a su “colpevol” y a toda la frase dicha con contención, una confesión, como bien dice la palabra, culpable “Amo…d´un colpevol amor… Elisabetta!”.
Buen calibre vocal entre los dos intérpretes y espectacular el “Dio, che nell´alma infondere” que se cantan ambos y en donde Jonas Kaufmann refriega de nuevo su apabullante fiato y legato y una línea de canto impoluta.
 
 
Precedida de una nunca interpretada introducción, es así como se presenta el aria “La vita è inferno all´infelice… O tu che in seno agli angeli” de “La Forza del destino”, una pieza que al igual que muchas de las comentadas contiene un especial recitativo en las que un tenor con la expresividad del tenor alemán tiene mucho que decir y aportar.
No es sin duda, ni lo ha sido nunca, una de mis arias preferidas, aunque con el tiempo se me ha hecho bastante más que soportable, sobretodo, e insisto en el tema, si el recitativo se me presenta con suficiente atractivo para llegar bien al final del aria.
Pocos cantantes de antaño han consiguieron el milagro. Jonas Kaufmann es uno de ellos en la actualidad.
Sin embargo demasiado en su “Della natal su terra…” que compensa con unas notas bien asentadas en las alturas  y un elegante fraseo que le hacen llegar fresco a la parte más comprometida “O tu che in seno…” donde debe y contiene su torrencial voz en pro al estilo requerido haciendo de nuevo gala del uso inteligente de cada de las palabras.
 
 
Como pieza adicional, Jonas Kaufmann aborda con su Macduff uno de los momentos más bellos del “Macbeth” verdiano “O figli miei… Alla paterna mano”. Su voz suena broncínea, con estilo y elegancia, pausada y masticando cada una de las palabras que brotan de sus labios, pensándolas y lanzándolas. Es verdaderamente un placer escuchar a un cantante, hoy en día, que sepa comprender cuán importante es tener un  dominio absoluto del fraseo. Podrá gustar más o menos su interpretación, pero Kaufmann es un gran artista. Un artista completo.
 
 
 
 
Su deseado “Otello”
 
Es evidente que no se puede hablar de este gran personaje verdiano, el “Otello” sin antes asociarlo al un nombre, al inconmensurable Plácido Domingo, que ha sido el más grande “Otello” que haya yo podido escuchar. El mayor exponente que ha dado este personaje en la segunda mitad del siglo XX.
 
Con una voz como la de Kaufmann que parece evolucionar hacia los más grandes y queridos roles de tenor, Radamés, Manrico, Riccardo, Carlo…, hay uno que especialmente todos, o la mayoría de tenores quieren cantar algún día. Y este personaje es, claro está, el dificilísimo y temido Otello, a quién Verdi, con la colaboración inestimable de Arrigo Boito, supo perfilar, quizás mucho mejor, que el propio Shakespeare.
 
Para mí era quizás junto con su Radamés, dos de las interpretaciones que más curiosidad me despertaban, porque a día de hoy, habiendo escuchado a muchos y variados intérpretes el personaje del Moro de Venecia, aún no he encontrado ninguno que por, ni tan solo un momento, me haga olvidar el moro de Plácido Domingo.
Por ello tenía especial interés en escuchar la primera aproximación de Kaufmann a uno de los personajes que más quiero del mundo de la ópera, y este primer encuentro ha sido mucho más que positivo, mejor de lo que esperaba.
 
No vamos a engañarnos. Creo que Kaufmann tiene la voz y el color para cantar el “Otello”, al menos en los dos fragmentos que nos regala, y ello me entusiasma enormemente porque si el bávaro tiene la suficiente cabeza y raciocinio para no lanzarse al mar sin flotador, si sabe esperar, si aguarda al momento justo de la madurez en su carrera, Kaufmann se avecina como la única voz que en la actualidad pueda abordar un gran  “Otello” con todos los matices que requiere este role.
Hasta ahora ha demostrado que es un cantante inteligente, que se ha formado y que ha sabido esperar su oportunidad, la ha aprovechado siempre tocando de pies en la tierra, y creo que con el “Otello” va a pasar lo mismo.
Tendremos que esperar un poco, quizás un par de años, que en la vida de un artista es poco, para el resto que aguardamos impacientes su debut del personaje será una eternidad, pero ya desde aquí, en 2013, le auguro gran éxito cuando decida afrontarlo, que será en el momento justo en el que Kaufmann se sienta completamente inmerso en el estilo de esta ópera y cuando esté vocalmente seguro de poder hacerlo.
 
La primera aria que nos ofrece es el “Dio mi potevi” del tercer acto. No le cuesta encontrar el color adecuado, ese color un tanto oscuro del que hay de dotar al moro. Su canto abatido, arrastra su miseria, su vergüenza en cada una de las palabras, exhausto, e intenta contener todo el arrebato que estalla al final del aria con una descarada facilidad que haría temblar de envidia al mismísimo Mario del Monaco en sus mejores tiempos. Y es entonces cuando aparece el gramo de locura y el trastorno mental del personaje que culmina con un imponente “Oh gioia!!” final.
 
Y aquí me pasó una cosa curiosa. He comentado que en todo el disco Kaufmann se encuentra a sí mismo y huye del tópico de imitar a otros cantantes en sus intervenciones. En su “Otello” vi mucho, como no podría ser de otra manera, al Otello de Plácido Domingo, una interpretación muy parecida, psicológicamente y también vocalmente, aunque nada tienen que ver sus voces.
Escuchando a Kaufmann me vino la imagen del insuperable “Otello” de Domingo en el Covent Garden, una de las mejores interpretaciones del madrileño, e insuperado incluso en cualquiera de las otras interpretaciones que el propio Plácido haya podido hacer del guerrero. Un Domingo medio reclinado en el suelo, abatido, cansado, vencido por los celos y por ese sentimiento de inferioridad que padece desde que se alza el telón.
Y Kaufmann sencillamente se identifica con el personaje. Mucho. Veremos cuando lo haga en teatro si la parte escénica le ayuda a dibujar un “Otello” como el que el público merece, un “Otello” que no escuchamos como Dios manda desde que Domingo colgó la capa, la armadura de guerra y el alfanje.
 
El otro gran momento de esta genial ópera se encuentra al final del cuarto acto, cuando “Otello” abre los ojos y decepcionado y vencido por esa serpiente de los celos, mata a Desdémona y luego se suicida la ser conocedor del engaño al que ha sido sometido y la injusticia del crimen que acaba de cometer.
En el “Niun mi tema” todas las palabras están estupendamente marcadas, haciendo hincapié donde puede para darle la heroicidad que merece y que cambian cuando se dirige a Desdémona, momento en que Kaufmann suena amante, doliente, con medias voces cuando evoca la belleza de la mujer que acaba de asesinar.
Y vuelve a encontrar de nuevo el color justo y la expresión necesaria para hacer creíble y diferenciar el guerrero del amante, el héroe del hombre.
Verdaderamente un auténtico lujo poder escuchar este personaje, el Otello, en los labios  y en la voz de un cantante inteligente y sensible que sabe apreciar y comprender el valor de las palabras y que sabe que muy buena parte del público que escuchará su trabajo es lo que, junto a una privilegiada voz, irá a buscar.
 
¿Lo encontrará? Quizás sea ésta la pregunta que Jonas Kaufmann se haga cuando reflexione acerca del trabajo hecho. Yo desde aquí puedo contestarle dándole mi opinión, que no tiene por qué ser la misma de otros melómanos que lo escuchen.
 
Sí, yo he encontrado todo cuando he escrito, y si ello era la intención del tenor alemán, puede darse por satisfecho, tanto como yo que he disfrutado de su interpretación, uno de los mejores discos, de todos los que ha grabado de arias de ópera, que le haya escuchado.
 
Vale la pena comprarlo, pero sobretodo disfrutarlo porque me ha entusiasmado de verdad. Solo me queda darle un gran “gracias” Jonas Kaufmann por regalarnos tanta pasión.
 
 

Comentarios

Monica Menconi ha dicho que…
Vaya analisis que has hecho de este cd de JK. No has dejado nada para nadie....hasta el ultimo de los detalles has desmenuzado y muy bien. Sin haberlo escuchado aun, siento que coincido basicamente contigo. Estoy absolutamente segura que en dos o tres años JK cantara Otello, lo ha dicho él mismo advirtiendo el desafio que implica abordar este rol. Por mi parte, ya apuesto por él.
Teresa Roca ha dicho que…
Estoy segura, Mónica,de que te va a encantar...

Besitos,

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