Sí, Tosca, tardaré en olvidar este Werther...

Werther, una ópera que hasta hace un año era, casi en parte, desconocida para mí. Siempre que me acercaba a ella pensaba: “qué bonita que es esta música... cómo me gusta... ojalá la conociera más...”
Y no hay otra manera mejor de conocer una ópera que escuchándola, con mimo, con ganas, disfrutando una a una sus notas, sus palabras...

Quizás porque en la ópera se habla de la navidad, siempre me apetecía escucharla en esas fechas y, a parte del muy conocidísimo “Pourquoi me revelleiz” me entusiasmaba cada vez más el dúo siguiente a esta aria. La excelente música de Massenet y su preciosa orquestación han hecho que esta ópera sea, en estos momentos, una de esas diez que me llevaría a una isla desierta.
En cada nota, en cada acento de la obra hay algo de especial que hacen elevarte al éxtasis cuando la escuchas.
He disfrutado muchísimo con las grabaciones del Maestro Kraus, y dicho sea de paso también, y para ser justos, de las del Maestro Domingo, dos Werthers completamente opuestos y con dos lecturas totalmente diferentes del personaje que da título a esta obra.

Pero ahora se ha colado “otro” Werther en mí casa.



Hará cosa de un par de meses mí querida Tosca me dijo que tardaría mucho en escuchar un Werther como el que hoy me ocupa y voy a comentar.
Para ser sincera, al leer sus palabras fui bastante escéptica, pero motivada por el hecho de escuchar y ver un nuevo Werther accedí a la grabación en cuestión que en su día se pasó por el canal Arte.
Inevitable antes de ver la obra entera, escuchar un poco del famoso “Pourquoi...”, que no me convenció (me chocó especialmente esa gran voz, oscura, con algo de particular, sí, pero que para nada cuadraba en mí mente para interpretar a Werther), pero, tenía que escuchar la obra entera para poder hacer una valoración.

Para mí era casi un completo desconocido el tenor que daba vida al role principal, Jonas Kaufmann. Tenía solamente dos referencias de él: la primera su Pinkerton al lado de Angela Gheorghiu, y por el otro, un concierto en el que interpretaba autores como Beethoven, Wagner y Schubert, que me facilitó “mí” Tosca.
De la primera, recuerdo con especial cariño un vídeo promocional en el que Kaufmann aparece justo a la Gheorghiu en el final del dúo del primer acto, en el cual me sorprendió el contraste de su broncínea voz con el brillo y seguridad de sus notas más agudas.
Del concierto, me entusiasmaron sus aproximaciones a Wagner, sobretodo su incursión en el papel de Parsifal de la ópera homónima del compositor alemán.



Así es que, una vez este Werther en mís manos, me dispuse a disfrutar de su música y de los intérpretes, y sinceramente, nunca creí que pudiera gustarme tanto su versión del héroe romántico por antonomasia.

Pero a esto, no solamente contribuye su voz, sino que es un conjunto de elementos que hacen que esta función sea especial.

Destacar primero de todo la magistral lectura del mestro MICHELE PLASSON, especialista en este tipo de obras, quien supo mantener siempre el equilibrio entre la orquesta y los intérpretes, sin forzar nunca el volumen.

Pero también es más que loable la puesta en escena de BENOÎT JACQUOT, director de escena que procede del cine y del teatro. Jacquot nos propone una escena muy minimalista, sugerente, pero con el escenario prácticamente vacío, solitario y tormentoso como la propia alma de Werther.
Realmente nos presenta este “Werther”, almenos es la sensación que me da viéndolo desde la tele, de como si estuviéramos viendo una película. Los planos, las escenas, acercando la expresión del rostro de Werther te da la idea de que es un film y no una ópera.
Todos estos detalles me imagino que son difíciles de poderlos apreciar en vivo en el teatro, pero desde el sofá de casa se vive intensamente esta filmación y hace que se convierta en una función propiamente especial. Al menos, para mí.


Sin olvidar nunca las voces, los planos de cerca de los puños de Werther que se estrechan cuando le confiesa a Albert que no ama a Charlotte, la expresión de la cara de Kaufmann ante la felicidad del esposo de su amada, esos primeros planos en la escena final que transmiten la felicidad suprema de Werther en esos instantes antes de la muerte... Francamanente, no tienen desperdicio.
Y esto es a lo largo de toda la obra. Un no parar de detalles escénicos que dotan a este Werther de algo especial, de mágico.




Las reacciones ante las palabras de los otros personajes, los gestos, la expresión de ojos... todo esto tan bien trabajado de la mano de Benoît Jacquot, hace que a día de hoy, en el año 2010, sea para mí este moderno “Werther” una de las mejores referencias operísticas de lo que llevamos de temporada.

La citada obra de Massenet tiene momentos brillantes en sus tres primeros actos, notas que vas descubriendo poco a poco y que llegan a calar hondo en los oyentes. Son músicas que siempre consiguen ponerme la carne de gallina puesto que recrean muy bien los estados de ánimo de los personajes y del lugar.

Siempre había sido para mí el último acto el más pesado de toda la obra, tanto en la versión de Kraus, como de Domingo, como de Alagna, como de Corelli o de Di Stefano; pero grácias a esta representación descubrí que el cuarto acto encierra una belleza y un sentimiento extraordinarios, y todo grácias a la interpretación de Kaufmann que canta esta última escena con un romanticismo y medias voces realmente sublimes, y dicho sea de paso, con una dirección escénica de ensueño.

Jaquot reduce la escena a la habitación de Werther que se ha herido mortalmente unos instantes antes de que llegue Charlotte. Kaufmann utiliza aquí todos los recursos románticos de expresión para elevar esta escena a lo más alto de la obra. No grita, susurra a penas, transmitiendo aquella “dulce” agonía que hace sentir al personaje, -en esos instantes-, al ser más feliz de la tierra al morir en brazos de “su” Charlotte, que nunca ha sido de Albert. Estos momentos cortan la respiración al oyente.


Quizás Kaufmann esté un poco a caballo entre la interpretación más puramente romántica y verista del personaje. Dibuja en el primer acto un héroe sensible, romántico, torturado por gusto propio, y sin embargo en los dos bloques centrales (acto 2 y 3) nos presenta un Werther que roza en algún momento el verismo (sin llevarlo al extremo) para dar paso al romanticismo de su muerte en el cuarto, y siempre secundado con una extraordinaria dirección musical que “respira” siempre a su lado.

Su voz, quizás un tanto oscura para el personaje, choque con la interpretación del “gran Werther de referencia” que para mí es Alfredo Kraus, pero no cae en la tentación de copiarlo, no, Kaufmann nos presenta “su Werther”, y este enfoque me gusta.

Por lo tanto, dicho esto, os emplazo a ver esta grabación, la cual no os dejará indiferente, sea para bien o para mal. Sin duda, creo será una de las referencias musicales de esta temporada ’09-’10.

Especial atención para este último acto que comento, sin duda, uno de los mejores momentos de esta representación.

Kaufmann. Una voz a seguir y tener en cuenta. Por fortuna la temporada ’10-’11 lo tendremos, aunque en recital, en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona. Una cita ineludible que no podemos perdernos.

Comentarios

Tosca ha dicho que…
Me alegro de que lo hayas disfrutado tanto. Sí, este es realmente un magnífico Werther, una versión que se queda grabada en la memoria porque nos llega al corazón.
Besos.

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